Guillermo maese | Juan carlos abad | Alejandro Fuente | Alejandro L. Jambrina | | Belén G. Hidalgo | GLORIA POMARADA | LUCÍA RAMOS | MARTA VARELA
Miércoles, 4 de noviembre 2020, 14:17
Asturias ha amanecido este miércoles con una imagen que recuerda a la de hace ocho meses. Miles de negocios con la persiana bajada y menos gente por la calle. Es el primero de los 15 días de cierre decretados por el Gobierno asturiano para ... intentar atajar la imparable segunda ola del coronavirus. Serán hasta el 18 de noviembre conforme al decreto de nuevas medidas decretadas por el Gobierno de Asturias .
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Bares y restaurantes, tiendas de ropa y calzado, inmobiliarias, gimnasios, o agencias de viaje, además de ines, teatros, museos, empresas de turismo activo, casinos, salas de concierto y otros espacios de ocio no han podido abrir al no ser considerados servicios esenciales. Y muchos de ellos han salido hoy a calle a protestar por una situación que les genera, a partes iguales, indignación, preocupación e incertidumbre.
EL COMERCIO ha hecho un recorrido por distintos rincones de la región para ver cómo está siendo esta primera jornada de cierre.
Todo cerrado en Gijón. La ciudad amaneció con sus comercios y establecimientos hosteleros cerrados. Algunas cafeterías, «porque la necesidad ahoga», se reinventan y ofrecen café para llevar desde la puerta de sus negocios. Nada en la calle Corrida, histórico eje comercial de la ciudad. Tampoco en el paseo de Begoña. Más actividad en la calle Uría, donde se aglutinan comercios que tienen permiso para abrir: librerías y papelerías, floristerías, ferreterias, supermercados y kioskos. Un espejismo que no muestra ni mucho menos la realidad de una ciudad que vuelve a sangrar por una herida que parece no cerrarse.
Las nuevas medidas restrictivas aprietan al comercio local que ve comprometida su campaña de Navidad; la más importante del año. «Me han matado, vivo una situación caótica y aún no sabemos las ayudas que nos van a dar», lamenta el hostelero José Miguel Fernández. Nieves Fernández, desde su tienda de ropa en el barrio de La Arena, coloca, cerrada al público, toda la ropa que había pedido para la campaña de Navidad. «No hay quien los entienda. Yo había cumplido con las normas y estamos pagando porque no se han atrevido a cerrar solo la hostelería», comenta indignada la empresaria.
Hubo quien no entendió o quiso entender las restricciones. La Policía Nacional, en la única intervención que se conoce en toda la mañana, acudió a una mercería junto a la plazuela San Miguel para cerrar el negocio, cuya propietaria había decidido abrir. Ni siquiera es consuelo para aquellos que tienen permitida su actividad poder hacerlo. «Desde que decretaron el cierre perimetral, el consumo se ha reducido muchísimo», lamenta Noelía Martín de la ferretería Linacero, en El Llano.
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A las 11 de la mañana una nueva concentración de los hosteleros llenó la plaza Mayor. «La hostelería no es el problema» o «El verdadero virus es la incompetencia política» rezaban las pancartas de las decenas de manifestantes que se dieron cita. Y no pararán porque para mañana hay otra movilización anunciada a las 12 horas en los Jardines de la Reina.
Empresarios y empleados de la hostelería han protagonizado la primera mañana del cierre de la actividad decretado por el Principado para atajar la alta incidencia de la pandemia en Asturias. A las puertas del Ayuntamiento, unas 150 personas han reclamado la reapertura de sus negocios. «Tenemos que trabajar, tenemos que comer, tenemos hijos, tenemos todo, si nos cierran que nos paguen algo», resumía Rosi Díaz, empleada del sector. «Es muy grave», añadía.
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Durante la concentración el alcalde, Alfredo Canteli, y el concejal de Interior, Mario Arias, han parlamentado con los manifestantes mostrándoles su apoyo e invitándoles a dirigir las protestas contra el gobierno autonómico, último responsable de las medidas. El propio Arias ha acompañado a la comitiva a hasta el edificio de la Junta General donde se ha alargado la protesta.
Muy cerca de allí, en una tienda de ropa deportiva de una calle Uría a medio gas, con el comercio textil y El Corte Inglés con la persiana bajada, se han vivido momentos de desasosiego entre los responsables del centro de complementos deportivos. «Hemos abierto para atender los pedidos a recoger pero la Policía nos ha obligado a cerrar. No nos dejan disponer de nuestro local ni nuestro negocio», explicaba uno de los responsables.
