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El Adaro, el salvavidas de los mineros

El Adaro, el salvavidas de los mineros

El hospital suma la Medalla de Plata de Asturias a los reconocimientos por su centenario

Ruth Arias

Sábado, 16 de agosto 2014, 21:24

«Hace cincuenta años había medio centenar de muertos anuales en la mina», recuerda Gabriel Menéndez, gerente del Sanatorio Adaro en el último lustro. El hospital, hoy reconvertido en un centro asistencial geriátrico y de salud laboral, nació hace un siglo para atender a los heridos de la mina, que se contaban entonces por centenares.

A instancias de Luis Adaro y Magro, entonces rector de Duro Felguera, nació el sanatorio, una referencia en traumatología porque «lo que se trataba aquí sólo se superaba en las guerras», explica Menéndez. Su propio padre, como otros muchos, le debe la vida a la labor del Adaro, el hospital de los mineros. Allí se atendían los traumatismos más severos y se llevaban a cabo largos tratamientos de rehabilitación. Su creación supuso un enorme avance en la atención a los accidentados, un paso más allá de los hospitalillos y las casas de socorro habituales en aquellas fechas, en su mayoría con insuficientes recursos.

En el Adaro se forjaron algunos de los mejores traumatólogos de la región, como el inolvidable Vicente Vallina, otro nombre propio unido indisolublemente al sanatorio, que después se convirtió en el primer jefe de Traumatología del Hospital Valle del Nalón. Conocido como el «médico de los mineros», fue director del centro durante tres décadas. Su labor le abrió un hueco en la historia de las cuencas mineras.

El Sanatorio Adaro recibió esta semana una de las Medallas de Plata de Asturias, un reconocimiento que se suma a otros que ha obtenido este año, el de su centenario: la Medalla de Oro de Langreo, el premio Emilio Barbón, el Langreano de Honor o el de la Sociedad de Festejos de San Pedro. Ha tenido que pasar un siglo desde su puesta en marcha, un 12 de febrero de 1914, para que las instituciones reconozcan formalmente la labor del sanatorio, aunque las gentes de las cuencas siempre supieron valorarlo.

A lo largo de la historia ha pasado por muchas fases. Nació como un hospital de heridos y con tan sólo 16 camas, aunque pronto comenzó a crecer. En 1930 se constituyó la Mancomunidad Sanitaria de Empresas, un colectivo del que entraron a formar parte la mayoría de sociedades mineras de Langreo. Aquello supuso la ampliación del edificio hasta las 200 plazas y su cambio de nombre, adoptando el de su fundador.

El inmueble lleva la firma de Manuel del Busto, que había sido arquitecto municipal de Langreo y responsable del teatro Palacio Valdés y el Hospital de Caridad de Avilés, el edificio del Banco Herrero de Oviedo, la estación de autobuses de Gijón o el Hotel de Ingenieros y el mercado de abastos de La Felguera. Allí se alojaban los pacientes, pero también una comunidad de monjas Dominicas que colaboraba con el personal en la atención sanitaria.

Pionero en las terapias

El Adaro fue uno de los primeros centros de Europa en tratar las quemaduras por grisú. En 1926 abrió la primera Unidad de Quemados de España, equipada con bañeras. En 1956 desarrolló la primera Unidad de Parapléjicos del país y también fue el primer centro que incorporó una piscina al servicio de Rehabilitación. Eso fue en 1962, según detallaba Arturo Canga Alonso en su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina del Principado.

El declive de la actividad minera y las mejoras en la seguridad provocaron una caída de la actividad, y el Adaro se vio forzado a adaptarse a los tiempos. Las cosas comenzaron a cambiar en 1994. Ese año se disolvió la Mancomunidad Sanitaria de Empresas, dominada ya por Hunosa, y el histórico hospital de los mineros comenzó su transformacion en lo que es ahora un centro asistencial geriátrico, donde aún se siguen aplicando novedosas terapias de rehabilitación.

El cambio de actividad fue acompañado de una importante reforma. Ya no queda nada de aquellos enormes pabellones con una treintena de camas en el mismo espacio. Hoy mantiene 138 plazas, casi todas concertadas con el Sespa o con el ERA, y existe también un servicio de consultas externas y urgencias de salud laboral, ya que atienden pacientes de mutuas. Es la única reminiscencia de lo que fue el Sanatorio Adaro durante décadas. Aunque, caminando por sus pasillos, aún se puede respirar el aroma de un pasado no tan lejano, de un siglo de buen hacer, de un hospital «familiar» al que le deben la vida muchos mineros.

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