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El debate sobre la conservación de las especies animales y vegetales es poliédrico, no solo por la sobreabundancia de puntos de vista, sino también porque las realidades son muy complejas en el ámbito natural y varían mucho de valle a valle, de zona a zona. Simplificando mucho la discusión, en una semana en la que Asturias ha dicho adiós a la osa Paca y, con ella, a una concepción de la labor de concienciación ciudadana sobre los valores naturales, se puede decir que el 45% de los vertebrados que se consideran autóctonos en Asturias pertenecen a especies consideradas en riesgo en el Libro Rojo de la Fauna, editado por el Principado en 2007 y que según uno de sus autores, el biólogo Carlos Nores, «presenta un escenario muy similar al actual», si bien «ahora se está reevaluando, a nivel nacional» en colaboración con la Sociedad Española para la Conservación y el Estudio de los Mamíferos y en los próximos meses se dispondrá de los datos actualizados. Los últimos datos disponibles indican que Asturias tiene representadas 545 especies de vertebrados del total de 1.047 existentes en España. De aquéllas, 104 están en algún grado de amenaza (de 'vulnerable' a 'extinta', en un caso). Y otras 227 entran en las categorías de 'casi amenazada' (88) y 'preocupación menor' (139). Eso sí, nadie puede negar que osos y lobos son hoy mucho más abundantes en los montes que a finales del siglo XX. Y que los ganaderos son menos.
Si de algo sirvió la cautividad de Paca y Tola (y, todavía, de Molina) en el cercado de Proaza fue, como comenta el responsable de conservación de WWF España, el biólogo y zoólogo Luis Suárez, para que gracias a la divulgación científica y la labor de concienciación que ambas facilitaron durante más de tres décadas «hubiese un importante cambio de actitud hacia el oso. De ser perseguido por furtivos y algunos ganaderos, a ser el orgullo de Asturias, una seña de identidad». Y un potente reclamo turístico para la montaña asturiana.
Población aproximada: 370 El último censo fiable (2020-21) cifraba en 400 los osos pardos en toda la cordillera, la práctica totalidad en Asturias.
Situación Menos riesgo: Pero riesgo aún. Las poblaciones no se comunican y la riqueza genética se resiente.
De hecho, dos de los mayores expertos en el oso pardo en Asturias son extranjeros que vinieron a la región atraídos por él. Uno es el biólogo Vincenzo Penteriani, que trabaja en el CSIC en el proyecto colectivo Cantabrian Brown Bear, en el que colabora la Universidad de León. Otro, el francés Romain Guerin, fotógrafo que vive en Somiedo desde hace más de siete años en una comunión permanente con las poblaciones de oso y lobo -ha hecho seguimientos de más de tres semanas completos a ejemplares concretos para entender al pormenor su comportamiento, y es guía profesional con reconocimiento internacional-. Penteriani pone por delante un aviso contra el triunfalismo en los planes de conservación del oso pardo. Pese a que haya ya unos 400 ejemplares en la cordillera (unos 370 en Asturias, la mayoría en la población suroccidental), alerta de que «sigue muy por debajo del número mínimo de individuos que podría llevar a considerar el oso cantábrico fuera de peligro y para que se pueda realmente hablar de una población viable», si bien «se empieza a observar pequeñas expansiones fuera de la zona original de distribución en la cordillera. Por ejemplo, se ha detectado una expansión hacia el norte de Portugal, en Sanabria (Zamora) y cerca de Burgos».
¿Cuáles han sido las claves de la recuperación del oso? Penteriani lo tiene claro: se debe «al trabajo de los agentes de medio ambiente y los guardas de la Patrulla Oso. La labor continua de control del furtivismo y de indemnización de daños, además del contacto directo que tienen con agricultores y ganaderos, ha sido la verdadera razón del éxito de esta población».
Por otro lado, tanto Penteriani como Guerin coinciden en que el pilar principal para que el oso se asiente y prospere son los recursos alimenticios a los que tiene acceso. Se trata de un omnívoro que aprovecha casi cada oportunidad de saciar el hambre. Y en los montes asturianos -en los de Somiedo, en particular- tiene la ventaja de que «hay muchos tipos de bosque. En una pendiente tienes un hayedo y en la de enfrente, un robledal. En la zona baja de Somiedo tienes avellanos, y en la alta, escuernacabras», ejemplifica Guerin, que añade que «así tiene comida disponible casi todo el año».
