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PABLO SUÁREZ / JUAN CARLOS ABAD / ALEJANDRO JAMBRINA / GLORIA POMARADA
GIJÓN.
Domingo, 26 de julio 2020, 02:01
La noche y el ocio, a pesar del esfuerzo de la mayor parte del sector hostelero por mantener las medidas de seguridad impuestas, sigue siendo el principal foco de contagios en todo el país. En Asturias, por suerte, salvo el caso registrado ayer en una cervecería de La Corredoria, en Oviedo, no se han detectado brotes ligados a la noche. Pero un paseo por las calles de las principales zonas de 'movida' de Asturias deja en evidencia que, en muchas ocasiones, en cuanto avanza la noche y el alcohol hace su efecto, en las calles ni se respeta la distancia de seguridad ni se utiliza la mascarilla. Una auténtica bomba de relojería que preocupa, y mucho, al Gobierno regional, que se plantea limitar de alguna forma el ocio nocturno para evitar riesgos. Unas limitaciones que supondrían un mazazo para el sector hostelero y turístico de la región. Por ahora, en la primera noche de prohibición, se notó un especial empeño de las policías locales por poner freno al desenfreno. Una auténtica operación antibotellón.
Gijón | Aglomeraciones en las calles
Desde que una pandemia apareciese en nuestras vidas, las noche fiesta en Gijón se dividen en dos grandes grupos. Por un lado están los que se muestran ajenos al virus y actúan como si el calendario hubiera saltado directamente de febrero a julio, y por otro están aquellos que deciden renunciar a una buena porción de normalidad para tratar de alejar al virus. Entre ambos, una hostelería acuciada por meses de parón y, en la mayoría de los casos, consciente de que cada noche juegan el partido por la supervivencia de sus negocios. Dentro de toda esta jungla de preocupaciones e intereses, la calle, y en especial las entradas a los bares, se han revelado como los espacios más incontrolables, focos de acción para unas fuerzas de seguridad que, reconocen, no pueden abarcarlo todo. «Esto tiene pinta de que va a ser el último fin de semana que nos dejen salir. Vamos a tardar más de lo previsto en volver a la normalidad», comenta una joven a la puerta de uno de los bares de Cimavilla. Frente a ella, seis agentes identifican y sancionan a un grupo de amigos que se encontraba sin mascarilla en plena calle. A cuenta del alcohol o bien como último recurso, los jóvenes aseguran ser convivientes. La Policía tarda medio segundo en confirmar que unos residen en Madrid y otros en Gijón. Multa.
A escasos cien metros de donde se está sancionando, a la puerta de un pub de la calle Claudio Alvargonzález, un portero trata de controlar la cola que se ha ido formando ante él. El trabajo se le ha venido acumulando a este colectivo, que además de la habitual labor de criba y control en el interior de los locales, han sumado la de hacer números y decidir cuando echar el cierre. «Estamos consiguiendo no superar el aforo, pero no es fácil. Siempre te viene algún chaval diciéndote que acaba de salir del bar y que le dejes entrar. La gente no está acostumbrada a esperar por entrar a las discotecas y muchos no lo entienden», cuenta uno de ellos.
También los hosteleros, que viven en el alambre por lograr que la seguridad y la viabilidad del negocio sean convivientes, atribuyen buena parte de las aglomeraciones a una cuestión de costumbres. En Gijón, lo habitual es pasar la noche de bar en bar, aprovechando la calle, casi más que el interior de los locales. Una vista a zonas como la propia calle Claudio Alvargonzález o la zona de Marqués de San Esteban, hacen entender que esta cultura no es compatible, al menos por el momento, con una pandemia mundial. «Hay veces que me dan hasta vergüenza las aglomeraciones que se forman fuera del bar, pero nosotros ahí no podemos hacer nada. Mi terraza y el interior de mi local cumplen la normativa, lo demás no depende de mi», explica un hostelero.
Mientras la Policía se afana por controlar de la forma más eficiente posible las concentraciones a las puertas de los bares, la preocupación por posibles rebrotes y el consiguiente nuevo flota en el aire y genera que la amplia mayoría de los gijoneses, se afanen por cumplir con la norma. Lamentablemente, no depende solo de este grupo.
