La segunda sesión del juicio del 'caso Ardines' la ha consumido el interrogatorio de dos de los acusados: Jesús Muguruza y Pedro Luis Nieva. La Fiscalía y la acusación particular sospechan que el primero fue quien consiguió a los sicarios que ejecutaron el asesinato ... supuestamente ideado por el segundo. El móvil del crimen serían los celos de Nieva al enterarse de que su mujer y Javier Ardines mantenían una relación sentimental a sus espaldas.
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Los dos procesados han deslizado en sus declaraciones que existe un posible testigo sorpresa, llamado Julián y que residía en el momento de los hechos en Bilbao. Esta persona no habría sido interrogada hasta el momento y según los dos acusados corroboraría que el viaje que hicieron juntos a Llanes no fue para preparar el asesinato, como cree la Guardia Civil, sino para reparar un tejado. Sacar ahora la posible existencia de ese testimonio trata así de alimentar la duda razonable en el jurado, en un momento en el que la lista de testigos que van a comparecer ya está cerrada, por lo que difícilmente se podría citar al sujeto, en caso de existir.
Al margen de esa maniobra, los focos hoy estaban en Nieva, quien ha comparecido inalterable, recordando un sinfín de detalles de lo ocurrido antes y después del día de autos, aquella mañana de agosto de 2018. Según su versión de los hechos, él estaba en Amorebieta. En la víspera asistió a un cumpleaños familiar y había bebido. Se levantó tarde y conoció la noticia por su mujer, que estaba en aquellas fechas veraneando en Llanes. «Ella pensó que había sido yo, que había ido a pegarle, y le dije que no tenía nada que ver», recordó.
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La relación se había deteriorado nueve meses antes. Según Nieva, ocurrió de casualidad, comiendo con su mujer y con Ardines. «Estaba enredando con el móvil y me fui al baño. Al volver seguí», dijo. Solo por la noche se habría percatado de que había dejado el dispositivo grabando durante esa ausencia y que la conversación entre su mujer y Ardines evidenciaba que mantenían una relación íntima. «Al día siguiente nos marchamos de Llanes«. ¿Qué hizo usted? ¿Le dijo algo a su mujer? »No. Al principio te sientes mal, decepcionado. Se lo conté a mi hermana, a algún amigo que te veía mal. Al cabo de unos días ya se lo dije. 'Es que he descubierto esto'. Ella me dio una explicación y ahí seguimos«.
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Nieva no ocultó el mazazo. «Es una decepción», indicó. «Pasado un mes o dos te rehaces. Fuimos a un psicólogo de pareja porque lo dijo ella. Se va distanciando la pareja, se pierde el enamoramiento«, relató. En su versión ante el jurado popular y guiado por las preguntas de su abogado, Francisco Javier Beramendi, ahondó en esa vertiente de hombre dolido, pero contenido.
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«No soy ni celoso ni controlador, como se me está poniendo», aseguró. Como ejemplo expuso que tras saber aquello su mujer fue a Llanes a un evento familiar en el que estaría Ardines y del que él no participó por trabajo. También recordó unas fiestas en Amorebieta en la que su mujer salió por su cuenta. En el verano fatídico de 2018, sostiene Nieva que «ya habíamos acordado que nos íbamos a separar. Había contactado con un abogado«. Reconoció que mandó a la hija de Ardines la grabación que hizo de los amantes. «Es un error que cometí», asumió. ¿Por qué lo hizo? «Para que supiera por qué nos íbamos a separar y por qué no iba a Llanes. Creía que su mujer también merecía saber la situación», respondió.
Nieva se mantuvo en su papel de hombre aparentemente tranquilo, tratando de hacer ver que está en el banquillo por una suma de casualidades. Aseguró que del fracaso de su matrimonio no responsabilizaba a Ardines, que tuvieron ambos una conversación «larguilla» en la que no mediaron amenazas ni reproches. Que el propio Ardines se ofreció a reunir a los dos matrimonios para tratar el asunto. «No culpo a Ardines de lo sucedido, llevábamos 24 años casados y la relación se va deteriorando«, manifestó. Al entierro de la víctima no acudió porque entendía que «no tenía que estar ahí», que era «en la estricta intimidad».
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Cuestionado así el móvil, su parlamento se fue centrando en hacer lo propio con los indicios que lo señalan. Dijo no conocer de nada a los dos supuestos sicarios, reiteró que el viaje a Llanes con Jesús Muguruza fue por una filtración de agua en un tejado y que estuvieron acompañados del tal Julián. Que la noche de autos estaba en su casa, con su teléfono móvil cargando sobre una base pero que lo conectó para revisar los mensajes. El dinero en metálico que se incautó en su empresa habría procedido de las ventas y no eran para financiar el crimen. Tenía armas, sí, en la empresa y cartuchos en su casa. «Nunca han estado juntos» para evitar accidentes con los hijos. Si hizo una consulta en internet sobre pruebas de ADN fue por casualidad. «Vamos, no tengo ningún tipo de duda de la paternidad de mis hijos. Al principio de la relación estábamos muy enamorados, estábamos siempre juntos. Cuando viajábamos a Llanes y mi mujer se quedaba por ahí ya habían nacido nuestros hijos. Ella se quedaba mes o mes y medio, yo soy autónomo y no podía cogerme tanto tiempo«, expresó.
Antes que él había habado Jesús Muguruza, quien reconoció que eran amigos, y que a Djillai Benatia lo conocía de coincidir pescando. «En ocasiones hablábamos de trabajo» pero poco más. El acusado echó el resto para cuestionar a los agentes que lo arrestaron. Según dijo, al entrar en su domicilio «le pusieron la metralleta en la cabeza a mi hijo porque no se despertaba, mi mujer se puso en medio«. Aislado, asegura que fue llevado en varias ocasiones al hospital y que los médicos indicaban que con los niveles de azúcar que presentaba debía quedar ingresado para evitar un ictus. «El grupo policial decía que no, que no, que no. Me pinchaban, me metían vías, insulina», evocó.
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La fase de interrogatorio a los procesados termina así, con los cuatro negándolo todo y echando tierra sobre el trabajo policial, con un posible testigo sorpresa que sale a colación ya cuando las citaciones se han cursado y es complejo verificar su existencia y lo que supuestamente vio. El viernes se retomarán las sesiones y esta vez será el turno de que hablen los investigadores de la Guardia Civil quienes, a diferencia de los acusados, tienen la obligación de responder con la verdad.
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