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90 minutos dan para mucho. La mayoría, en castellano. Pero Adrián Barbón, como le gusta hacer en muchas ocasiones, lo intercaló con párrafos en asturiano o, como en esta ocasión, también en eonaviego, la tercera de las lenguas que reclama su oficialidad en Asturias. ... Y esto, claro, pues no gustó en algunos grupos parlamentarios.
En el caso del PP no se puede decir que no gustase. De hecho, su presidente Álvaro Queipo es bilingüe en este aspecto. Pero preguntado por si él también lo va a emplear en su discurso, dijo que «yo lo hago en libertad cuando me apetece, porque esa es la postura además del Partido Popular». Y criticó que Adrián Barbón «necesita un guion para hacerlo».
Vox atizó sobre este asunto, criticando que «esta parte no la hemos entendido porque se trata de una lengua inventada».
Ese momento fue de los pocos sobresaltos que vivió el debate. La cuestión fiscal intentó hacerle sombra, pero se quedó lejos de ello. Eso sí, fue una sencilla alusión y Adrián Barbón rápidamente señaló «veo que el tema de los impuestos les ha alterado un poco». Entonces iban 45 minutos del debate, quedaba la mitad, ante miradas atentas, al orador principal, las tabletas, los móviles y lo que fuera menester.
Y ante mucha prensa. Son días de mucha gente en los pasillos. Aunque durante las intervenciones, por contraste, con todo el mundo en sus sitios, y una cafetería con poca clientela. Tampoco con muchos invitados: la delegada del Gobierno, los líderes sindicales de UGT y CC OO y poco más. La intensidad, como es habitual, sube, y mucho, en la segunda sesión, la del miércoles.
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