Cogersa incluyó en su planta mejoras para reciclar más, pero que encarecen la actividad

¿Qué explica que el tratamiento del residuo que más generan los ciudadanos cuadriplique su coste? La entrada en acción de la planta de basura bruta, una nueva fábrica donde 350.000 toneladas anuales de estos residuos serán tratadas para rescatar lo aún aprovechable. Se espera que el proceso al que se someta esa materia genere 160.000 toneladas de combustible sólido recuperado (CSR) de limitado poder calorífico. Para que alguna industria o incineradora acceda a quemarlo Cogersa se ofrece a pagar hasta 16 millones al año a quien consuma toda esa producción.

Lo cierto es que la planta finalmente construida es distinta a la que se anunció en etapas pretéritas. Pasa por ejemplo con el CSR. En 2017, cuando la instalación era la clave del Plan de Residuos 2017-2024 en tramitación, el entonces consejero, Fernando Lastra, aseguraba que el CSR producido sería «una cantidad relativamente moderada, 70.000 toneladas, es lo que prevé más o menos el plan». Esa era la cifra que repetía en distintos foros.

El estudio ambiental del plan calibraba siete alternativas tecnológicas, estimando producciones de entre 15.700 y 107.000 toneladas del CSR. En la versión finalmente aprobada del plan, en 2018, se autorizó la construcción de una instalación que produjera «al menos 86.280 toneladas» del CSR. Ese mismo año Cogersa licitó en un mismo contrato la redacción del proyecto, ejecución de obra y puesta en marcha, elevando a 133.400 toneladas las que esperaba recibir. Finalmente la planta a recepcionar tiene un potencial de producción mayor, de hasta 160.000 toneladas.

A este resultado se ha llegado introduciendo en la fase de proyecto mejoras técnicas que incrementan la eficacia desde el punto de vista de la recuperación de materiales, si bien también encarecen el proceso productivo. Los cambios fueron autorizados por los órganos de gobierno de Cogersa. Además de esas variaciones, el resultado final es más caro también por la subida del precio de la electricidad y porque la instalación procesa más cantidad de desperdicios, contando también con una plantilla mayor de la estimada en la fase de anteproyecto (con un coste salarial también superior al previsto). Por otra parte equipos más caros implican además un mayor coste de amortización a considerar en la tarifa final.