ALEJANDRO L. JAMBRINA
Jueves, 23 de febrero 2023, 02:17
Hay un dicho popular muy extendido que dice que cuando alguien se muere en un día de lluvia es buena señal porque su alma irá directa al cielo. En tal caso la sardina del Antroxu avilesino debe de ser una santa porque ayer fue enterrada ... con los mismos honores de siempre, pero bajo un diluvio que empañó los actos fúnebres con los que se cierra el carnaval avilesino.
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Pese a todo, el de ayer fue un entierro de la sardina irreverente y descarado, como debe ser el broche de oro de una semana de fiestas antroxeras multitudinarias. La Cofradía del Santo Entierro de la Sardina se dio cita a las siete y media de la tarde en la plaza del Carbayo y sus cofrades, ataviados con túnicas negras y atechados bajo una sombrilla, recitaron el testamento de la difunta sardina, con la tradicional letanía de reproches a los poderes fácticos que rigen este mundo nuestro lleno de penurias, y al son del llanto de las plañideras que no sabían bien si derramaban lágrimas por el deceso del 'pescao' o a consecuencia del mal tiempo.
«Adiós al 2022, un año preñao de injusticias y sinsabores, de guerras que comienzan, de guerras endémicas de muchos lustros que continúan, de invasiones, de sometimientos, de intolerancias, de marginaciones, de persecuciones, de restricciones, de imposiciones, de cercenar la libertad de opinar, de pensar, de decidir, de delimitar la libre circulación de las personas en un mundo que debería ser más libre, tolerante y solidario», declamó el testamentero bajo su paraguas, con el tono irreverente y crítico que caracteriza a este acto.
Después se acordó de multitud de personalidades a las que dedicó un pequeño recuerdo, no siembre bienintencionado. Se mentó a la alcaldesa, Mariví Monteserín, también al presidente Putin, al magnate Elon Musk, a Shakira, Ayuso, Barbón e incluso al difunto Papa, Benedicto XVI.
Justo después la comitiva fúnebre se puso en marcha y procesionó con el 'cadáver' de la sardina hasta la plaza de España. Allí su cuerpo se colocó en una estaca, como marca la tradición, y se quemó ante el poco público que desafió a la lluvia.
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Hizo falta, eso sí, un buen chorro de gasolina para que ardiera en condiciones, pues parece que la providencia no quería que el Antroxu avilesino se diese por terminado y este año costó algo más de lo normal convertir a la sardina en cenizas.
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