«Hay cobre prehistórico del Aramo en los cables actuales»

El libro incluye, entre cientos de ilustraciones, las descripciones de cómo evoluciona en el tiempo la explotación minera, las galerías y los distintos frentes, así como la estimación, «que no es cosa fácil», del volumen de mineral arrancado y su transformación en metal: «Salió mucha cantidad de cobre en ese tiempo, alrededor de 9.000 toneladas. Son muchas. Se consumía mucho más de lo que imaginamos».

Y los autores señalaban «que el cobre prehistórico está por ahí todavía. Se trata de un material que se reutiliza, a diferencia de otros metales, con mucha facilidad. No hay más que fundirlo y listo. Por eso decimos que lo podemos encontrar en las instalaciones eléctricas de nuestras casas, a modo de ejemplo. Como el oro, se funde y recicla a lo largo del tiempo».

Otra cuestión, puntualizan, son las herramientas fabricadas en la prehistoria de ese metal «que son mucho más limitadas».

Aseguran que la mina del Aramo «es de una singularidad extraordinaria a escala europea, es uno de los complejos más sugerentes e informativos del oeste del continente». Por muchos motivos. «Por una parte, porque podemos reconstruir la totalidad del sistema de explotación, las distintas etapas de avances; se puede tener una visión global y detallada». Otro factor interesante, señalan, es que hubo «prácticas rituales muy particulares como es el abandono de cuerpos humanos en las galerías, en dos sectores que están bien comunicados con el exterior». Estas se cruzaban con cuevas naturales, que daban acceso y buena ventilación al interior. «No era por accidentes mineros, ni por hundimientos ni asfixias, estaban depositados y solo cabe explicarlo como concepto de ofrenda o sacrificio. Aquí se deja una huella clara, que son esqueletos, eso que se paga a la mina, que es un espacio con dueños, ya que en una sociedad tan antigua todo tiene vida, es un medio que no es suyo y al que arrebatan su riqueza».

Recuerdan que hay muestras de materia orgánica de las diferentes etapas de la mina. Y esos restos se datan con el conocido método del carbono 14. «Tenemos un proceso cronológico muy detallado, cosa que no es habitual. Es la mina prehistórica mejor datada del continente».

En la monografía, destacaban los autores, se incluye una labor de investigación multidisciplinar: «Desarrollamos muchos de los capítulos con la colaboración de otros colegas, como botánicos que analizan los restos de carbón quemado en el interior de la explotación o los expertos en química analítica que estudiaron los metales, entre otros». El volumen de información es tal «que justifica el volumen de casi 700 páginas». Hay sido un trabajo de muchos años. «Podemos decir que comenzamos en 1987».