Oviedo | Hosteleros preocupados
Noche tranquila en Oviedo la del viernes al sábado. El operativo antibotellón dispuesto por la Policía Local no tuvo que disolver ninguna concentración de jóvenes, según confirmaron fuentes de la concejalía de Seguridad Ciudadana. En el punto de mira, además, estaban varias discotecas que en los pasados fines de semana registraron aglomeraciones: Tribeca, Sal Si Puedes... «Todo en orden», indicaron desde la Policía que, en último término, propuso para sanción a cuatro personas por no llevar mascarilla.
Y eso que, a las once y media de la noche las terrazas del Casco Histórico de Oviedo estaban a reventar. En la plaza del Sol, tradicional punto de encuentro de los más jóvenes, el botellón se demuestra imposible. La plaza entera está copada por mesas, sillas y sombrillas. Todos los puestos ocupados. Los camareros del Sol y Sombra asienten. «Con este tiempo la gente no entra en los bares hasta más tarde, a mitad de aforo y recordándoles todas las medidas de distancia, el uso de mascarilla, etc».
En efecto, en el interior del local, Alba Cabero, Pedro Rodríguez, Camila España y Carla González, unos jóvenes turistas que provienen de Zamora, beben con la mascarilla entrequitada entre trago y trago. «Vivo en Granada durante el año y la diferencia con aquello es grande, aquí me ha sorprendido que casi todo el mundo la lleva», explica Cabero.
Reconocen los camareros que, para ellos, atender más mesas y tener que desinfectar y orientar a los clientes supone muchos más trabajo. «Tenemos que controlar todo, sabemos que es difícil, que la gente en cuanto entra se le olvida la mascarilla», afirman.
Una hora más tarde, la plaza del Paraguas es destino habitual de un público más adulto. Jorge Menéndez advierte a reportero y fotógrafo en la puerta de su local y avisa: «No puedes pasar, estoy completo de aforo». Apenas siete personas se disponen a lo largo de la bancada de madera. «Creo que tienen más miedo a la desinhibición de las borracheras que a la acumulación de personas», sostiene Menéndez comentando el cierre de locales en Catalunya y la restricción de horarios en Cantabria. «En mis dos bares, el Paraguas y la Armónica, la clientela es responsable, pero quizás no es el público que más preocupa», indica. «Aun así, esto es Oviedo y en verano: turisteo y terraceo más que interior».
La una y media. La cosa se pone seria, hay más gente en la calle Mon y las patrullas de la Policía Local suben hasta la Corrada del Obispo. Todo controlado. «Sabemos que nos la jugamos, un positivo y nos cierran. Además esto es la capital y tenemos que dar ejemplo», destaca Sergio Fernández, dueño del Joker, el Metrópolis y el Nunca Jamás. Tres garitos que, antes del 14 de marzo hubieran estado a rebosar. Ya no. En la puerta del primero, el portero comprueba que los jóvenes están en lista para ocupar alguno de los reservados en los que ahora se ha convertido la pista de baile del pub.
«¿Cómo lo llevamos? Como se puede, tratando de cumplir. Nos la jugamos y el riesgo de que por dos irresponsables nos puedan cerrar está ahí», destaca. La ruta acaba en el Metrópolis pasadas las dos de la madrugada. De 90 a 45 personas de aforo, lamenta quien, pese a mantener público fiel, no da para cubrir gastos. «Abrimos todos los días de la semana para recuperar lo que dejamos de ingresar durante el confinamiento», comenta el dueño.
