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P. A. MARÍN ESTRADA
Miércoles, 28 de septiembre 2016, 00:19
Un año más, siguiendo el guion de la costumbre y de la célebre canción de Víctor Manuel, mozas y mozos fueron subiendo desde primeras horas de la mañana a la ermita de san Cosme y san Damián para festejar la tradicional romería de los Mártires de Valdecuna. Los más fieles a la letra, pasando Cuna, Cenera y encaminándose por la pendiente caleya que conduce entre avellanos y castaños al santuario; el resto, siguiendo la carretera asfaltada hasta Ensierto desde el fondo del valle.
En el templo la primera misa se había cantado a las siete de la mañana y hasta el mediodía, con el comienzo de la solemne misa mayor, los fieles habían tenido ocasión de rezar a los dos santos, en servicios religiosos celebrados cada media hora. La proximidad de la ceremonia patronal vino anunciada por las gaitas y percusiones de la Banda El Gumial, del vecino concejo de Aller, acompañada por los integrantes del grupo de baile Prau Llerón, de Mieres. Delante del cortejo y siguiéndolo, grupos dispersos de todas las edades afrontaban los últimos repechos del camino con los ánimos elevados por el buen semblante de un día que había amanecido orbayando y que una vez avanzada la mañana ya prometía una jornada despejada y de temperatura casi veraniega.
A la hora del inicio de la misa mayor decenas de peregrinos cumplían con el rito de pasar sus pañuelos por las imágenes de Cosme y Damián, esperanzados un año más en que estos patrones de médicos, cirujanos y farmacéuticos (antiguamente también de barberos, sangradores y componedores de huesos) les guardasen la salud o la de sus seres queridos enfermos. Tal era la impaciencia de los romeros por acercarse a los santos que el propio sacerdote encargado de oficiar la ceremonia se vio impelido a recordarles que: «Ellos (por los mártires) no se van a mover de aquí, pueden pasar los pañuelos también hoy durante la tarde y mañana (por hoy) todo el día».
En la antojana lateral de la iglesia se iban encendiendo las llamas de las velas ofrecidas a san Cosme y san Damián, mientras en una ventana de la sacristía se vendían exvotos de cera, dos tradiciones a las que siguen fieles quienes acuden cada 27 de septiembre a venerar a los Mártires de Valdecuna.
Finalmente sonaron las campanas para anunciar la salida de las imágenes en procesión alrededor del templo, portadas por cuatro mujeres y seguidas por los mozos que llevaban el ramu con los panes destinados a subastarse al mejor postor una vez retornadas al santuario las figuras de los santos.
Subasta del ramu
En la puya, los efectos de la crisis y tal vez la circunstancia de celebrarse la fiesta a últimos de mes, las apuestas no fueron muy elevadas: el precio de salida, quince euros, solo alcanzó la cifra de 35 en los dos primeros panes subastados, los demás se rifaron por 30, 25 o 20 euros. A cada uno de los puyadores que se llevaba un pan, el rifador se lo agradecía como es costumbre con un «gracias y que tengan buen provecho».
Las gaitas habían abandonado los aires solemnes de la marcha procesional para llamar a disfrutar de la gira en los praos situados sobre el santuario. En una explanada de Ensierto, una gran carpa, aguardaba la verbena de la tarde y hasta altas horas de la noche, amenizada por las Orquesta Principado Siglo XXI y el Grupo Tekila, con sesión final de baile a cargo de DJ Nacho Otero, de Disco Astur.
En praos alejados del epicentro de la fiesta -y de sus padres- los más jóvenes celebraban su particular romería, la mayoría ataviados con camisetas llenas de mensajes que unos a otros se escribían y que algunos habían extendido hasta su propia piel.
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