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En los comercios de alimentación y supermercados, con los lineales repuestos tras las imágenes de ayer noche que recordaban a lo vivido en marzo, apenas se registraron colas ni agobios. Por contra, los minoristas obligados a cerrar, manifestaban su malestar por un «cerrojazo ilógico». «Nos suben la cuota de autónomos y nos obligan a cerrar cuando en un comercio como el nuestro los clientes entran de uno en uno», se despachaba Arantxa Sánchez, dueña de la tienda de confección Casa Germán.
Una postura que, de manera más sosegada comparte la Cámara de Comercio de Oviedo que a lo largo de la tarde mantendrá una reunión con representantes de las asociaciones comerciales de la ciudad. «Cuando se toman medidas de carácter excepcional, pedimos que se escuche a los colectivos afectados para una mejor comprensión de estas y que vengan acompañadas de ayudas», ha indicado el presidente de la entidad cameral, José Manuel Ferreira. «Creemos que medidas quirúrgicas y proporcionadas ayudarían a solventar el problema de salud sin afectar a la economía», ha sentenciado.
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Avilés ha amanecido triste y vacío. Las principales arterias del centro, como la calle de La Cámara, presentaban a primera hora una estampa poco habitual un día laboral, sin apenas gente en las calles. El mercado de la plaza de Abastos, algún que otro kiosko y entidades bancarias eran los únicos lugares en los que se notaba un poco de movimiento, formándose alguna cola según avanzaba la mañana.
A las 11 de la mañana se rompió la aparente tranquilidad con una concentración de «indignados», organizada a través de las redes sociales, que se reunieron frente al ayuntamiento en señal de protesta por los cierres del comercio y la hostelería. Unas cincuenta personas aporrearon cazuelas y silbaron al grito de «¡esto no es una Democracia, no se están tomando soluciones, solo hacen daño a los emprendedores y volveremos cada día para quejarnos!».
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El comercio minorista, por su parte, está cerrado a cal y canto, pero eso sí, algunos hosteleros avilesinos han tirado de imaginación y recursos para mantener la actividad en el primero de los quince días de cierre obligatorio. A las seis de la mañana se encendían las luces de la cafetería La Biblioteca para preparar algunos pinchos y poner a punto las cafeteras. Este negocio ha optado por prestar a sus clientes un servicio de reparto a domicilio combinado con el 'take away' o recogida en el local. «Es una fórmula viable que no incumple ninguna de las restricciones y que nos permite tener abierto el negocio, del que dependen 43 familias», explicaba en la puerta de La Biblioteca la dueña, Mónica Suárez, mientras repartía los pedidos de varias clientas. «Está teniendo una gran acogida, sobre todo vienen a buscar cafés y comida los trabajadores de la zona».
Esta misma estrategia la ha seguido Miguel Suárez, dueño de la cafetería Antonio. Este hostelero ha optado por colocar una mesa en la puerta, a modo de barra, para evitar que los clientes accedan a su local y les atiende en el exterior. «Ha sido la alternativa que he encontrado para no quedarme en casa. Mi abogado me ha dicho que no hay problema y si vendo diez cafés al menos serán ingresos para la caja», reconoce Suárez, cuyo bar se ubica frente a los juzgados de Avilés, lo que ha movilizado a bastantes clientes en su puerta.
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Con gran parte de las persianas bajadas, el comercio y la hostelería de Cangas del Narcea dejaron semidesiertas las calles más comerciales de la villa. En algunos escaparates, un simple cerrado; en otros, algún teléfono de contacto y la invitación a comprar 'online'. Y los que sí han podido abrir sus puertas no ocultan su preocupación. «Se están tomando las medidas antes de planificar las ayudas y los criterios no parecen haberlos estudiado mucho o, al menos, no los entiendo», critica el empresario cangués, Joaquín Fernández, que regenta una tienda de electrodomésticos que, en este segunda ola, sí ha podido atender presencialmente. No oculta su malestar por la situación ni la preocupación por el futuro del comercio y la hostelería local. «Hay un efecto arrastre que nos afecta a todos. Sin hostelería yo no vendo y sin los demás comercios, el mío tampoco funciona igual. Se reducen las ventas», explica Fernández, que tampoco oculta su malestar por la apertura de los bazares chinos. No ha sido el único.
En plena calle Mayor, uno de los principales ejes comerciales de la villa, salvo los quioscos, estancos y tiendas de alimentación y droguerías, el resto permanecen cerrados a cal y canto. El fotógrafo Aniceto Álvarez se dejó caer por su estudio para comprobar que todo seguía en orden. «Trabajamos con químicos que se deterioran», concreta, lamentando volver a ver su tienda vacía. «Estábamos empezando a recuperar y ahora toca otro bajón. ¡A ver si llegan algunas ayudas o nos eliminan algunos impuestos!», dice, no sin recelo. Aspira a mantener a su empleado en la plantilla para llegar así a su anhelada jubilación tras años pegado a la cámara. «Me queda poco. Hay que aguantar como se pueda», concluye Álvarez.
