El acusado de matar a Alejandro Canteli en La Arena «bebía mucho» y es «muy nervioso»

Junto a él declararon las dos personas que se encontraban en el domicilio en el momento de los hechos. El dueño de la casa, J. M. F., y su pareja sentimental, M. V., otro hombre de origen rumano y conocido del acusado «desde pequeños», al haber sido vecinos en el país de origen de ambos. Los dos testigos coincidieron en que el acusado bebía mucho todos los días y el 4 de noviembre hizo lo propio, aunque «no dentro del domicilio».

Según el relato de la Fiscalía, el acusado había discutido ese día con Fernández-Canteli y con el propietario de la casa, al que tiró al suelo tras darle dos puñetazos. Tras esto, D. R. D. dio un golpe al cristal que recubría uno de los cuadros de la vivienda, causándose lesiones a sí mismo en las manos que le serían curadas por la víctima. Los testigos corroboraron el relato, asegurando que el acusado había llamado a Fernández-Canteli para ir a La Carriona, en Avilés, a «comprar marihuana», una petición a la que la víctima se negó junto al propietario de la casa, causando la fuerte discusión. Tras la pelea con el propietario, este se trasladó a su habitación con su pareja, por lo que ninguno de los dos presenció el momento en el que D. R. D. apuñaló a Alejandro Fernández-Canteli. No obstante, V. M. pareja del propietario, sí aseguró haber oído golpes e insultos entre ambos desde la habitación. Cuando salieron de ella se encontraron a Alejandro Fernández-Canteli «sangrando mucho». Los testigos también aseguraron que el cuchillo con el que el acusado presuntamente apuñaló al artista no se encontraba a la vista en ninguna parte de la casa, sino guardado en el cajón de la cocina.

La defensa del acusado, que pide la libre absolución, considera que D. R. D. no se encontraba en sus plenas facultades en el momento de los hechos, motivado por el estado de embriaguez y «nerviosismo» habitual que describieron los testigos.

El acusado, de 27 años, llegó a España con el propósito de «encontrar una vida mejor». Sin embargo, residió en Francia durante una temporada donde se le abrió un juicio. Ante el «miedo a ir a la cárcel», volvió a España donde se instaló con su conocido y la pareja de éste en San Juan de La Arena. Según relató el dueño de la casa, los tres vivían de su pensión de 400 euros y de pedir en la calle cuando el dinero se acababa. El acusado solía gastarse el dinero en bebida, tabaco y droga, una situación de la que la víctima estaba tratando de sacarle, además de ayudarle con el idioma. La Fiscalía pide veinte años de cárcel, cinco de libertad vigilada y la expulsión de España al pasar al tercer grado. Hoy continuará el juicio.