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Uno de los dos hermanos Sandulache, Cristian, condenado a 55 años por prostitución en Asturias, ha sido hallado muerto en la cárcel de Córdoba, donde cumplía una de las mayores condenas por proxenetismo en España. Había sido trasladado a la cárcel andaluza tras protagonizar graves altercados en el penal asturiano y permanecer durante un tiempo en una celda de aislamiento.
El tribunal de la Audiencia Provincial de Asturias declaró probado que los hermanos Sandulache; Cristian y Sebastián, lideraban una organización radicada en la zona centro del Principado y que se dedicaba, al menos desde el año 2010, a captar mujeres en Rumanía, su país natal. Cristian fue condenado a 55 años y su hermano a 53. Otros dos compinches fueron penados con 20 años de cárcel.
Los hermanos impartían las órdenes al resto de los miembros de la organización, también condenados, y en ocasiones, según el fallo, fingían que iniciaban con las mujeres una relación sentimental, y otras veces, al conocer su precaria situación económica en su país, les ofrecían una vida mejor para ellas y su familia en España.
Una vez que las mujeres llegaban a España, junto a los integrantes de la organización, éstos las obligaban «con violencia física y psíquica» a ejercer actividades de alterne y prostitución en distintos locales, durante los años 2011, 2012 y 2013, en clubs de alterne y prostitución ubicados en el concejo de Siero.
Además, retiraban la documentación y los teléfonos móviles a las mujeres, a las que se advertía que habían contraído una deuda con la organización por el precio del viaje y para impedir que huyeran las amenazaban de muerte incluso con objetos cortantes como espadas o katanas.
En este clima de terror, según consta en la sentencia, los miembros de la banda criminal anunciaban a las víctimas que «les podían causar males» a su propia persona o a sus familiares en Rumanía si no saldaban la deuda, estando obligadas a entregar los beneficios de la prostitución a los hermanos Sandulache.
Las jornadas laborales en los prostíbulos se iniciaban a las 17 horas y las mujeres tenían que permanecer hasta el cierre de los locales, que se producía en torno a las 4 ó 5 horas de la madrugada o hasta que no quedaba ningún cliente en los establecimientos, exigiendo a cada una de ellas, al menos, 200 euros diarios.
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