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Ocho grados, sol radiante reflejado en la imponente bahía de Santander, con las montañas nevadas de fondo. Cientos de periodistas acreditados, arremolinados ante la entrada principal del majestuoso Palacio de La Magdalena, que corona la península santanderina. Ante la escalinata aguardan la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, y el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, junto a la alcaldesa de Santander, Gema Igual, aguardan la llegada de las autoridades a la Conferencia de Presidentes. El presidente de Melilla, Juan José Imbroda, y el lehendakari vasco, Imanol Pradales, son los primeros en llegar. Luego llegó el asturiano Adrián Barbón, con abrigo y bufanda, y una amplia sonrisa en su cara, el gallego Alfonso Rueda, el murciano Fernando López Miras... Saludos, apretones de manos, alguna sonrisa... Todo de muy buen rollito, con el murmullo de los periodistas de fondo. Unos comentaban las últimas noticias políticas, otros los partidos de anoche de las competiciones europeas, otros la gastronomía cántabra... Vamos, que lo normal.
Pero, de repente, el silencio se apoderó del Palacio de La Magdalena. Es como si el tiempo se parara y todo fuera a cámara lenta. Ni a los pajaros se les escuchaba cantar. Acababa de llegar Isa. No la hija de la Pantoja, qué va, sino Isa, la Presidenta. Así, con mayúsculas, como la dama de hierro del neoliberalismo europeo que es nuestra Ayuso. Como la gran diva de la derecha que es llegó, con sus pantalones negros, botas hasta la rodilla, chaqueta, blusa blanca con un botón desbrochado, bolso al hombro y el pelo cortando la suave brisa santanderina. Saludó muy cortesmente, guiñó a la prensa y entró en palacio. Y entonces, igual de repente que vino, el silencio se fue. De nuevo los murmullos, los pajaros recuperaban el canto y el todo arrancó de nuevo.
A continuación llegaron las tres superministras del Gobierno: la vicepresidenta y de Hacienda, María Jesús Montero, la de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, y la nueva ministra de Industria, Sara Aagesen. Llegaron cual ángeles de charly, melenas al viento y con paso firme. Y con un detalle que no pasó inadvertido. Montero se olvidó de saludar a la anfitriona, Sáenz de Buruaga. O suponemos que haya sido un olvido y que nada haya tenido que ver que la presidenta cantábra se haya convertido en los últimos meses en la Isa Ayuso del Norte, es decir, el ariete del PP contra Pedro Sánchez.
A las 9.35 horas llegó el Rey Felipe VI. Acompañado por el presidente del Gobierno, fue saludando a los presidentes de la comunidades -estaban todos, hasta el del País Vasco y Cataluña, gobiernos 'insumisos' en las últimas convocatorias-. Y de nuevo el silencio se apoderó de La Magdelana. Respiración contenida. ¿Se saludarán?, fue la pregunta que todos se hacían. Y sí, Isa y Pedro se apretaron las manos. Poco, pero al menos lo hicieron. Y nada más, ni sonrisas, ni guiños ni nada. Todo más frío que un pingüino en la Antartida. Como la Conferencia de Presidentes, vamos.
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