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LAURA MAYORDOMO
GIJÓN.
Lunes, 30 de diciembre 2019, 01:46
Es cierto que tras comer lechuga hay personas a las que se les hincha la tripa, pero no es algo que se pueda achacar a los gases que provoca esta verdura. Es la conclusión a la que llega un estudio en el que han ... participado investigadores del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA) y del grupo de Neurogastroenterología del Vall d'Hebron y Ciberehd, encabezados por el doctor Fernando Azpiroz. «Un hecho innovador es que este trabajo surge de observaciones previas hechas para una producción televisiva presentada por Alberto Chicote. A partir de ahí, demostramos científicamente que la capacidad de producción de gas por parte de diferentes microbiotas intestinales, de individuos distintos, es muy baja. Por tanto, la ingesta de lechuga en ensalada no es responsable de la hinchazón abdominal que notifican quienes sufren este problema», resume el hoy consejero de Ciencia, Innovación y Universidad del Principado, Borja Sánchez, uno de los autores principales del estudio, que fue publicado el pasado agosto.
En realidad, antes de que Chicote se planteara desmontar en su programa varios mitos relacionados con los alimentos, desde el punto de vista de la clínica, el doctor Azpiroz llevaba tiempo viendo pacientes -sobre todo mujeres- que le referían sentir hinchazón después de comer ensalada. «Es un problema clínico muy frecuente», dice, que no solo se achaca a la lechuga. También a la ingesta de otros alimentos o a un estado de nerviosismo o cansancio.
Para buscar las causas, requirieron la ayuda del IPLA, en cuyos laboratorios de Villaviciosa se llevaron a cabo los experimentos in vitro para simular el proceso de digestión de la lechuga y medir la cantidad de gas producido durante el proceso de fermentación. Para comparar resultados, se estudió también lo que ocurría ingiriendo fabes y carne de ternera.
Lo que demostraron los investigadores asturianos -el biólogo Borja Sánchez y el farmacéutico Abelardo Margolles- fue algo que ya sospechaban, que la lechuga «no pude producir mucho gas porque es un alimento muy poco rico en azúcares», señala Margolles. Sus estudios comparativos concluyeron que la lechuga libera una cantidad de gases muy inferior a la de les fabes y similar a la de la carne.
La confirmación de que esta verdura no genera tantos gases como le achacaban los pacientes llegó con la investigación clínica que se llevó a cabo en Cataluña. «Es verdad que se hinchan después de comer lechuga», subraya el doctor Azpiroz, pero eso no ocurre porque exista un aumento de gas en el intestino sino porque «empujan con el diafragma hacia abajo». Es un gesto involuntario que tiene como consecuencia la redistribución del contenido abdominal y el desplazamiento de la pared anterior del abdomen.
El problema tiene solución. Se trata de enseñar a los pacientes a controlar el diafragma. Aunque, advierte Fernando Azpiroz, «se trata de una técnica muy compleja». Por eso parte de los esfuerzos de su equipo se centran ahora en desarrollar una técnica «más simplificada, amplia y práctica» que permita controlar esta respuesta fisiológica.
La colaboración establecida entre el grupo de Neurogastroenterología del Vall d'Hebron y el IPLA para este trabajo tendrá continuidad en el futuro. De hecho, los investigadores de uno y otro grupo están inmersos ahora mismo en otro proyecto que trata de determinar cuál es el efecto de la dieta sobre la microbiota y las funciones digestivas.
Para ello, se sometió a los sujetos objeto de estudio a una dieta alta en grasa durante cuatro semanas y a otra, baja en grasa y alta en carbohidratos, durante el mismo tiempo. Ahora «estamos pendientes de analizar los resultados», concluye el doctor Azpiroz.
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