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Dice Clara Esther Rodríguez Guerra, del sindicato agrario Coag Asturias, que los productores de faba están «inquietos». Lo cierto es que, escuchando algunos de sus relatos, el adjetivo que más se acerca a algunas situaciones que describen es «desesperado». A las pérdidas por la que ya está considerada la peor cosecha de este siglo se suma la incertidumbre por la próxima cosecha. Semillas manchadas, tierras inundadas, ayudas insuficientes y números en rojo son la pésima base con la que tienen que empezar a trabajar. Eso y muchas dudas.
Porque aún no está claro que solo sea el hongo de la antracnosis el culpable de todos los males de la cosecha y, en ese caso, cuál de sus múltiples variades. Porque ante las cuestiones climatológicas hay poco que hacer. Y porque los productos fitosanitarios que pueden usar no están dando resultados. De todo ello se ha hablado hoy en una jornada organizada por Coag en la Casa de la Cultura de Grado sobre los avances en el estudio del hongo de la antracnosis, y que contó con la participación de Juan José Ferreira González, investigador del Departamento de Investigación y Servicios Tecnológicos del Área de cultivos hortofrutícolas y forestales del Serida.
Medio centenar de productores han llenado la sala, han escuchado las explicaciones del investigador y le han entregado muestras de semillas manchadas para que el Serida cuente con herramientas suficientes para la investigación de los agentes que están acabando con las cosechas.
En la charla se ha mencionado la posibilidad de que haya algún otro agente que esté afectando a las semillas. Y de la evidente incidencia del cambio climático. Un 2023 muy seco y un 2024 muy húmedo han complicado las cosas, además de las plagas. Eso, y la imposibilidad de utilizar determinados productos fitosanitarios por las restricciones legales europeas, lamentan los productores.
Entre ellos, Abel Fernández, productor de fabes en Arbón, que ha pasado de «llevarme el premio al mayor productor, con más de 10 toneladas, a contar con dos». Escucharle es escuchar una historia de amor al trabajo pero de muchas dificultades, de muchos años de dedicación pero de la firme convicción de que «habrá que abandonar». «Una meteorología mala, las restricciones fitosanitarias, la fauna salvaje, las mermas en las cosechas...«, relata, mientras mira a un cielo que no deja de echar agua y que está retrasando la preparación de la siguiente cosecha, que empezará »con una semilla ya enferma«.
Ante esta situación, Ferreira ha dado a los productores algunas pautas y consejos para preparar esa cosecha, como cambiar el cultivo de la finca si es posible, dejar cereal sembrado de un año para otro para conseguir una especie de saneamiento de los terrenos, no juntar las semillas y las líneas... Pero todos saben que serán parches.
Saneamiento. Usar cereales para sanear los terrenos.
Cambio de cultivos. Cambiar los cultivos de las fincas, si es posible.
Distancia. No juntar las semillas ni las líneas.
Investigación. Es la clave del futuro, pero los resultados no pueden llegar para la próxima campaña.
Semilla de calidad. El objetivo final es dar con una semilla de calidad que sea más resistente tanto a los cambios climatológicos o como a otros agentes que le puedan afectar, como los hongos.
Productos fitosanitarios. La investigación pasa también por saber qué productos pueden acabar con las plagas, porque hasta ahora no han sido efectivos.
Ayudas económicas. Son bienvenidas, pero insuficientes.
Y que el futuro pasa por la investigación. Lo dice Clara Esther Rodríguez y José Manuel García, productor y miembro de Coag. «Es el pilar fundamental». Pero, para ello, necesitan financiación. Así que ese es el siguiente paso: presionar a todas las Administraciones y entidades que pueden colaborar, como la Universidad de Oviedo, para destinar todos los fondos posibles. Saben que es una carrera de fondo y a largo plazo, que no va a solucionar la situación ahora, pero saben también que es la única forma para «conseguir una semilla de calidad que sea resistente y se adapte a las condiciones, para evitar llegar de nuevo a situaciones como esta y que muchas familias asturianas pueden seguir viviendo de la faba como hasta ahora». Desde Coag hacen un llamamiento a todos los productores para unirse a este fin común.
¿Y mientras tanto? Abel Fernández es pesimista. «Ya no hay semilla sana», dice. Habla de 30.000 euros de pérdidas en la última cosecha, de un 80% de lo recogido «para tirar», de una perspectiva «pésima». De los compañeros que ya conoce que buscaron otros trabajos para compaginar o que, directamente, abandonaron la faba. De la «desesperación» de comprobar que el negocio «es insostenible». Que «después de un año pésimo pensamos que no podíamos ver nada peor», pero lo vieron. Y el calendario dice que en dos semanas deberían estar preparando la próxima cosecha.
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