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BELÉN G. HIDALGO
BELMONTE DE MIRANDA.
Miércoles, 6 de marzo 2019, 04:00
En la parte más alta del pueblo belmontino de Castañedo, la Unidad Militar de Emergencia (UME) aún mantenía ayer desplegados sus efectivos con una misión muy concreta: custodiar la casa de la vecina Margarita Fernández. Por su ubicación y al estar rodeada de monte, ... los servicios de extinción de incendios optaron por instalarse a las puertas de su casa para que, en caso de que las llamas se envalentonasen, pudiesen ponerles freno y salvaguadar 'Ca La Lina', la vivienda en la que nació esta mujer de 77 años que se niega a abandonar esa casa que con tanto esfuerzo rehabilitó como tributo a los orígenes humildes de su familia tras jubilarse. «No lo puedo evitar. Estoy atacada de los nervios», afirmaba Margarita, achacando a su edad este temor. «Bendita la hora en que esta gente se acercó a defender la casa. Me dan paz y me sentí muy arropada. Sé que son muy eficaces», dijo con la mirada puesta en los miembros de la UME. «Son muy atentos», confesó, agradecida, por el trato de los militares que, además de su trabajo, la tranquilizaron, «lo primero son las personas», recordó uno de ellos.
La angustia de Margarita comenzó la tarde del domingo. Rememoró como su familia, que acudió a visitarla, le preguntó cómo podía respirar con todo el humo que había en la zona. «Soy asmática. El domingo no se veía, estaba todo cegado por el humo. Todavía hoy, al pasar el paño en la casa había cenizas y desde el domingo no abro las ventanas pero se cuela por todos lados», indicó esta vecina que presumió de calidad de vida asegurando que «luego aquí depuras».
Margarita no podía dejar de halagar a los militares, mientras explicaba que habían acudido al monte a prevenir esa misma mañana el avance de las llamas. «Conozco muy bien ese monte. Yo subía allí con el ganado, pero eran otros tiempos. Entonces estaba todo limpio y subías con unas alpargatas que atabas con una cuerda. Hoy está todo abandonado y no hay quien entre», lamenta esta vecina.
No es la única en el pueblo que comparte la admiración por los militares y la sensación de abandono en la que se encuentran. Apenas unos metros más abajo vive Valentín Álvarez, que se mostró «más tranquilo», aunque reconoció que «hasta que no llegó la UME aquí no se veía. Ya pasó hace unos años, pero no vino el ejército. Está todo abandonado y queman para pastos. Además, debería haber más limpieza en los montes y pistas para que pudiesen entrar camiones como los de esta gente», dijo señalando a los miembros de la UME.
Mientras, en Soto de los Infantes, la imagen de las grandes llamas y las densas humaredas era sustituida por montañas calcinadas. Se respiraba mejor y no había el trajín de la jornada del lunes, con la UME instalada en el área recreativa. «El susto ya pasó, pero mis nietos llegaron a preguntarme si nos iban a desalojar», recordó Aladino Fernández, vecino de Soto de los Infantes, sobre las últimas horas del domingo, cuando todo se complicó.
Durante la mañana de ayer los esfuerzos de los equipos de extinción desplegados en Salas se centraban en la estabilización del incendio, pues según indicó el jefe supervisor de Bomberos de Asturias, Óscar Rodríguez, quedaban solo dos puntos calientes en el flanco oeste. Se había logrado dar por controlado y estaban pendientes de las rachas de viento anunciadas para la media tarde, que podrían reavivar algún punto. Sucedió pasados unos minutos de las seis, en la zona más próxima al embalse de Calabazos, donde no tardaron en operar los medios aéreos para contener el foco, que devolvió el olor a humo a la zona.
En el resto de la comarca occidental se regresaba poco a poco la normalidad. En Cangas del Narcea los incendios permanecían controlados. Sucedía lo mismo en Salas y Valdés. En Allande, el pueblo de Trapa y la zona del Valledor, que resultaron afectados por las llamas el domingo recuperaron su dinámica cotidiana sin temor a que se reavivase el fuego. No obstante, en la mente de los vecinos aun pervive aquella oleada de incendios de octubre de 2017. Sin restar importancia a las dimensiones calcinadas en Soto de los Infantes, que permiten considerarlo gran incendio al superar las 500 hectáreas, Rodríguez no dudó a la hora de afirmar que existe un aspecto que diferencian aquellos fuegos de éstos. «Fueron peores porque afectaron a núcleos de población», recordó.
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