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OLAYA SUÁREZ
OVIEDO.
Martes, 16 de noviembre 2021, 00:49
La fiscal le preguntó ayer a Katia Blanco, esposa del presunto inductor del crimen de Javier Ardines, si en el momento en el que encontraron el cadáver del que era su amante creyó que podía haber sido su marido. Contestó que sí. «Sí, lo pensé». ... Pero a día de hoy, tres años después, con su marido en prisión acusado formalmente de asesinato y tras una exhaustiva investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, con una tasa de resolución de crímenes cercana al 100%, considera que su marido, Pedro Nieva, «no es el responsable de la muerte de Javier». Siguen casados, aunque ella asegura que su matrimonio hace aguas desde hace más de cuatro años. «No está la firma del divorcio porque no se ha podido», apuntó, sin aclarar ese impedimento.
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Pero lo cierto es que ayer trató de exculpar a su esposo a lo largo de la hora y cuarto que declaró en el juicio por el asesinato de Javier Ardines. Testificó de forma contundente e, incluso, desafiante. «No creo que mi marido haya matado a Javier», dijo en dos ocasiones, aunque sí reconoció que le envió a su marido el mensaje «Pedro, ¿qué has hecho?» tras saber que a su amante lo habían asesinado. A preguntas de la fiscalía sobre si creyó que lo podía haber matado su esposo, Katia contestó: «Sí, pensé entonces que lo había matado, pero bueno, matarlo así... No sé, pero sí le pregunté por eso». Eso sí, se escudó en que supuestamente el capitán de la Guardia Civil de Gijón le acababa de preguntar, según su versión, si su marido era celoso. Según ella, le hizo esa pregunta dos horas después de que apareciese el cadáver en el camino de Belmonte de Pría, en la propia escena de la muerte violenta, y sin que los agentes hubiesen empezado a tomar declaración a los testigos y además desconociesen en esos momentos que Katia mantenía una relación oculta con la víctima (lo negó en una primera declaración, días después, y no lo confesó hasta finales de agosto).
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Esa misma postura de la tensión con la Benemérita la mantuvo para relatar cómo habían sido sus encuentros con la Guardia Civil durante la investigación. Fue llamada en dos ocasiones a declarar al cuartel y aseguró que esos encuentros fueron «súper desagradables». «Todo el rato me estuvieron diciendo que mi marido era celoso, pegaron incluso un puñetazo en la mesa y me dijeron que si me estaba riendo, les contesté que no era cosa de risa, me llegué a sentir muy, muy incómoda», añadió. «Si lo queréis detener, bajad, está abajo, que me ha traído en coche, pero mi marido ni es vengativo ni agresivo».
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Durante el interrogatorio la fiscal Belén Rico mantuvo los envites que Katia hizo con expresiones desafiantes (al menos en veinte ocasiones le espetó: «¿Y?» «¿Y qué?» «¿Y?» cuando le plateaba conversaciones y mensajes en los que aseguraba sentirse agobiada y controlada) y le mostró e hizo referencia a conversaciones en las que la propia Katia le contaba a su hermana que «la situación insostenible que vivía»: «En esos momentos no estábamos bien, nos íbamos a separar, y esos mensajes son de una persona dolida y mal, pero en ningún momento Pedro me ha controlado, ni ha hecho nada malo, no soy una mujer a la que se me controle fácil», aseguró.
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Sobre lo de que su marido orinó encima de una camisa, cambió ayer de versión: «Supongo que me la salpicaría de pis porque estaba justo al lado del retrete». A su hermana le comentó por teléfono que se la había tirado al suelo y la había orinado. «Lo de que tenía celos del perro también es mentira», aseguró . Katia declaró por videoconferencia desde el juzgado de Durango. Durante su testimonio, su esposo, presente en la sala del juicio, apenas miró de soslayo a la pantalla en la que se la veía a ella y permaneció muy serio y con los ojos vidriosos, escuchandole decir que «le negué a mi marido que tuviera una relación con Javier» o «eran unas relaciones de hacía unos cuatro años, había mantenido algo con él de cría, pero no se prolongó durante treinta años», dijo, contradiciendo su declaración ante la Guardia Civil, en la que sí explicó que esos encuentros sexuales se habían prolongado durante tres décadas.
Durante la mañana del juicio también han declarado dos agentes de la Guardia Civil que participaron en las investigaciones y que explicaron brevemente lo que encontraron en el registro domiciliario de Maamar Kelii, uno de los presuntos sicarios. «Dos spray de pimienta y diez teléfonos móviles».
Como testigo intervino muy brevemente el propietario de la finca de Belmonte en la que se encontraban las vallas con las que tendieron la emboscada a Ardines. «Había unas 80, estaba abierta y podía acceder cualquier personas desde el camino», dijo. El juicio continuará hoy con la declaración de más testigos.
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