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MARTA VARELA
LANGREO.
Jueves, 1 de julio 2021, 03:01
El taller de ajuste ubicado en Valnalón, en Langreo, es el edificio más antiguo de los conservados de la historia siderúrgica de La ... Felguera. Su planta es irregular y se compone de tres naves longitudinales que son el taller propiamente dicho y un edificio anexo de oficinas. Sus fachadas son de ladrillo macizo cubiertos de plaqueta, destacando especialmente en el interior una estructura de columnas y celosías de fundición. Un patrimonio industrial que está sumido en el abandono y que podría perderse.
El edificio, por su antigüedad -data de 1896-, técnicas constructivas y su elaborada estructura de hierro, es una auténtica joya de la arquitectura industrial, según los expertos. Destaca además la importante cantidad de maquinaria que alberga aún en su interior y que tiene grandes posibilidades museísticas. Posibilidades que desde 2009 vienen siendo barajadas por los distintos gobiernos langreanos, pues es el Ayuntamiento el responsable del edificio. No se ha llegado ni a un acuerdo para una mínima conservación y el tiempo corre a favor de una ruina que sería imperdonable. Si bien, según ha podido conocer EL COMERCIO, en algún cajón del ayuntamiento langreano se encuentra un proyecto de recuperación del taller de ajuste y su incorporación al Museo de la Siderurgia (Musi). El coste estimado era de tres millones de euros.
Dos enemigos se complementan para que su estado de abandono continúe creciendo, la falta de mantenimiento y los actos vandálicos que ya han comenzado a producirse, como grafitis o ventanas rotas. La puerta de entrada está reventada y aunque haya colocada una plancha, a menudo esta aparece en el suelo.
Las instalaciones pertenecieron siempre a la siderurgia Ensidesa, que las abandonó en los años 90, pasando a dar servicio a la extinguida Metalsa que fue absorbida en 2002 por Duro Felguera, que dejó de usarlas seis años más tarde, cuando trasladó a Francia la línea de producción del taller. Desde entonces solo las goteras, humedades y pequeños roedores son los únicos moradores fijos.
Visitar el taller de ajuste, pieza clave de la siderurgia langreana, es reencontrarse con un día de trabajo pasado en el tiempo. Las taquillas aún albergan cazadoras y calzado olvidado. En el botiquín sigue la camilla, paquetes de algodón y productos para curas de urgencia. En el comedor, un microondas evidencia la parte más moderna del taller. En el taller se pueden ver además de máquinas de todo tipo y tamaños, elementos eléctricos, piezas de metal, llaves de todo tipo y todo lo necesario para reparaciones. Subiendo a la primera planta las oficinas de la dirección conservan, junto a una humedad verdosa, planos, ofertas de materiales para su compra, mesas de despacho, otras especiales para planos y diseños industriales y numerosos armarios. La zona de sindicatos alberga un cuantioso número de documentación, fichas de afiliados completas con datos personales, fotografías en la pared de equipos de fútbol sala, máquinas de escribir, ordenadores y armarios de maderas nobles llenos de material de oficina y de ficheros repletos de documentación.
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