Belén Cortés y Adrián Bárez, ante la Santina durante su parada en Covadonga. PABLO NOSTI

De boda con las botas puestas

Belén Cortés y Adrián Bárez vinieron para asistir a un enlace en Llanes, pero no quisieron irse sin ver los Picos de Europa

ANA RANERA

GIJÓN.

Martes, 5 de julio 2022, 01:42

Apenas le quedan recuerdos en la memoria a Belén Cortés de su primer viaje a Asturias. Esta madrileña, afincada en un pueblo de Cáceres, había estado en el Principado de niña, pero según confiesa, mientras visita Covadonga, «me acuerdo de muy pocas cosas de aquella vez». Por eso, le pareció que tener una boda en la localidad llanisca de Hontoria era la excusa perfecta para quedarse y conocer a fondo nuestra región, desde la costa hasta las alturas.

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Estos días de vacaciones eligió pasarlos junto a su pareja, Adrián Bárez (salmantino, de Ciudad Rodrigo), y lo primero que hicieron fue disfrutar del enlace como se merecía. «Fue en un sitio con un jardín precioso e hizo un día muy de aquí, lluvioso y nublado», contaban. Pero no había ni un atisbo de crítica en sus palabras, ni muchísimo menos, más bien, lo decían como un halago porque les parece que «Asturias tiene muchísimo encanto». Hacía hincapié en esto, sobre todo, Adrián que «nunca antes había venido y me está gustando mucho», asegura.

Para descansar después de la fiesta nupcial, esta pareja se quedó varios días en Poo y aprovechó para «visitar Llanes y hacer todas las sendas costeras que encontramos por esa zona, por ejemplo, estuvimos en Celorio», señalaban. «Fuimos buscando la tranquilidad de las playas y aprovechamos todos los ratos que salió el sol», proseguían.

«Atacaremos la ruta del Cares, subiremos a Bulnes e iremos también al Urriellu»

Con las pilas ya recargadas, decidieron adentrarse a las montañas asturianas porque ellos son amantes de la naturaleza. «Queremos conocer los Picos de Europa y nuestra primera parada la hemos hecho en Covadonga», contaban precisamente frente a la Santina. «Subimos a los Lagos antes de venir a la basílica y, aunque estaba bastante encapotado y chispeaba, pudimos verlos muy bien y, además, apenas había gente», detallaban. «La niebla no nos ha impedido hacer una ruta por allí y ha sido muy agradable, la verdad».

Y, con las botas aún puestas, bajaron a la basílica, en la que se quedaron un rato, ante el sepulcro de Don Pelayo, leyendo la inscripción y recordando la leyenda. Esa fue su última parada, antes de encaminarse al hotel para, de nuevo, reponer fuerzas. «Vamos a descansar porque mañana atacaremos la ruta del Cares», explicaban. No será esa su última excursión, porque esta pareja no conoce las agujetas y seguirá, en los siguientes días, conociendo nuestras montañas. «Queremos subir a Bulnes y hacer una ruta por la vega del Urriellu». Sí, Urriellu, porque ellos ya están muy integrados en la región y ni se les ocurre hablar del Naranjo de Bulnes.

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Y, al salir de la Santa Cueva, la pareja no necesitó beber de la fuente de los siete caños para casarse en un año, como reza la leyenda, porque ya tienen un hijo en común, «así que ya estamos mucho más unidos que por una boda», se reían.

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