En esta línea, Penteriani apostilla que «el oso pardo de la cordillera cantábrica no necesita de estrambóticos proyectos de incremento de los recursos tróficos -alimenticios-, generalmente muy abundantes en la cordillera», y recomienda centrar los esfuerzos en «reducir el uso ilegal de cepos y veneno, controlar las batidas de caza y endurecer las penas por los que infringen la ley de protección absoluta de esta especie».
Hay cosas que hacer si se quiere extender el hábitat del oso pardo en la medida de lo lógico y lo posible. Anota Guerin que al sur de la cordillera, en la comarca de Laciana, «lo que hay son robledales inmensos, que son buenos para alimentarles en otoño e invierno, pero no el resto del año». Y explica casos como el de «un oso radiomarcado en Villar de Vildas que el año pasado llegó a ir hasta Riaño (León) y luego hasta Galicia, para acabar volviendo a Somiedo». Otra actuación sería no tanto llenar los bosques del entorno de la autovía que parte en dos Asturias -a los efectos del oso- de árboles de fruto, sino «evitar de alguna forma que para el oso sea una barrera, para que las poblaciones se mezclen más».
¿Y por qué querríamos eso? Hay varias razones. Una, «que el largo aislamiento puede haber dado pie a que les haya ocurrido lo mismo que a los osos de los Apeninos, con un reducido número de ejemplares reproduciéndose entre sí, lo que podría dar lugar a cambios genéticos» no precisamente adaptativos, anota Penteriani. Otra, que no se habitúen a acercarse a las poblaciones en busca de comida fácil (en los contenedores de basura o en los huertos). Afirma el investigador italiano que «es bastante sospechoso que en los pueblos no existan desde hace años contenedores de basura que impidan a los osos abrirlos para buscar comida. No hay nada que inventar, existen en Norteamérica desde hace décadas». Y recomienda «no dejar frutales llenos de frutos sin recoger dentro de los pueblos ni en sus inmediatos alrededores», porque el oso entrará.
Luis Suárez marca una de las diferencias entre el oso y el lobo y su consideración social general. «El trato hacia el lobo no ha evolucionado tanto, ni en lo que se piensa en general de él, ni tampoco en la adopción de medidas de protección y prevención». Hace referencia, por ejemplo, a «los cortinos que en el occidente se usan desde tiempos inmemoriales para proteger las colmenas».
Población aproximada: 160-500 Los ecologistas dan la cifra más baja. Los cálculos más altos de los ganaderos hablan de más de medio millar.
Situación En expansión: La inclusión en el Lespre ayudó a su llegada a zonas antes no ocupadas. Hay unas 45 manadas controladas.
Ahora ya no son pocos los ganaderos que, incluso para el manejo en extensivo del ganado, adoptan medidas preventivas. Uno de ellos, del entorno de Navelgas explica que «he instalado treinta kilómetros de vallas para rodear todas las fincas, pero el lobo, si quiere entrar, entra. Excava galerías de más de metro y medio y pasa por debajo». Los baremos de la consejería de Medio Rural para el pago de daños incluyen incrementos en las cuantías para quienes tomen medidas preventivas, pero hablamos de un depredador puro, no de un omnívoro como el oso.
El jueves, en la reunión del Consejo Consultivo del Plan del Lobo, hubo posturas contrapuestas. Por parte de los ecologistas se afirmó que la población rondará los 160 ejemplares, con una media «de poco más de tres ejemplares por manada». Medio Rural, por su parte, expuso que la media ronda los nueve ejemplares, lo que situaría la población en un mínimo de 345 lobos. Y los ganaderos, según el lugar de Asturias en el que se hable con ellos, aseguran que «son, seguro, más de 500. El bosque sólo muestra la mitad de lo que tiene».
En una opinión que sustenta en datos, Carlos Nores apunta que «el lobo es un depredador de la cúspide de la cadena trófica, y necesariamente tiene que haber menos que lobos. De hecho, en Asturias no caben más lobos, porque se harían la competencia unos a otros». Los depredadores siempre tienen que ser menos que los animales de los que se alimentan.
Guerin, desde Somiedo, donde sigue habitualmente «a las tres o cuatro manadas que recorren estos valles a diario», indica que «diría que cada manada anda entre 4 y 7 ejemplares, aunque suelen moverse en parejas». Y da una clave interesante sobre la gestión del lobo y la eliminación de ejemplares: «el jabalí es la pieza principal para los lobos aquí, en parte por su sobreabundancia». Si se van a eliminar lobos, hay que hacerlo con mucho cuidado y seleccionando muy bien los ejemplares, porque «si se debilita a las manadas, lo más normal es que se vayan a lo más fácil, el ganado». Un ejemplo de esto: «En el valle de Saliencia hubo sarna que afectó a lobos. Quedaban sin pelo en invierno y tenían que comer el doble para compensar el calor corporal que perdían y, como estaban débiles por la sarna, lo que hacían era irse a los pueblos a comer lo que pillaban. Y se cebaron con los perros».
