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herías (illano).
Domingo, 7 de abril 2019, 04:54
A Carmen Rico Murias le empieza a fallar la memoria, pero recita de carrerilla la fecha exacta en la que se casó y cómo fue aquello. «No tenía ni 20 años, yo era de un pueblo que se llama Is y él me cortejó. Nos ... casamos en el mi pueblo y luego todos los de la boda fuimos a caballo, por un alto, hasta llegar a la casa familiar de mi marido. Es un buen camino pero es que de aquella no había carretera». Bueno, no había eso «ni luz, ni agua, ni teléfono, pero el pueblo estaba lleno», observa.
Hoy enHerías (Illano) la luz y el agua sirven sobre todo a los emigrados que regresan de fin de semana y el teléfono lo usan los lugareños para estar en contacto con los hijos que huyeron. «La carretera no llegó aquí hasta el año 1975, cuando ya me había largado. Si la hubieran puesto antes quizás muchos habríamos quedado», lamenta Fernando Fernández Rico, 'expatriado' que regresa siempre que puede para acompañar a su madre. El contraste es evidente. En su niñez, para ir al médico había que coger el caballo, descender al pantano, usar una lancha y así alcanzar el sitio donde estaba el autobús. «Echabas cuatro horas en llegar, toda una aventura», indica.
Poner una carretera con la que remediar esas penurias facilitó la comunicación, pero funcionó más como un puente de plata para quienes querían huir antes que como activo para atraer población. Es una lección para otros. Hay quien advierte de que el AVE en regiones de periferia acabará teniendo el mismo efecto.
Las peticiones en las parroquias en el epicentro de la despoblación son más modestas. «Aquí el internet va muy despacio, el médico se supone que debería venir al menos los lunes pero como somos pocos ya ni eso, la carretera es muy estrecha y hay que repararla», diagnostica José Antonio García, el excartero que mejor conoce la veintena de pueblos que componen Ponticiella.
Daniel López, el rapaz de la parroquia, dejó hace poco de estudiar y su decisión repercutió en todos:desde entonces ya no para el único autobús que quedaba. «Lo perdimos y, como el taxista que teníamos se jubiló, no tengo manera de moverme de aquí», lamenta Olivia García. Hace unas semanas el corazón del marido dio un susto y el enfermo tuvo que respirar largo, despacio, entretenido hasta que llegara la ambulancia.
El especialista en despoblación José María Delgado dijo esta semana que «ni el alcalde ni el agricultor es tonto, saben las posibilidades que tiene su territorio y no piden que les pongas una fábrica, pero sí acceso al médico». Los afectados le dan la razón. «Esto no hay quien lo recupere, es verdad, pero tenemos muchas casas vacías de gente que viene los fines de semana, a veces con críos, y para mantener eso era bueno que mejoraran las comunicaciones», avala García.
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