Borrar
Los cuatrillizos de Asturias cumplen 18

Los cuatrillizos de Asturias cumplen 18

Cuando nacieron, ninguno alcanzaba los dos kilos de peso. Hoy, los primeros cuatrillizos de Asturias se han convertido en cuatro jóvenes amantes de la naturaleza y el deporte que, llegada la mayoría de edad, buscan labrarse su propio camino

Laura Mayordomo

Domingo, 29 de mayo 2016, 13:27

El 14 de julio de 1998, las páginas de EL COMERCIO recogían una nueva entrega de la crisis más grave del PP en Asturias, después de que el Comité Ejecutivo regional del Partido Popular hubiera decidido expulsar de sus filas al presidente autonómico, Sergio Marqués. Por esos días estaba más vivo que nunca el debate sobre si era mejor construir un nuevo Hospital Central en Oviedo o remodelar las viejas instalaciones del Cristo. Mientras, en París, un millón de personas aclamaban como auténticos héroes a los integrantes de la selección francesa de fútbol, flamante campeona del mundo. Una gesta deportiva que los propios galos calificaron como la nueva Revolución Francesa.

Ese día, a casi mil kilómetros de la ciudad de luz, una pareja asturiana vivía en Baracaldo (Vizcaya) su particular revolución. A las once y media de la mañana nacían en el hospital de Cruces, mediante cesárea, los cuatro hijos de María José Córdoba y Pedro García. Y ya nada volvió a ser igual en la vida de este matrimonio de Pola del Pino (Aller) que buscó durante años un embarazo que, finalmente, llegó gracias a las técnicas de reproducción asistida. Ya han pasado 18 años desde entonces. Alejandro, Javier, Lucía y Carlos, los cuatrillizos de Asturias, celebran este año su mayoría de edad. 18 años que a sus padres les han pasado en un suspiro.

En el pasillo de su casa de la Pola cuelgan dos fotos de las muchas que atesora esta familia numerosa: la de los cuatro el día de su primera comunión y otra, cuando aún eran bebés de pocos meses, recostados en un sofá. Visten trajes de punto. El de ellos, azul. El de ella, rosa. «¿Están guapos, eh? Me los tejió una señora de Oviedo que ni siquiera conocía, me los hizo llegar por otra persona, pero aprovecho ahora para darle las gracias. Espero que lea esto», comenta María José. Fue uno de los muchos detalles que recibieron aquel verano de 1998 en que toda ayuda era poca. El Principado les regaló una secadora «que todavía funciona»; el Ayuntamiento de Aller, dos carritos gemelares; los vecinos del pueblo, los cuatro sacos...

Pero cuatro bebés consumen al cabo del año miles de pañales y centenares de botes de leche en polvo con los que preparar biberones. Pedro hizo hasta el cálculo. «Creo recordar que eran cerca de 1.300.000 pesetas al año». Casi 8.000 euros de ahora. Y eso, como todo lo que vino después, salió de su sueldo de funcionario de prisiones y de las horas que María José iba echando como asistenta del hogar.

Del ingenio del padre surgieron soluciones prácticas para el día a día de los bebés. Como un artilugio que permitía sujetar los biberones de dos en dos para así agilizar las tomas «porque cuando acababas con el cuarto, tenías que empezar con el primero otra vez» o una estructura metálica que, colocada sobre una cama de 90, la dividía en cuatro espacios. Tuvo que diseñarla porque en aquella habitación blanca y azul decorada con ositos que destinaron a los pequeños «no entraban cuatro cunas».

Otro cambio obligado por el nacimiento de los cuatrillizos fue el del coche. Hubo que comprar una furgoneta de nueve plazas para los trayectos que realizaban los seis y en la que las cuatro sillitas «tenían que ir una en cada punta para que no se pegaran», recuerda la madre.

«Multiplicarse y dormir pocas horas» fue la única fórmula para sobrellevar aquellos primeros meses como familia numerosa, comenta Pedro, que reconoce que entonces no cambió un solo pañal, aunque se manejaba a la perfección a la hora de bañar, vestir o dar de comer a los pequeños. En aquellas rutinas diarias también les echaban una mano la tía Eugenia y muchas vecinas del pueblo: «Marite, Rosita, Jani, María Luisa...», repasa María José.

Todo el pueblo se volcó con la familia García Córdoba. En buena medida porque en Pola del Pino un núcleo rural situado en las faldas del puerto de San Isidro apenas había niños entonces. A la única pequeña, Laura, de un año, se sumaron en el verano de 1998, de golpe, sus primos Alejandro, Lucía, Javier y Carlos y, poco después, el primo Iván. «De aquella llenamos el pueblo de guajes», bromea Pedro.

Para los padres de los cuatrillizos, vivir en un lugar como la Pola que no tiene ningún comercio, ni siquiera un bar no ha sido ningún inconveniente para criar a sus hijos. María José y Pedro solo le ven «ventajas». Lo dicen convencidos. «Aquí, de pequeños, no tenías que bajar con ellos a la calle. Les abrías la puerta y, hala, a correr por la caleya».

A Oviedo, a diario

Los cuentakilómetros de los dos vehículos familiares han sumado en estos 18 años más de 900.000 kilómetros. Casi a diario, los García Córdoba se desplazaban a Oviedo para que dos de los hermanos Alejandro, que tiene una lesión cerebral que le fue detectada con apenas un mes de vida, y Carlos, con una discapacidad física recibieran atención en el Centro Base, de valoración, diagnóstico y tratamiento de personas con discapacidad. En la capital asistían además a clases de natación adaptada, en las piscinas del Oeste, y realizaban sesiones de hipoterapia en el Asturcón. Al centro ecuestre también acudían a montar a caballo Lucía y Javier. Porque si hay un rasgo común a los cuatro es su amor por la naturaleza y el deporte. A partes iguales.

En esto último, en el deporte, quien más ha destacado es Lucía. «Se le dan bien todos», subraya su madre. Delantera del Oviedo Moderno de Primera División, debutó en la máxima categoría con quince años. Fue convocada por la selección española sub 16. Repitió con la sub 17 y, en julio de 2015, se proclamó campeona de Europa de esa categoría. Fue, además, la máxima goleadora. Ese año ganó también el Trofeo Quini, que concede la Federación de Peñas Sportinguista en colaboración con EL COMERCIO. En agosto cogerá las maletas e iniciará una nueva etapa en Bilbao como jugadora del Athletic Club. Aplicada en los estudios, tiene pensado matrcularse en Magisterio.

Carlos es un apasionado de los caballos, una afición a la que puede dedicarse de lleno ya que la familia cría varios ejemplares. Este año termina la ESOy el próximo curso estudiará un módulo de FP. Aún no tiene claro si de Carpintería o de Soldadura. Javier, «el más noble» de los cuatro, confía en finalizar Bachillerato para, siguiendo los pasos de su padre, preparar las oposiciones como funcionario de prisiones.

«Cada uno tiene su personalidad, pero los cuatro son muy buenos y responsables», presumen Pedro y María José. Cuando Lucía, Javier y Carlos abandonen el nido, «nosotros nos quedaremos con Alejandrín», dice la madre en la cocina de la vivienda familiar, mirando con dulzura al que todos consideran «el nenu de la casa» y soñando en dedicar su jubilación a «recorrer mundo los tres en una autocaravana». Porque precisamente las vacaciones en familia fuera de Asturias han sido algo anecdótico para los García Córdoba en todos estos años. «Fuimos dos veces y a Alicante, a casa de mi suegra», cuenta Pedro.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Los cuatrillizos de Asturias cumplen 18