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El catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín se ha visto obligado a retirar nueve artículos –ocho de ellos publicados en la revista Journal of Biological Chemistry. El otro, en Nature Cell Biology– en los que figura como autor principal, acompañado de otros 24 coautores, al detectarse en ellos ciertas irregularidades. La Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de EE UU, responsable de la primera de las publicaciones, sostiene que en esos estudios aparecen algunas imágenes duplicadas, otras rotadas 180 grados, experimentos aparentemente reutilizados en estudios diferentes y otras «manipulaciones inapropiadas». Son, en palabras del propio Otín, «defectos en la preparación de algunos paneles». «Fallos» que, asume, «no deberían haber estado ahí nunca», pero que «no tienen ningún impacto» sobre el mensaje principal de los artículos. Es decir, que la validez científica de los resultados publicados se mantiene intacta. En el caso del aparecido en Nature Cell Biology, «los autores no pudieron localizar los datos numéricos utilizados para elaborar algunos gráficos». En este caso, y tras una investigación del grupo de López-Otín en colaboración con la revista, «se consideró que la retirada del artículo era la alternativa más correcta», según explicaron ayer el director del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOA), Antonio Fueyo, y sus dos predecesores en el cargo, Aurora Astudillo y Carlos Suárez Nieto, en un comunicado en el que defienden abiertamente la labor científica del investigador más destacado del Instituto y uno de los más citados en su campo. También el rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, y el consejero de Educación, Genaro Alonso consideran que la solvencia de sus investigaciones está fuera de toda duda.
Los estudios retirados describían la identificación de nuevos genes de proteasas y una caracterización preliminar como enzimas proteolíticos. Según el catedrático y Premio Nacional de Investigación en 2009, «en la comunidad científica no existe la más mínima duda de que dichos genes existen, que tienen la secuencia de nucleótidos y aminoácidos que se describe en estos artículos, que se expresan en los tejidos que se muestran, y que son enzimas proteolíticos». Además de haber sido citados «por más de 800 artículos», los hallazgos que se describen en los estudios del equipo de Otín han sido «ampliamente validados» por la comunidad científica. En ese tiempo, «nunca habían sido cuestionados por los expertos en el campo de investigación y sus resultados principales han abierto nuevas líneas de investigación, continuadas hasta la actualidad, en diversos laboratorios internacionales», abundó el IUOPA en un comunicado.
Experimentos repetidos
Hace cerca de un año que en redes sociales comenzaron a circular informaciones sobre las presuntas irregularidades en investigaciones desarrolladas en el laboratorio dirigido por el bioquímico de origen oscense y publicadas en revistas científicas. «Ataques virulentos y difamatorios», según el IUOPA. El propio López-Otín dice que no tuvo conocimiento de esos «fallos» hasta que Journal of Biological Chemistry «nos contactó solicitando información» respecto a esos artículos. En respuesta a esa petición, su grupo remitió a la revista las imágenes originales, «que respaldaban sólidamente los resultados presentados en dichas figuras». Además, se repitieron los experimentos en aquellos casos en los que, debido al mucho tiempo transcurrido, los datos originales ya no estaban disponibles. Yse obtuvieron «los mismos resultados».
Por esta razón, «reconocimos, no sin vergüenza, la existencia de dichas faltas en los paneles afectados». «De haberlo sabido en algún momento a lo largo de los casi veinte años que han transcurrido desde la publicación de los artículos, mi acción hubiera sido la de corregir dichas figuras y pedir disculpas a la comunidad científica por no haber detectado la existencia de dichos errores», aseguró ayer López-Otín a EL COMERCIO.
Su grupo de investigación planteó la posibilidad de publicar una corrección. Lo que es factible en otras revistas no lo es en el caso de la que edita la Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de EE UU. Ésta no ha suscrito el código de conducta COPE, al que sí se han adherido más de 9.000 revistas científicas y que, en casos similares, recomienda la publicación de una corrección. «Lamentablemente, el JBC no tiene en cuenta si el estudio es válido o si ya ha sido ampliamente validado por los autores y por otros grupos». De ahí que el Journal of Biological Chemistry le exigiera la retirada de los ocho artículos. Una medida, a juicio de los directores del IUOPA, «desproporcionada».
Tampoco sirvió de nada la petición que le hicieron llegar medio centenar de científicos españoles e internacionales –coordinados por el biólogo molecular Juan Valcárcel, investigador y profesor del Centro de Regulación Genómica de Barcelona– que habían revisado los trabajos cuestionados y consideraron menores los errores señalados. Subsanables con una corrección que no dejara un vacío en la literatura científica.
«Si los resultados mostrados en un artículo son ciertos, los experimentos reproducibles y los resultados han sido validados por la comunidad científica, ¿cuál es el beneficio de la retirada de los mismos?», se preguntaba ayer López-Otín. «Esta decisión es dañina tanto para la ciencia como para los científicos», lamentó.
Para los responsables del IUOPA, «el hecho de que los autores hayan ofrecido repetir los experimentos o hayan decidido retractarse del artículo, así como la aceptación de la validez de las conclusiones centrales del mismo, alejan toda sombra de duda sobre presuntas intencionalidades en las deficiencias detectadas».
Ante lo sucedido, la Universidad de Oviedo «se reserva su derecho a emprender acciones judiciales para preservar el buen nombre y la reputación de nuestra institución así como en defensa al derecho al honor y la propia imagen de los miembros de nuestra comunidad universitaria en el ejercicio de sus labores investigadoras, docentes y de gestión». El rector fue contundente en su respuesta. Al igual que lo fue para defender a su investigador estrella. El Comité de Ética de la Universidad abrió en su momento una investigación que determinó «la solvencia» de sus investigaciones.
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