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El centro de Pola de Siero estaba este lunes, a primera hora de la tarde, repleto de romeros con su camiseta blanca y el pañuelo azul anudado al cuello. Todos ellos estaban esperando ansiosos para emprender la tradicional subida hacia el prau, entre gaitas, tambores y trompetas. Estos sonidos anunciaban que el día de fiesta solo estaba comenzando porque lo mejor todavía les estaba esperando en su meta: La Sobatiella.
Allí el ambiente recordaba que la normalidad ha vuelto a nuestras vidas y eso, inevitablemente, emocionaba a los habituales de la cita. Era el caso de Sara Jordán, Rocío Tejada y Cristina Rodríguez quienes reconocían que «en 32 años viviendo en la Pola, nunca habíamos pasado tanto tiempo deseando ese momento». De hecho, una de ellas hasta reconocía que «según pisé el prau, lloré».
Esa emoción era lógica y a ella se sumaban Covadonga Rodríguez y su grupo de amigos, quienes llevaban pensando en esta fiesta «desde la última vez que se celebró porque, aunque salimos por Pola los años anteriores, no era lo mismo. Este es El Carmín de verdad», aplaudían. Y con ellos estaba de acuerdo el exfutbolista Javi Venta, quien celebraba la vida, entre sidra, amigos y familia. «Cuando estaba en activo, me perdí el Carmín muchos años porque no era compatible con el deporte y, ahora que puedo, intento venir siempre y disfrutarlo con los míos». Su deseo entonces era alargar la noche «hasta que el cuerpo aguante» y prometía no defraudar, aunque «ya vayamos cumpliendo años».
Da igual la edad porque ya se sabe que El Carmín es una fiesta que no sabe de números, allí conviven mayores y pequeños, que, de paso, van aprendiendo las tradiciones. En el grupo de Sara Rodríguez, se mezclaban bebés y adultos para celebrar «un Carmín diferente a los de la juventud, con hijos, pero muy divertido igual». Está claro que la folixa no deja de prestar por mucho que las circunstancias de uno cambien, lo sabe el cronista de Siero, Juanjo Domínguez, quien celebra «todas las fiestas muy bien». Da gusto.
Ojalá todos los allí presenten las festejen en condiciones para evitar que Policía Local, Protección civil y el punto lila tengan demasiado trabajo. A lo largo de la tarde, ya habían atendido diecinueve incidencias, y eso que la afluencia no era este año tan masiva como en los veranos previos a la pandemia. Lo comentaba la propia concejala de Festejos, Ana Rosa Nosti: «Está la cosa muy tranquila. Hay menos gente que otros años, a pesar de que el tiempo nos acompaña». A los allí presentes poco les importaban la cifras porque la cosa era disfrutar del regreso de la normalidad.
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