Ilustración de Mari Luz Gutiérrez Ania

«Amor que crece y no se muere, amor que sigue y nunca acaba»

La familia de Marcelino Gutiérrez, director de EL COMERCIO hasta su prematuro fallecimiento el domingo 24 de septiembre, quiere agradecer las numerosas muestras de cariño recibidas

Domingo, 8 de octubre 2023, 01:45

La familia de Marcelino Gutiérrez González queremos agradecer las numerosas muestras de cariño recibidas tras su repentino fallecimiento. A todas las personas que forman parte de la gran familia del diario EL COMERCIO y del Grupo Vocento, a los compañeros y compañeras de profesión de ... otros medios de comunicación, a todas las entidades, instituciones y amistades que nos estáis arropando en estos días tan dolorosos, muchísimas gracias.

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En las dos últimas semanas se han realizado homenajes emocionantes y se han sucedido artículos y semblanzas que nos han conmovido y reconfortado. Como se ha destacado, Marcelino fue un periodista y un asturiano de vocación y convicción que se dejó la piel por intentar construir una Asturias mejor. Una Asturias impulsada por su capacidad de innovar y emprender, y apoyada en el enorme potencial de sus valiosos recursos, sobre todo humanos. Una Asturias levantada sobre el conocimiento, el respeto y salvaguarda de su historia y su cultura, y protectora con las personas y colectivos más desfavorecidos, a quienes debe prestar especial atención por ser quienes más lo necesitan.

Fue un hombre reflexivo, discreto y humilde, pero con la fuerza de un titán, que hizo todo lo que estuvo en su mano por contribuir al progreso de nuestra sociedad, poniendo siempre a las personas y a sus necesidades en el centro. Porque Marcelino fue, ante todo, una persona sensible y comprometida que, en la medida de sus posibilidades, intentó hacer que el mundo fuera más confortable para quienes estaban a su alrededor.

Permitidnos corresponder a tanto cariño, compartiendo que, además de todo lo dicho, Marcelino fue, especialmente, un extraordinario hijo, marido, hermano, cuñado, tío, nieto y sobrino, que cuidó con suma delicadeza y generosidad sus raíces y se preocupó hasta el extremo del bienestar de su familia. Y, sobre todo, Marcelino fue padre. Un padre excepcional que amó con devoción y por encima de todo a Mari Luz, transmitiéndole lo que era y potenciando que ella fuese todo lo que quisiese ser. Su referente, su mentor, quien cada noche le narraba los acontecimientos del día para luego reflexionar juntos sobre su trasfondo y sus posibles consecuencias. El que le inculcó desde pequeña que quien hoy lee será la persona que luego explique el mundo. Y que la vida consiste en luchar por lo que se cree y dormir con la tranquilidad de estar siendo honesta.

Hoy Mari Luz es la voz y la esperanza de nuestra familia. Y quien, en el contexto más difícil, desde el desgarro de esta terrible orfandad que va mucho más allá de los necesarios afectos, ha querido ilustrar el amor a su padre, con el fin de agradecer el apoyo que estamos recibiendo e intentando evocar el ingente legado que Marcelino nos deja. Un inmenso amor que nos llevará siempre de la mano, protegiéndonos y guiándonos a cada paso. Un amor que, como escribió su admirado Ángel González, crece y no se muere, un amor que sigue y nunca acaba.

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