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o. villa
Sábado, 5 de junio 2021, 21:49
La escena se repite cada vez más en Somiedo, especialmente, y también en los valles de la zona más alta del río Narcea, Degaña e Ibias. Grupos de visitantes se afanan en ver, a distancia y con la guía de profesionales, a ... las osas con crías recién salidas de la hibernación –aunque ya hay muchos ejemplares que no hibernan, debido al alza de las temperaturas y la consiguiente provisión de más alimento y más variado en el bosque–, al principio de la primavera, o la interrelación entre hembras y machos durante el celo, más avanzada la estación.
Cada vez son menos los visitantes que se marchan sin haber podido presenciarlo en directo, del mismo modo que han tenido la oportunidad de aprender sobre los modos y costumbres que ha tenido el ser humano en nuestra región y las colindantes para lidiar con el oso. «El oso, con 'el' y no 'un'», recuerda Pepe Caunedo, de Somiedo, especialista en la localización, seguimiento de osos y también en el cuidado necesario para evitar las imprudencias de los humanos. «Es un atractivo turístico, pero sin olvidar que es un animal salvaje y hay que respetarle», advierte Palomero. Penteriani recuerda el peligro de «habituar a los animales jóvenes a la presencia humana. Se acaban confiando y se meten en zonas de pueblo, y pueden pasar cosas».
Hoy el respeto al oso por sí mismo y como síntoma de riqueza en biodiversidad de la región es mayoritario. Y también hay quienes trabajan día a día por recuperar las tradiciones vinculadas al oso, que tienen, en el caso de las construcciones levantadas para proteger las colmenas del oso (cortines –circulares– y talameiros –torretas–), un nuevo valor económico tanto en una miel de altísima calidad (los cortines suelen estar ubicados en zonas con una flora muy rica) como en la propia visita turística a estas obras maestras de la ingeniería rural inmemorial, una riqueza etnográfica enorme (solo en Ibias hay unos 400 cortines), junto con otros medios (de trampas a métodos para auyentarlo) diseñados en el campo para hacer frente «a los osos más astutos, los que saben provocar un cortocircuito en un pastor eléctrico, excavar un paso por debajo de los cables, o descolgarse por las ramas de un roble al interior de un cortín, si no andamos vivos con las podas».
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