Población aproximada: 10 Hay cinco parejas reproductoras en los Picos de Europa. Hace dos semanas nacieron dos polluelos en Cantabria y uno en Asturias.
A tener en cuenta Al límite: Los intentos de reintroducción comienzan a tener éxito, pero la población sigue siendo muy escasa. La falta de zonas en las que los ganaderos se deshacían del ganado muerto dificulta su alimentación en libertad.
Población aproximada: 60 en el suroccidente Son alrededor de un quinto del total en España.
Situación Grave: Los centros de recuperación del urogallo en Ladines y en León hacen ímprobos esfuerzos para obtener polluelos de urogallo. En libertad se encuentran con cada vez menos zonas apropiadas para su cría (claros en los bosques), depredadores como la gineta e invasión de su hábitat por el hombre, en una especie muy sensible a la presencia humana. El norte de España es su límite sur, pues es una especie boreal.
En todo caso, el Plan de Gestión del Principado, que desde la salida del lobo del Lespre se va a poder volver a aplicar, indica que las retiradas de ejemplares se centrarán en machos, preferentemente solitarios o viejos, con expresa prohición de matar hembras, en particular si están embarazadas. Se trata de proteger la especie a la vez que se minimizan los daños. ¿Por qué así? «Porque si un lobo no está en la manada, ya no puede cazar jabalís, ni otras piezas salvajes como ciervos o incluso rebecos». Son cazadores sociales, con estrategias, mientras que los lobos solitarios tienen que optar por presas fáciles, como el ganado, en particular ovejas o cabras, con el añadido de que este tipo de lobos aislados, cuando tienen acceso a un rebaño «suelen entrar en lo que se conoce como 'fur killing'; su instinto primario les lleva a aprovechar para matar todo lo que puedan matar, aunque luego no puedan comerse a sus víctimas», de lo que esta misma semana ha sido víctima una ganadería de Loroñe (Colunga) esta misma semana. Casi la mitad de sus 26 ovejas muertas, a menos de un kilómetro de la playa.
Empieza hoy la temporada de pesca del salmón con el debate cada vez más presente entre los pescadores sobre si las capturas deben ser con o sin muerte o, incluso, si hace falta una moratoria, una veda total para que la especie se recupere. Luis Suárez, de WWF, le pone números: «en menos de un siglo se ha pasado de pescar 5.000 salmones al año a que la última temporasa apenas se precintasen 300. Con cualquier otra especie se habría impuesto ya una prohibición de capturas». Los ríos «están sufriendo una pérdida de biodiversidad, como se puede ver en especies como la anguila (cuya cría es la angula) o el desmán ibérico».
El debate sobre el salmón levanta pasiones, por el componente tradicional de la pesca deportiva. El salmón mueve mucho dinero, trae turismo -sólo el oso rivaliza como atractivo-, pero no son pocos los que alertan del riesgo de cargarse al salmón de las huevas de oro. Es más, al igual que le ocurre al urogallo, apunta Carlos Nores, el salmón se encuentra en el límite sur de su área geográfica de distribución, «y no es que más al norte esté mucho mejor». Un pequeño incremento en las temperaturas medias de los ríos podría dar al traste con él. Para atenuar el fenómeno, el Plan del Narcea-Nalón impuso un sistema de gestión que marcaba un mínimo de peces que tenían que quedar en el río al término de la temporada de pesca, pero la oposición a dicho plan llevó a su suspensión, mientras en otros ríos cantábricos, como el Bidasoa, llevan ya dos años de veda total. En Asturias, el Eo y el Esva prácticamente no ven ya salmones remontando, peligra el Cares y algo mejor, pero no en condiciones óptimas, están el Sella, el Narcea y el Nalón. Se impone un análisis desapasionado para garantizar su futuro.
Otra seña de identidad de Asturias es el urogallo. Luis Suárez cifra en «unos 300 en toda la cordillera» los ejemplares que quedan en España, de los que «el 20% están en el suroccidente asturiano». Este gran ave es muy sensible a la presencia humana y sufre «por la pérdida de claros en los bosques, que son su hábitat preferido». La competencia del sobreabundante jabalí no ayuda, como no lo hace tampoco la presencia de depredadores como la marta, la gineta o el visón americano, especie invasora por fugas y sueltas en granjas de Galicia y el norte de Castilla y León. Y esto introduce más elementos en un debate ya muy poliédrico.
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