La histórica nevada en Madrid está causando situaciones de pesadilla para los asturianos que tenían que entrar o salir a la capital. Es el caso por ejemplo del centenar de viajeros que tenían billete ayer para el vuelo IB0480 con salida desde Barajas programada ... a las 19.50 y llegada al aeropuerto de Asturias a las 21.05. Iberia les fue asegurando a lo largo de la jornada que despegaría, lo que finalmente desembocó en tenerles encerrados en la aeronave durante horas, con las ventanas cubiertas de nieve y sin que el aparato se moviera de su posición.
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«Fue un agobio total, pasamos dos horas y media encerrados», recuerda Álvaro Carroquino, uno de los ocupantes que necesitaba llegar a Asturias por motivos de trabajo y familiares. Con antelación y viendo las previsiones meteorológicas, juzgó más prudente no emprender la ruta por carretera y comprar el billete de avión. «Pensé que Iberia y Barajas garantizarían el desplazamiento y que si las condiciones no estaban para volar nos cancelarían sin más problemas», razona. El viernes por la mañana la aerolínea le remitió un mensaje anticipando que habría retrasos y cancelaciones en el aeropuerto y que los clientes debían estar pendientes del estado de los vuelos. Es lo que hizo. Comprobar una y otra vez qué pasaba con la conexión y ver que la compañía la mantenía.
El gijonés acudió al aeropuerto «con bastante antelación» por si las conexiones a Barajas se complicaban. Llegó antes de las seis de la tarde. Las pantallas mantenían el vuelo a Asturias programado y en hora. Por las ventanas se divisaban nieve acumulada en parte de las pistas. «Nos metieron en el avión con toda normalidad y a la hora exacta, pero una vez cerrada la puerta, el piloto nos comunicó que por parte de la tripulación estaba todo correcto y listo para salir, pero que teníamos que pasar por una pista de deshielo y debían quitarnos hielo de las alas y otras partes del avión», cuenta. Esa primera previsión era de un retraso de hora y media «que podía ser más».
El nerviosismo empezó a cundir en parte del pasaje. La normativa permite a las aerolíneas aprovechar todas las plazas del avión al entender que los sistemas de ventilación impiden la dispersión de las temidas gotículas, por lo que los viajeros siguen viajando juntos, con la mascarilla puesta. Uno de los ocupantes sin embargo empezó a manifestar que carecía de sentido tenerles encerrados en el aparato ese tiempo y que era más seguro que les permitieran volver a la terminal. El hombre pidió explicaciones al sobrecargo, quien le detalló las garantías del sistema de ventilación y el protocolo que se sigue en estos casos. «Fueron atentos y transparentes, pero la sensación es que no estaba muy previsto cómo actual ahora con el covid ante estas situaciones», valora el asturiano.
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Las ventanas, queda dicho, estaban tapadas por el temporal de nieve, así que la principal fuente de información llegaba a través de los teléfonos móviles y la megafonía. Conforme empeoraba la meteorología, el comandante informó que solo quedaba una pista disponible para despegar, y que había que esperar pues quedaban otras 18 aeronaves por delante. «A un señor le dio una especie de ataque de ansiedad y pidió bajar; se lo permitieron y nos dieron la posibilidad de hacer lo mismo en ese momento explicando que solo lo podríamos hacer en ese momento; no vi a nadie más que se marchara», relata. En estos momentos solo está permitido desplazarse entre comunidades por motivos familiares y laborales y a bordo iban viajeros que no tenían tampoco dónde dormir en Madrid.
Parecía una cuestión de tiempo, pero los minutos pasaron sin que la aeronave se moviera. Con la calefacción alta y más de un centenar de ocupantes, se empezaron a dar las primeras discusiones entre quienes defendían que la tripulación solo estaba cumpliendo órdenes y los que protestaban por no mantener la puerta abierta en tanto se solventara la situación. «En un momento dado alguno se levantó a hablar con amigos de otras filas y pasó lo habitual, la típica discusión sobre si llevas bien o no la mascarilla», evoca el gijonés. La angustia se extremó cuando por el móvil los asturianos empezaron a enterarse de que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, había decretado el cierre del aeropuerto madrileño. «La noticia llegó al comandante, que por megafonía dijo que no eran esas sus instrucciones, que desde la torre de control le aseguraban que en unos 40 minutos podríamos despegar», reproduce el pasajero.
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Al final, 20 minutos después se dio la instrucción de bajar de un avión al que se habían montado dos horas y media antes, sin que se hubiera movido un solo centímetro. «Fue un caos; he cogido otros vuelos desde que estamos en pandemia y siempre se procura que a la hora de salir lo hagamos por filas, sin aglomerarnos, pero ayer estábamos muy agobiados, la situación era muy delicada y se lió un poco en el pasillo». Dentro del aeropuerto el escenario no fue mucho mejor. «Eran como las diez de la noche, no había Cercanías y quedaba una hora de metro; nos dijeron que fuéramos a los mostradores de Iberia para protestar pero allí había una cola enorme, y gente advirtiéndonos que estaba prohibido grabar o tomar fotos de todo ello», indica. El avión de los asturianos no despegó, cosa que sí pudo hacer el que llevaba al Real Madrid a Pamplona, tras esperar unas tres horas para salir. Pese a todo, Ávaro Carroquino se considera «un afortunado» al repasar la «aventura»: «Yo al menos vivo en el centro y tenía metro para volver; allí se quedó mucha gente que venía de fuera y no tenía sitio para pasar la noche».
Antes de terminar el fatídico episodio, Iberia le mandó un mensaje comunicándole que le recolocaban en un vuelo que debía salir hoy por la tarde de Barajas. «Ahora ya me dicen que mañana», indica. El asturiano asume que la meteorología impidió el vuelo y que ese era un escenario altamente probable, pero se queda con la sensación de que «les faltó previsión porque esas horas de angustia eran evitables».
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