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El horror de la DANA que ha costado más de 155 vidas en Valencia, Castilla La Mancha y Andalucía esta semana hace que la prevención frente a inundaciones se convierta en un asunto de la máxima actualidad. En Asturias, y ... en general en toda la Cornisa Cantábrica, hay un paralelismo notable con Valencia: los ríos son de cauce corto, con las montañas muy cerca de la costa. Pero también hay una diferencia, al menos por el momento, consistente en que las lluvias tan torrenciales como las registradas esta semana resultan «altamente improbables», según Arcadio Blasco, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología en Santander.
En todo caso, la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, que controla todos los cauces cantábricos, cuenta con un Plan de Gestión del Riesgo de Inundaciones para las cuencas fluviales del Principado, con vigencia hasta 2027, que recoge con precisión rayana en la exactitud diferentes escenarios, y propone medidas a adoptar para ir reduciendo los riesgos y el impacto de las riadas.
Además, el Principado cuenta a su vez con un Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones (Planinpa), actualizado en enero de 2018, que también fija el protocolo de respuesta y coordinación de las fuerzas de seguridad, bajo la responsabilidad directa del Principado a través de la Consejería de Fomento. Ambos planes fijan varios niveles de posibles inundaciones por subida de los cauces, así como por lluvias torrenciales. En el caso de los primeros, los niveles van desde las avenidas de agua más habituales y probables hasta las de probabilidad más baja, pero más dañinas, correspondientes a los peores registros de los últimos 500 años (en algunos lugares, estimativos).
El mapa es accesible hasta el último detalle y precisa los riesgos tanto de inundación como de velocidad previsible de las aguas y profundidad que estas pueden alcanzar por cada zona. Este dato y en particular la velocidad del agua resultan fundamentales para determinar la previsión de daños a las personas, a los edificios o en zonas agropecuarias –las más afectadas históricamente–, máxime cuando el agua arrastre elementos flotantes o disgregados.
Gijón está en buena parte ganado a la mar, y eso se percibe en sus zonas inundables. El barrio de El Humedal le debe su nombre a una llamarga similar a la que había donde ahora se asientan la Feria de Muestras, El Molinón y el parque de Isabel la Católica. Todo ello, así como la zona del barrio de La Arena más cercana al parque, se verían bajo las aguas, al igual que las zonas bajas cercanas al cauce del Piles, aguas arriba. El Llano y Laviada verían cómo las aguas subirían por Schulz y por la avenida de la Constitución hasta rozar Carlos Marx y los institutos. El polígono de Tremañes quedaría casi entero anegado, de la misma forma que las instalaciones de Arcelor, al desbordarse el río Aboño.
Cuando Máximo y Fromestano decidieron fundar Ovetus en una colina tal vez no pensaban en evitar las riadas, sino precisamente en tener una fuente de agua cercana (la Foncalada) y una zona fácilmente defendible. 1.263 años más tarde, Oviedo sigue sin riesgos de inundación en su zona urbana central. La Corredoria y la sierense Lugones, en cambio, ubicadas ambas en la proximidad del Nora, corren cierto riesgo. Peor es la situación de los valles mineros. En Ribera de Arriba, el Nalón amenaza la fértil vega en su recorrido hacia Las Caldas. En Langreo, Sama y La Felguera se verían anegadas, y en Mieres el riesgo no está tanto en la crecida del Caudal, que, bien encauzado como está, sólo se desbordaría cada cinco siglos, como en que a su este tiene dos cuencas, en el valle de Murias y en el de los Cuarteles de Mariana, que en caso de lluvias torrenciales y con un desagüe muy estrecho, produciría avenidas muy intensas y a mucha velocidad.
No sería la villa de Avilés propiamente dicha la zona más afectada tanto por una riada previsible cada 50 años como en la máxima estudiada. En ambos casos, las aguas se adentrarían en el parque industrial del margen izquierdo de la ría y en el parque del Muelle, así como la zona de Los Canapés, pero la ciudad gana algo de altura en sus inmediaciones y se libra del agua en su mayor parte. No así en los terrenos industriales del PEPA y la totalidad de los que ocupa Arcelor en Avilés, hasta Tabaza. Toda esa zona, plana y ganada a la ría a base de rellenos y taludes de contención, se vería inundada en ambos casos, mostrando por momentos su conformación natural original. Además, en Salinas la mitad sur de la localidad, con la carretera general incluida, quedaría inundada también en ambas hipótesis.
La mayor parte del agua que cae en los Picos de Europa sale hacia el mar por las cuencas del Deva y del Sella. Esta última suma en Arriondas el río Piloña, lo que, conjugado con la estrechez de la vega en ese punto, hace que Arriondas esté siempre en riesgo. Aguas abajo, la mitad de la zona antigua de Ribadesella y toda la zona sur de Santa Marina quedarían tomadas por las aguas. En el Deva, de Panes hacia la mar toda la vega corre riesgo, con especial incidencia en Bustio, Unquera y el humedal de la Ría de Tina Mayor.
En 1511, una gran avenida de aguas cambió el curso del Narcea en Cornellana. Lo hizo al levantar el sustrato del cauce por la velocidad de las aguas y al, finalizada la riada, formarse un nuevo curso dentro de la vega. Tanto así, que el enorme puente de piedra y de trece arcos, de origen romano, que se erguía en Casas del Puente se quedó en la zona seca. «Eso volverá a pasar», dice un vecino de la localidad que se dedica al cultivo del kiwi en dicha zona aluvial, muy consciente de que «cuando el río lo decida, la plantación desaparece».
De ahí, y aguas arriba y abajo, las vegas medias y bajas del Narcea y del Nalón se verían inundadas en casi todos los casos, si bien, de nuevo, la velocidad que el agua adquiera supondrá una diferencia esencial en las afecciones que pueda producir a las plantaciones que hoy en día proliferan allí. Y la Ría del Eo se adentraría por A Veiga, casi totalmente anegada, hasta el puente medieval de Piantón.
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