El aumento de osos pardos ofrece la opción de exportar esbardos a otras zonas

En este marco, los expertos en materia aprovecharon la reunión para tratar ciertos temas de actualidad en cuanto al oso pardo, como por ejemplo su mayor presencia en las aldeas rurales, o el aumento de población de los mismos. «Debe ser un orgullo para todos que hayamos conseguido que se revirtiera una situación de una especie que se nos iba de las manos, que estaba en peligro de extinción, a una demostración clara e incuestionable», afirmó Guillermo Palomero.

A través de datos recopilados en el censo 2016-2018 se estimó, con técnicas genéticas, que actualmente la población de osos en la Cordillera Cantábrica se situaría en torno a los 350 osos. Ahora que ya se ha ultimado un nuevo censo genético, se prevé un crecimiento mayor al comprobar que la población continúa en líneas de ascenso, tal y como han confirmado los expertos,

Las autoridades cántabras están a la cabeza de este nuevo censo, que avanza lento pero con paso firme hacia los nuevos datos que confirmarán la teoría, buena parte gracias al trabajo de los guardas, que también estaban representados en el encuentro de ayer. «El trabajo que realizan recogiendo las muestras para el posterior estudio del ADN de las mismas es fundamental para comprobar la cantidad de ejemplares nuevos», aseguró Palomero.

Este aumento en la población hace que la alarma social por la posibilidad de un encuentro fortuito con un oso vaya en aumento. «Cada vez hay más turismo rural, y es importante que todo coexista en paz: turistas, osos y habitantes de las zonas rurales. Han de tomarse medidas desde las administraciones para lograr controlar a esos pocos ejemplares que perturban esta armonía en las zonas rurales, y adaptar al Principado medidas que ya se toman en otros países», afirmó Palomero. Entre las medidas propuestas por el presidente de la Fundación Oso Pardo se encuentra una mayor intervención de los guardas en esta intromisión de los osos en el área urbana. Palomero considera que el comportamiento de estas crías, que se han acostumbrado a encontrar comida fácil en los pueblos, no se puede consentir.

«Hay que pasar a la segunda fase, a un protocolo ya escrito mediante el cual estas crías deben estar controlados con collares emisores para auyentarles en cuanto se acerquen. Si aún así esto no funciona, habrá que acudir a otro punto del protocolo, que recoge que si el oso no responde a ese castigo que se le impone, a ese oso se le debe retirar de la Cordillera porque de ninguna manera podemos permitirnos el lujo de que un ejemplar perturbe la vida en los pueblos. Quizás alguna de las fases hay que empezar a aplicarlas ya con mayor contundencia» explicó Palomero.

A pesar de los datos arrojados, tanto los presidentes de ambas fundaciones como el dirigente de Otea quisieron llamar a la calma, asegurando que el trabajo que se realiza ahora es preventivo, y que este aumento de población o de avistamientos en zonas rurales no se considera aún alarmante. «¿Hay motivo para la preocupación? Ninguno, pero si que tenemos todos los motivos para continuar trabajando en la prevención y la información. No estamos en una situación en la que los incidentes nos hagan tener que tomar medidas adicionales contundentes, pero queremos anticiparnos y estar preparados para atajarlos, o incluso evitarlos», añadió Nicanor Fernández.