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A apenas unos metros, los escaparates de la floristería La Plaza lucen un mensaje diferente. «Mi vecino no abre, yo no abro», reza el cartel, rotulado en verde esperanza sobre un impoluto blanco. «No me parece justo abrir cuando a mi alrededor están todas las tiendas cerradas. No hay datos sobre brotes en el pequeño comercio. No entiendo por qué yo puedo y ellos no. Si cerramos, cerramos todos», defiende su propietaria, que no quiere dar su nombre. Reitera que respetan el aforo, usan geles y todos llevan mascarillas. «No somos grandes superficies. El comercio local es muy importante para Cangas del Narcea», apostilla, consciente de que su decisión ha sido personal.
Precisamente las diferencias con las grandes superficies son el argumento más escuchado en las colas para los supermercados, las farmacias o los bancos. «Deberían diferenciar entre el pequeño comercio y los grandes centros comerciales. Y tampoco es lo mismo el comercio local en las grandes ciudades que en poblaciones pequeñas. Me parece muy injusto. Aquí se respetan escrupulosamente las normas», argumenta Rosa Orraca, que regenta una inmobiliaria en la villa.
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Desde la Asociación de Profesionales y Empresarios Autónomos del Suroccidente Asturiano (Apesa) subrayan que Asociación de Profesionales y Empresarios Autónomos del Suroccidente Asturiano subrayan que «queda demostrado que los datos de contagio en los pequeños comercios son mínimos, y por lo tanto no afectarán en la mejora o no de la situación actual» y piden conocer los datos en los que se respalda la Consejería de Salud para establecer los cierres, además de solicitar que se tenga en cuenta las características propias del ámbito rural de la comarca. «Consideramos que se actúa con una total improvisación», critica el colectivo, que dice no comprender que se permitan los mercadillos donde se aglutina más público y no ocultan su preocupación por el daño que suponen estas medidas para la campaña navideña. Por todo ello, solicitan «un plan que permita a los afectados disponer de una información clara sobre cómo actuar y acceder a las distintas ayudas que desde ya deberían estar a su disposición. Un plan que permita a toda la sociedad disponer de unos mínimos de seguridad para con el desarrollo de su trabajo y su futuro», concluyen.
Las terrazas vuelven a estar apiladas en las principales plazas de la villa. Los hosteleros, en su mayoría, acudieron a las 11 de la mañana a concentrarse frente a la plaza del Ayuntamiento. La preocupación y el descontento eran patentes. «La decisión del gobierno del Principado fue rápida, no dio tiempo a pensar en nada y sin compensaciones», critica el presidente de la junta local de hostelería, José Manuel García. El gremio recuerda que son «un sector importante» y mantienen que los contagios proceden de otros focos, como las grandes reuniones o los botellones, pues en sus locales se respetan las medidas decretadas por las autoridades sanitarias. «Estamos desorientados. Tampoco sabemos qué hacer con el personal, así que estamos en contacto con nuestros gestores y con OTEA», añade el presidente de la junta local canguesa. Pese a que muchos restaurantes ofrecen servicio a domicilio, esto supone un complemento a su actividad principal. «Estamos en una zona muy pequeña y no supone una venta representativa, de lo contrario nos dedicaríamos a ello. A día de hoy permite un mantenimiento del negocio», aseguró García.
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En la comarca oriental el cierre de comercios y hostelería también imprimía un tinte extraño a la mañana, acompañado por un cielo gris y lluvias intermitentes que desanimaban aún más a salir a la calle. Así, en la capital llanisca apenas se veían viandantes y la sensación no era de una jornada laborable. «Aunque aún es pronto para saber en qué medida, claro que el cierre de los negocios aledaños nos va a afectar, porque hoy ya hay mucha menos gente por la zona que ayer a estas horas», reconocía Adela Celorio desde la caja de Autoservicio Agustín, en la calle Mayor. Una opinión que respaldaban quienes estaban tras el mostrador de farmacias, quioscos de prensa, peluquerías y otros establecimientos que sí tienen permitida la apertura.
