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Turno para los especialistas. La sexta sesión del juicio por el asesinato de Javier Ardines se ha centrado en las declaraciones de los agentes especialistas en criminalística, volcado y análisis de teléfonos y revisión de las cámaras de Tráfico. Son guardias civiles con años de ... servicio que antes de hablar juraron decir la verdad o exponerse a una investigación penal. Lo que han expuesto ante el jurado popular es un carrusel de indicios que apuntala la versión de las acusaciones, esto es, que al concejal llanisco lo mataron entre los cuatro acusados en venganza por una infidelidad.
Pedro Nieva está en prisión provisional bajo la acusación de ser el autor intelectual del crimen. La fiscal aprovechó la presencia del agente que analizó su teléfono móvil para leer ante los ciudadanos encargados de emitir el veredicto cómo fue su descenso a los infiernos. Comenzó en diciembre de 2017, cuando grabó una conversación que su mujer (Katia) y Ardines mantenían a sus espaldas, subida de tono y de la que dedujo que existía una relación de infidelidad. A partir de ese momento Nieva escribe mensajes en los que muestra «el dolor que siente por dentro al sentirse traicionado. La temática de esos whatsapp son mostrarle a Katia lo roto que está dentro y que le cuente lo que ha pasado. Repite expresiones como 'me muero'», revivió el agente. «Su estado mental es de total desesperación«, agregó. Ella le preguntaba que cómo está. »Muerto de pena y dolor«, respondía él. »Te he querido más que a mi vida, recuérdalo siempre, mi amor«, añadía.
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Ese dolor habría ido dando paso a un control y hostigamiento creciente sobre Katia. «La martirizaba», aseguró el guardia civil. Nieva revisaba si ella estaba conectada al whatsapp a altas horas, le pedía explicaciones. De los mensajes se deduce que llega a cogerle el móvil a su mujer para revisar su contenido. Ella carecía de ingresos propios y él «la castiga con el dinero», cortándole el suministro, apuntó. Entre febrero y verano de 2018 hay un aparente apaciguamiento, «hacen vida de pareja», y los reproches de él se espacian, pero todo vuelve a saltar por los aires cuando Katia indica que quiere ir ese verano a Llanes. Es julio y Nieva reacciona revelándole la situación a terceras personas, hablando en las redes sociales de la infidelidad, mandando la grabación de los dos supuestos amantes a la mujer y a la hija de Ardines. «Es un acto de venganza. En un mensaje reconoce que buscaba hacer daño a Ardines», relató el agente. «Eso trastoca a Katia todavía más», valoró. «Y yo como una imbécil, sin saber que lo sabe todo el mundo», le escribe a él. «Ya has terminado de hundirme». «Ya no me puedes hacer más daño», abunda. «Piensas irte sin mí, todo el mes, como si nada hubiera pasado», defiende él. «Creo que te importa demasiado y que vives para ver lo que hace Javier«, lamenta Katia. »Será porque me ha robado el amor de mi vida«, justifica él.
«Mi vida está acabada», manifiesta Nieva. «Me quiero morir», llega a escribir. Cabe recordar que en su declaración como acusado había asegurado que pasados unos meses de considerarse engañado se había repuesto y asumido como inevitable el divorcio. La fiscal confrontó esa versión con lo que los mensajes del teléfono muestran de su propietario. «Es un hombre totalmente enamorado de su mujer. El 7 de agosto tiene una conversación con su hermana. La utiliza para contar cómo se siente. En ese whatsapp le dice que no sabe qué hacer porque la quiere con toda el alma. Muchos meses después de grabar la conversación sigue dando vueltas a cómo solucionar la situación«, describió el perito. En esas fechas escribe que no se esperaba que Katia quisiera ir pese a todo a Llanes, «que eso le ha hecho perder el Norte». El acusado termina haciendo un viaje relámpago a Llanes y tiene una discusión crítica con su mujer. Al término de la misma él regresa al País Vasco, pero la trifulca sigue vía telefónica. «Te tuve hasta miedo. Tenias una cara que parecía que me querías hasta matar«, afea ella.
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A Javier Ardines le mataron en la madrugada del 15 al 16 de agosto. Esa noche Nieva había mandado a su mujer una canción, 'Goodbye my lover'. Al día siguiente cuando Katia sabe que el concejal ha sido asesinado no lo duda. «Pedro, ¿qué has hecho?», le señala.
El agente que indagó en las cuentas del supuesto inductor dejó caer otro hecho. «Sabíamos que era casi imposible» encontrar una trasferencia para financiar el asesinato, reconoció. «En mi carrera sería la primera vez», dijo. «Lo que resulta extraño es que para hacer frente a sus pagos precisaba realizar continuamente entradas de dinero para que las cuentas no entren en números rojos, y ese dinero no entra desde otras cuentas», abundó. Mensualmente «necesitaba aportar 4.500 euros de una procedencia que no sabemos para hacer frente a los recibos. Es una cantidad bastante alta para hacer frente a esos recibos y sin que sepamos la procedencia», determinó, apuntando así a la facilidad del acusado para mover capitales en dinero negro.
La mañana también permitió ahondar en una de las claves a las que se agarran las defensas. En el lugar del crimen no hay huellas ni ADN de los cuatro acusados, pero los datos de los teléfonos vinculados a los supuestos sicarios casan con el viaje que hizo un Citroen Picasso desde Bilbao y que los peritos atribuyen «sin ningún género de duda» a Djillali Benatia, uno de los procesados. El agente que revisó las cámaras de Tráfico «con paciencia franciscana» lamentó que los dispositivos en Asturias y Cantabria no graban las imágenes, por lo que solo pudo hacer su trabajo con los registros de Vizcaya. Su reconstrucción asegura que los dos asesinos habrían salido de Bilbao a las 3.09 de la madrugada. Una cámara grabó a un Citroen difícil de confundir, pues tiene «un techo solar que cubre el 80%» de su techo, barras laterales y los faros traseros también son peculiares, indicó el especialista. Los 202 kilómetros hasta el lugar del crimen los habrían hecho a una velocidad media de 133, respetando los radares. El agente no dudó en este punto. «Es posible hacerlo así, yo mismo reconstruí ese viaje», indicó. Habrían acabado con Javier Ardines pasadas las seis de la mañana y a las 7.45 el mismo vehículo fue fotografiado en un peaje a la entrada de Bilbao. El precio que pagaron, indicó el agente, acreditaría que venían desde Cantabria.
El turno de los agentes que reconocieron el lugar del crimen y al cadáver permitió saber que en al zona había pisadas y marcas, pero la gravilla no permitía determinar si eran anteriores o posteriores al asesinato. Al jurado se le mostraron fotografías sobre las heridas de la víctima y cómo quedaron sus ropas para que entendieran el tipo de ataque que sufrió. Mañana se reanudará el juicio con la declaración de dos agentes más y la viuda e hijos de Javier Ardines.
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