EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Martes, 8 de marzo 2022, 01:15
«Avanzamos, sí». «Pero...». Es lo que responde la mayoría de las 22 mujeres asturianas de entre 21 y 46 años consultadas por EL COMERCIO sobre si creen que la sociedad ha mejorado en materia de igualdad. El avance se nota, sin duda, «sobre todo ... en concienciación social y visibilidad», aunque según la periodista ovetense Alejandra Matallanas, de 34 años, aún hay que «consolidar» el trabajo hecho con «políticas públicas dotadas con presupuesto». La empresaria Marina Pérez Quirós, que regenta en Gijón una bombonería, reconoce que «se han logrado muchos cambios movilizados por el feminismo, que sigue en auge, y seguimos luchando porque cada vez estemos más cerca de lograr la igualdad real». Todas aprecian esa mejoría, aunque los 'peros' pesan todavía demasiado. Como empresaria, dice, y aunque «ya todos nos imaginamos a una mujer en un puesto de responsabiliad», tiene la sensación de que «las mujeres tenemos que demostrar el doble para que se nos reconozca lo mismo». «Algunos clientes me han tratado diferente por ser mujer», reconoce Elena Mayor, directora de hotel.
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«Creo que muchos de los avances en las empresas son estéticos, pero cuando rascas, la desigualdad está ahí. Aunque haya más mujeres, si metes a todas en un departamento y ese tiene peores condiciones que los demás no es igualitario», remarca la pedagoga gijonesa Irene Ramos, quien añade que los trabajos relacionados con el cuidado «tienen peores condiciones y están peor valorados». A sus 27 años, recuerda también que «la noche sigue siendo un lugar incómodo o de peligro para nosotras: cuando sales y le das tu ubicación en tiempo real a tu familia o amigos por si acaso, o cuidas tu copa por si acaso, o te vistes linda, pero con cuidado, por si acaso». La joven langreana Dana Presa advierte de que «debemos prestar atención a los micromachismos, que podemos encontrar también en nuestros padres y amigos aunque no se den cuenta. Es necesario hacerles entender que deben erradicarlos».
«Todas nos hemos sentido intimidadas en algún momento: en el bus, la calle, en redes sociales...», coincide la avilesina Fiora Corona. Una situación más dura sufrió la ovetense Alejandra González, de 39 años: «Dos chicos me increparon y, como no les hice caso, me tiraron al suelo», cuenta. También Sara Pantoja, a sus 21 años, confiesa haberse sentido agraviada «cuando de fiesta un hombre no entiende un 'no' por respuesta, a veces hasta que dices que tienes pareja y asumen que es un hombre. A veces volviendo sola a casa de noche o cuando los hombres, incluso amigos, hablan por encima de mi o me cortan la conversación».
La única forma de avanzar es «educar en la igualdad y en la diversidad, desaprender lo que hemos venido aprendiendo». Porque, considera la química avilesina Berta Arenas, «desde pequeñas se nos enseña que hay cosas que por el hecho de ser mujeres no podemos hacer». En este sentido, «la educación en igualdad hay que trabajarla en casa, pero también en el colegio», remarca Sheyla Fernández desde Avilés. Algo en lo que está de acuerdo la hostelera mierense Sara González y la lotera luanquina Silvia Nicolás.
Hablan, estas jóvenes asturianas, de corresponsabilidad. «De educar en el reparto del tiempo, la dedicación personal, para que cada uno pueda desarrollarse a sí mismo y romper esos cánones que creo que mi generación todavía arrastra», reflexiona la artista plástica gijonesa Cynthia Díaz, que cree que «las mujeres seguimos asumiendo los roles del cuidado de nuestros familiares cercanos y hay un sentimiento de culpa que nos arrastra más a nosotras y nos pesa por los cánones sociales y la educación que recibimos». «Hay que revisar el ámbito del hogar, del cuidado de la casa, los niños...», afirma Patricia Antuña, de Avilés.
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Prácticamente todas se muestran de acuerdo en que resulta vital que se avance «en la conciliación de la vida familiar con la laboral». Según Arantxa Arroyo, es, sin duda, «una de las asignaturas pedientes». Cuenta, incluso, que cuando intentó ascender en su puesto de trabajo «me dijeron que no sabían si el área de personal aprobaría la promoción porque, a mis 32, estoy en una edad para ser madre». La administrativa Sandra Álvarez «hubiera sido madre antes si hubiese una conciliación real». Y a Marina Pérez Quirós le encantaría, «pero sinceramente, no veo la manera. No es realista sin tener que renunciar si quiero mantener mis aspiraciones laborales». Las mujeres «todavía tenemos ese estigma» porque «se ha avanzado poquísimo en materia de conciliación en cualquier escalala del mundo laboral, seas funcionario o empresario».
Al convertirse en madre, la ingeniera Yohana López Taboada también comenzó a considerarse feminista, «poco a poco y sin saberlo en algunos casos». «Hubo un cambio importante en mí: choqué con un montón de ideales». El trabajo, el primero. «Te encuentas con que tienes que tener la suerte de estar en una empresa concienciada con el fomento de la maternidad y ves cómo muchas no lo tienen fácil, cómo las bajas son muy cortas y obligan a dejar a bebés de 5 meses en la guardería durante ocho horas, en el mejor de los casos». Y cuando te reincorporas, «se asume que tu rendimiento tiene que ser mismo y al mismo tiempo tienes que ser la mejor en casa».
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La experiencia, a nivel personal, también tambalea tu identidad. «Das a luz y todo el mundo asume que tú ahora te vas a levantar y dar el pecho, hacer la comida y cosas que trastocan todo tu ser. Tú, como mujer, quedas en un segundo plano. Si te sales de eso, te hacen sentir que no eres buena madre o que no te preocupas lo suficiente». Es fácil perderse a sí misma, cree, «salvo que tengas a alguien que te recuerde quién eras antes de ser madre, que no te defines solo por eso y que tienes unos gustos y aficiones compatibles». Es decir, que la maternidad no sustituye tu identidad. Choca, además, «darte cuenta de que tu pareja, aunque pensaras que era abierto y moderno, también es machista y debe ir acompañándote en ese proceso y reeducándose». «Quiero mucho a mi hija, pero considero que debo mantener mis intereses precisamente para darle ejemplo», concluye, insistiendo en que «la educación es la base de todo».
En definitiva, cree la maliaya Tamara Tuero, «queda mucho por hacer y las reivindicaciones aún son necesarias». «El feminismo debe llevarse a la práctica todos los días», apunta Silvia Nicolás, y la opositora candasina Marta García incide en que «la igualdad es una meta que debe involucrar a toda la sociedad». «El feminismo cogió voz, espacio y representatividad -admite Carmen Codesal-, pero la sociedad aún no está empapada del todo». Como hacen en estas páginas estas 22 mujeres, cree Ileana de los Ángeles que «debemos ir todas por el mismo camino para que nuestra voz se escuche».
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Han colaborado Rosalía Agudín, Beatriz Muñoz, Alicia G.-Ovies, Marta Varela, Gloria Pomarada, Ángela Rodríguez y Alejandro Fuente.
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