El fiscal sostiene que el mierense que mató a su yerno le asestó «múltiples puñaladas y golpes»

El fiscal, sin perjuicio de la calificación jurídica que se haga en el momento procesal oportuno, considera que los hechos son constitutivos de un delito de homicidio en alguna de sus formas previstas en el artículo 138 y siguientes del Código Penal (homicidio o asesinato) y que se concretará en el momento en que se formule el escrito de acusación.

El suceso, que conmocionó a todo el municipio, ocurrió el 12 de noviembre de 2019. El cuerpo sin vida de Luis Salazar Calabuig -que contaba con 41- fue encontrado en el segundo piso del número nueve de la calle Numa Guilhou, en pleno centro urbano. El aviso lo dio el presunto homicida, su suegro -J. A. F. R. de 69 años-, quien se presentó poco después de las ocho de la mañana en las dependencias de la Comisaría de la Policía Nacional. J. A. F. R., que ahora tiene 71 años, confesó su crimen todavía con las manos ensangrentadas. Fue enviado a prisión.

Luis Salazar fue enterrado en Benavente (Zamora), localidad de la que era natural, ante cientos de amigos y familiares. Aunque la familia del detenido mantiene que la relación con la víctima era buena, la de este último sostiene lo contrario. Al parecer, esa relación se habría deteriorado durante el embarazo de su mujer y posterior nacimiento de su hijo.

En ese sentido, los allegados indicaron que la víctima había pedido la custodia compartida del hijo de la pareja, que entonces tenía 17 meses. Es más, tras la separación se había ido a vivir con una hermana a Oviedo -donde trabajaba en un concesionario-, pero por recomendación de su abogado había regresado a Mieres, pensando en la custodia compartida. Ese fin de semana iba a ser el primero en el que hubiera podido estar con su hijo desde la separación, que se había materializado hacía poco tiempo antes del crimen. Fuentes cercanas a la familia aseguran que no le dejaban ver al pequeño.

Margarita Cordero es la mujer del acusado. Fue a declarar a dependencias policiales el día siguiente al crimen. «Me encuentro en estado de shock, no he asimilado todo lo que está sucediendo; no tengo ni idea de lo que le pudo pasar por la cabeza a mi marido, porque jamás fue una persona violenta. Es más, con el fallecido tenía una relación cordial, teníamos todos una buena relación», añadía junto a su hija, M. F. C. Ambas acudieron juntas a la comisaría. Primero declaró la hija y después, ella. «No somos capaces de entender el motivo. Por mucho que nos pregunten, solo sabemos llegar a la misma respuesta: no tenemos idea alguna».

La mujer del arrestado negó de forma rotunda que la motivación del crimen fueran los problemas por la custodia del bebé de su hija y del fallecido. Ambos estaban en proceso de divorcio y se habían separado hacía pocos días.

Cordero declaraba entonces que su hija tenía la custodia del niño hasta que cumpliera los dos años y el padre tenía derecho a verlo dos fines de semana al mes, pero aseguraba que ambos tenían muy buena relación, a pesar de la separación, por el hijo. «Por eso, habían llegado a un acuerdo, ser coherentes y razonables, para que el hijo pudiera estar con los dos de forma tranquila. Él podía ir a verlo cuando quería», decía hace dos años.

La brutalidad de las heridas -la víctima presentaba una puñalada en el bajo vientre, una mano cortada casi por completo y dos profundos cortes en la garganta que casi le seccionaron la cabeza- hicieron pensar a los investigadores que la agresión pudo producirse de forma sorpresiva, dejando a Luis Salazar sin tiempo para poder reaccionar.