Avilés | Botellones y cachimbas
En Avilés hubo presencia de jóvenes desde las once de la noche haciendo botellón en el parque de El Muelle. Se observaban grupos de unas diez personas, y al estar bebiendo, la mayor parte del tiempo no utilizaban mascarilla ni guardaban la distancia de seguridad. También hubo algunos grupos pequeños con bolsas llenas de bebida en el parque de El Carbayedo, que se dispersaron al percatarse de la presencia policial, pero regresaban de nuevo cuando ya no había peligro de multa. Los agentes estuvieron haciendo rondas por la zona de Galiana durante toda la noche, advirtiendo a los clientes de las terrazas que intentasen guardar las distancias y que se pusieran las mascarillas. Por lo demás, buen ambiente en la mayoría de los locales, sin aglomeraciones y con la mascarilla presente, al menos mientras piden las bebidas en la barra. Llama la atención que algunos locales ofrezcan el uso de cachimbas en grupo en las terrazas, un servicio muy demandado desde primera hora. Se nota que los porteros de los locales cuidan el control de accesos en todo momento, manteniendo las distancias y solicitando a todo el mundo que se ponga la mascarilla para acceder.
En el interior de los locales, mesas separadas y grupos pequeños. Como el de Eduardo Respi, Loli Iglesias y Mónica G. en Le Mystic. «No hemos visto muchas aglomeraciones, pero hay un buen ambiente y la gente suele llevar mascarilla puesta». Creen, eso sí, que «dentro de los bares es más complicado que se cumpla, pero nos sentimos seguros y esperamos que no se cierren los locales de ocio, porque se está notando que la gente sale por aquí más que nunca y sería un palo para todos».
En los soportales de Galiana, Mireya García y Alfredo Suárez observaban desde lejos el comportamiento de algunos chavales. «Nos hemos fijado en que está de moda usar cachimbas en grupo en algunas terrazas y nos parece una irresponsabilidad, se tienen que contagiar de todo usando la misma boquilla», observaban. Y como conocedores de la noche avilesina, «sabemos de sobra que se sigue haciendo botellón en el parque de El Muelle, pero por Galiana y el Carbayedo hay patrullas de la policía vigilando durante toda la noche».
Juan Manuel Arias, hostelero de Le Mistyc, calcula que «todo sigue más o menos como en las últimas semanas. Es cierto que a raíz de que hicieran obligatoria la mascarilla se ha notado un ligero bajón, así que como hosteleros de la noche tenemos mucho miedo de que se cumpla la advertencia del Principado y nos cierren los bares. Sería un palo muy gordo, porque ya hemos estado cerrados mucho tiempo y entendemos que cualquier decisión se hace pensando en la seguridad de todos, pero es muy complicado controlar a todo el mundo». En su opinión, «la reducción de horarios también nos haría daño, porque la gente empieza a salir de verdad a partir de las tres de la madrugada».
Los agentes de la Policía Local tramitaron en la noche del viernes un total de 33 multas por no hacer uso de la mascarilla. Además, se gestionaron cinco actas de denuncia por estar haciendo botellón en el parque de El Muelle a pesar de la prohibición. Además, un establecimiento fue denunciado por permitir que su clientela hiciese uso del local a modo de pista de baile, mayoritariamente sin uso de mascarillas y ocasionando una aglomeración para su acceso al interior del bar.
Llanes | Huyendo de la Policía
En Llanes, mientras tanto, llegaba la prohibición del botellón con una ordenanza que ya regula esa práctica desde hace años. En la primera noche con la resolución del Principado en vigor, los agentes de la Policía Local se encargaron de recordar su existencia y de identificar a los infractores. Los hubo en el parking de El Sablón, donde varios echaron a correr tras detectar la presencia de los agentes, y en la zona de copas del Cueto Bajo. «Prefiero pagar cacharros que una multa», espetó uno de los jóvenes que bebía en la calle. Algunos lo hacían además sin mascarilla. Concienciar de su uso y multar llegado el caso es también tarea de la Policía llanisca, que se topa con todo tipo de excusas: desde «la perdí en la playa», «la dejé en el coche» o el manido «acabo de tirar el cigarro y por eso no la traigo».
Junto a la Guardia Civil, el cuerpo local realiza también controles en fiestas ruidosas en viviendas de vacaciones y en los locales de ocio nocturno. En la madrugada del sábado, tuvieron que cerrar un chiringuito de playa que estaba funcionando fuera de su horario.
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