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GUILLERMO MAESE
GIJÓN.
Jueves, 5 de noviembre 2020, 01:58
Todo cerrado. Gijón amaneció con sus comercios y establecimientos hosteleros con las persianas abajo. Algunas cafeterías, «porque la necesidad ahoga», han optado por reinventarse y ofrecen café para llevar desde la puerta de sus negocios. Nada en la calle Corrida, histórico eje comercial ... de la ciudad. Tampoco en el paseo de Begoña. Más actividad en la calle Uría, donde se aglutinan comercios que tienen permiso para abrir: librerías y papelerías, floristerías, ferreterías, supermercados y kioscos; un espejismo que no muestra ni mucho menos la realidad de una ciudad que vuelve a sangrar por una herida que no termina de cerrarse.
Hubo quien no entendió o no quiso entender las excepciones en el cese obligado de la actividad. La Policía Nacional, en la única intervención que se conoció en toda la mañana, acudió a una mercería junto a la plazuela San Miguel para cerrar el negocio, cuya propietaria había decidido abrir, incluso con empleadas. A su llegada los agentes tuvieron que desalojar el local, en el que había clientes. Pero ni para los que pueden abrir hay un mínimo consuelo. «Desde que decretaron el cierre perimetral, el consumo se ha reducido muchísimo», lamenta Noelia Martín de la ferretería Linacero, en El Llano.
A las once de la mañana una nueva concentración de los hosteleros llenó la plaza Mayor. «La hostelería no es el problema» o «el verdadero virus es la incompetencia política» eran algunos de los mensajes que se podían leer en las pancartas de las decenas de manifestantes que se dieron cita. Y no pararán, porque hoy la plataforma Todos Somos Hostelería ha convocado una nueva manifestación, que saldrá a las 12 horas de los Jardines de la Reina. Se trata de la plataforma que había organizado la movilización del pasado 28 de octubre. En esta ocasión animan también a los comerciantes a unirse a la concentración pacífica.
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Las nuevas restricciones aprietan al comercio local que ve comprometida su campaña de Navidad; la más importante del año. «Me han matado, vivo una situación caótica y aún no sabemos las ayudas que nos van a dar», lamenta el hostelero José Miguel Merino. Nieves Fernández, desde su tienda de ropa en el barrio de La Arena, coloca -cerrada al público- toda la ropa que había pedido para la campaña navideña. «No hay quien los entienda. Yo había cumplido con las normas y estamos pagando porque no se han atrevido a cerrar solo la hostelería», comenta indignada la empresaria.
Esperan ayudas «mientras solo llegan restricciones». Pero aunque aseguran cayendo al vacío sin red, muchos no pierden la esperanza: «Saldremos de esta; ya se verá cómo y cuándo, pero saldremos», indican. Por delante quedan quince días que serán eternos y que pondrán a prueba su resistencia.
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