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Compañeros de Ángel Suárez-Valdés (con jersey malva su hermana Mati), rodean la placa que colocaron en la sala de Iberia. JOSÉ SIMAL
«Cuando me casé con él, sabía que lo hacía también con Iberia»

«Cuando me casé con él, sabía que lo hacía también con Iberia»

Una placa, un acebo y un multitudinario homenaje convierten en inmortal a Ángel Suárez-Valdés, el trabajador más longevo del aeropuerto asturiano

Chelo Tuya

Gijón

Miércoles, 6 de diciembre 2023, 00:43

Antonio Trevín, ahora portavoz del PSOE en Llanes, pero antes presidente del Principado y delegado del Gobierno en Asturias. Juan Vázquez, ex rector de la Universidad de Oviedo. Felipe Fernández, expresidente de Cajastur. Santiago Menéndez de Luarca, exconsejero de Medio Rural. Flor Melón, exjefa de Protocolo del Principado. Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias. El aeropuerto de Asturias pareció convertirse ayer, durante unas horas, en el hall del Reconquista en la mañana de la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Representantes de los más diversos estamentos de la sociedad asturiana coparon gran parte de la zona de facturación de la terminal regional para el homenaje, sincero, cariñoso, multitudinario, a alguien que firmaba como Ángel Suárez-Valdés Fernández, pero que era para todos, y será para siempre ya Angelín, 'el de Iberia'.

Justo un año después del fallecimiento, por una repentina enfermedad, del eterno jefe de escala de la aerolínea en la región, su familia, sus amigos y todos los que le conocieron quisieron dejar claro que «Angelín seguirá siempre aquí». Y lo hará en forma de placa, con una precisa caricatura de su imagen, en la oficina de Iberia en Asturias.

Y, también, en forma de acebo, en los parterres del aeropuerto asturiano. Porque, como sentenció su viuda, Pilar Castro Cimadevilla, «Ángel no me engañó, cuando me casé ya sabía que lo hacía con él y con Iberia. Él se puso enfermo en casa, pero su mente quedó, para siempre, en este aeropuerto».

Un discurso que subrayó con una sonrisa, la que quisieron buscar todos «porque Angelín era, sobre todo, eso, una sonrisa». Juan Vázquez le recordaba «como mi alumno de Económicas» y tiró del eslogan de Aena «nos dice ahora que pensemos en un día sin aeropuertos. Cada vez que paso por aquí, yo pienso en un aeropuerto sin Angelín».

Porque, como señaló Teresa Sanjurjo, «le echamos mucho de menos», ya que era, sobre todo, «el que lo solucionaba todo. Cuando tú estabas al borde de un ataque de nervios, él te daba la solución con una sonrisa», recordó Antonio Trevín. Soluciones que pasaban «hasta por lo más rocambolesco. Como cuando mi mujer y mi suegra, muy enferma ya de alzhéimer, quisieron embarcar en Málaga. Mi suegra nollevaba DNI y sólo se me ocurrió llamar a Angelín». Y solucionado. La mujer embarcó.

Una ayuda que daba «sin distinción. Cuando era alumno mío, bromeábamos con que nos trataría mal en el aeropuerto si le suspendía», rememoró Juan Vázquez. «Decía él que si todos pensáramos igual, pensaríamos poco», recordó Seni Arbesú, compañero de fatigas «pese a que éramos diferentes en todo. Pero, con él la diferencia no era distancia, sino también amistad».

Lágrimas

Palabras que escucharon sus hermanos, especialmente Mati, que fue, como él, una de las caras más reconocidas de Iberia. O Ramón, su vivo retrato. O su cuñada, Ana Castro, que se encargó de leer la semblanza ante el acebo plantado en su honor. «No aguanté el tipo», reconocía entre lágrimas, consolada por su hermana.

Porque, como dijo José Antonio Leiva, jefe de servicios y comercial del aeropuerto, «era una persona excepcional». Una «de la que todos aprendimos, amaba su profesión y aquí pasó tantas horas», según señaló su compañera de Iberia Raquel Pendás, Porque, como resumió otra de sus compañeras, Alnair Vivanco «una buena persona no se entierra, se siembra y queda entre nosotros para siempre». Y Angelín, el de Iberia, sigue en el aeropuerto.

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