PABLO SUÁREZ
GIJÓN.
Jueves, 15 de noviembre 2018, 03:49
Un ataque epiléptico segundos antes de que se produjese el brutal impacto contra uno de los pilares del puente elevado del nuevo enlace del parque empresarial, justo antes de la incorporación a la autovía del Cantábrico desde Avilés. Esa es ahora mismo la ... hipótesis que cobra más fuerza en las investigaciones del siniestro sufrido por un autobús de ALSA el pasado 3 de septiembre, y que se saldó con cinco pasajeros fallecidos y quince heridos.
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Los investigadores de la Guardia Civil habrían centrado sus pesquisas en esta opción, que explicaría la pérdida de control del vehículo por parte del chófer, Omar L., que consiguió salir vivo del accidente pese a perder una pierna tras la colisión. Lo hacen a raíz de las conclusiones obtenidas en un estudio etiológico que también refleja una tendencia a este tipo de ataques en el conductor, quien en 2015 cogió un año de baja por un episodio similar.
A partir de estas conclusiones, el juez al frente de la investigación se ha dirigido formalmente a la mutua para obtener una explicación respecto a los motivos por los que este trabajador continuaba desempeñando su actividad. Según determina el Reglamento de Conductores, aquellos chóferes que hayan sufrido un ataque de epilepsia precisarán de un informe previo realizado por un neurólogo en el cual se asegure que el paciente no ha sufrido ataque alguno durante los últimos cinco años. Únicamente de esta forma le podrá ser concedida una licencia con duración de 24 meses.
Por su parte, ALSA emitió ayer un comunicado en el que reconoce no disponer de la citada información «ni de la posibilidad de obtenerla», por lo que niega haber tenido constancia alguna de que su conductor hubiese sufrido cualquier tipo de enfermedad «que le impidiese conducir». A su vez, incide en el hecho de que el chófer «cumplía con todos los requerimientos legales» que le habilitaban para desempeñar su oficio, tal y como refleja el último reconocimiento médico que le fue realizado el pasado 5 de abril. Por último, asegura que la última baja laboral del joven, que duró desde febrero de 2015 al mismo mes de 2016, fue por «enfermedad común».
Omar L., que tal y como adelantó EL COMERCIO recibió el alta médica hace algunas semanas, se encuentra ingresado en una clínica privada, donde ha comenzado un proceso de rehabilitación que se prevé largo dadas las lesiones que presenta. A la pérdida de la pierna se suma una lesión severa en la cadera, de la cual fue intervenido una vez que su vida estuvo fuera de peligro. Pese a que en un primer momento se especulaba también con la posible pérdida de un ojo, los médicos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) consiguieron salvarle ambos globos oculares.
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Tal y como relataron a este periódico fuentes cercanas al chófer, su moral es cuando menos irregular, con algunos momentos complicados, que se han ido incrementando a medida que conocía de mano de los psicólogos el desenlace del siniestro. «Tiene momentos buenos y malos. Es consciente de lo que sucedió, así que es muy duro para él».
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