Esta primera jornada de cierres llegaba también con un poco de confusión por parte de algunos pequeños comerciantes, quienes echaban en falta una mayor concreción a la hora de señalar qué bienes son de primera necesidad. Así, ante la duda, Luis Sordo abrió las puertas de Almacenes Covadonga por considerar que las mascarillas y la ropa de cama, interior y de abrigo que vende «son de primera necesidad». «También tenemos gomas y cremalleras, por ejemplo, y supongo que si los servicios de arreglo de ropa siguen activos las pueden necesitar», apuntaba el empresario. Y lamentaba una medida -la de cerrar el pequeño comercio- que considera «injusta». «Aquí no tenemos aglomeraciones de ningún tipo y llevamos meses respetando escrupulosamente todas las medidas, desinfectando y poniendo en cuarentena la ropa que toca algún cliente, por ejemplo, cosa que no se cumple en muchas grandes superficies», aseveró.
A pocos metros, Mali Mier, propietaria de la tienda May, esgrimía similares argumentos. «Estaba mucho mejor explicado en marzo, cuando además éramos prácticamente todos los que teníamos que cerrar», indicó. Y señaló, como su colega, que vende «mascarillas homologadas y ropa interior y de abrigo, que, a mi parecer, son de primera necesidad». También recalcó las medidas de seguridad que lleva meses tomando y apuntó que «la tienda es pequeña y si te entran dos clientes ya es raro».
En Infiesto, el cierre de comercios y bares imprimía a las calles una imagen gris en este primer día con las medidas activas. Tan solo a las puertas de los supermercados se registró una mayor actividad, con colas incluso para acceder al interior. Algo similar sucedía en Cangas de Onís y Arriondas, donde las calles permanecían prácticamente desiertas con la única excepción de quienes acudían a las tiendas de alimentación o entidades bancarias. Algo más animada estaba la villa riosellana, en gran parte gracias a la celebración del mercado semanal, solamente con puestos de alimentación.
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Las céntricas calles Jerónimo Ibrán o La Vega de Mieres, antes llenas de tiendas abiertas y de terrazas hosteleras, se encontraban hoy extrañamanente vacías. Apenas se venían personas caminando. En los establecimientos de ropa hay carteles que anuncian la nueva temporada y que permanecerán, de momento, es los escaparates. Algunas confiterías o pastelerías servían cafés para llevar. «Es lo que podemos vender. Pero se nota mucho el bajón de la clientela», aseguraba esta mañana Mercedes Prieto, de la confitería Canela.
A las once, cientos de propietarios de locales hosteleros y de tiendas se concentraron frente al Ayuntamiento. «No somos culpables. No al cierre de la hostelería», rezaba la pancarta principal. David Enríquez tiene una hamburguesería. «Este cierre es la puntilla para el sector«, lamentaba. «En nuestro negocio dependen cinco familias, intentamos sobrevivir con la venta a domicilio, pero no da. Los gastos no bajan». Elena Ortiz tiene una pequeña cafetería. «No tengo ingreso alguno y tengo que dar de comer a mis dos hijos».
A la concentración, que mantuvo cortada la calle Teodoro Cuesta y en la que se oían gritos pidiendo la dimisión de Adrián Barbón, se sumó el propio alcalde del concejo, Aníbal Vázquez. Éste reclamó ayudas para el sector hostelero, los comercios y los autónomos y dijo que es «doloroso» ver los efectos de la crisis sanitaria. Recordó que el Ayuntamiento ya ha abierto una línea de ayudas con un total de 800.000 euros que espera se empiezan a repartir a lo largo de este mes.
La primera jornada de cierre de la hostelería y el comercio han supuesto un cambio en las vida diaria para los vecinos de la comarca del Nalón. El autoconfinamiento de la población es un hecho en la gran parte de las poblaciones de esta cuenca minera, los vecinos sólo se podían ver en las inmediaciones de los centros escolares a las horas de entrada y salida, y las zonas donde se ubican las tiendas de alimentación. Han sido precisamente en estos establecimientos donde se podían ver colas y una afluencia constante de compradores, en algunos de ellos algunos productos como la harina comenzaban a escasear aunque con la promesa de que en horas se repondría.
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A medida que avanzaba el día algunos ciudadanos aprovecharon para pasear al aire libre en las zonas cercanas a las poblaciones, mientras los centros urbanos quedaban semi vacíos. A pesar de que peluquerías, floristerías, librerías y centros de estética entre otros comercios estaban abiertos la afluencia de clientes era escasa, y los que llegaban lo hacían con cita concertada.
Las protestas en apoyo al sector hostelero y comercial también han llegado a la Pola de Siero. Profesionales de comercio y hostelería han protagonizado una concentración pacífica frente al Ayuntamiento del municipio. «Si nos cierras, ayúdanos», es uno de los lemas de la concentración de este mediodía. Los participantes afirman que luchan por su supervivencia.
Señalan que lo único que quieren es trabajar cumpliendo todas las normas, como el respeto de la distancia de seguridad, el uso obligatorio de mascarilla o la prohibición de fumar.
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