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La presidenta de la Asociación de Emigrantes Españoles Retornados (AEERA), Marina Ruiz, acompañada de un grupo de asturianos retornados, en la sede de la asociación, en Gijón. FOTO: ARNALDO GARCÍA
«Asturias es una tierra bendita. No la hay mejor»

«Asturias es una tierra bendita. No la hay mejor»

Los asturianos retornados recuerdan, con nostalgia, la Asturias que dejaron cuando emigraron y aquella que encontraron al regresar

Soraya Pérez

Gijón

Domingo, 8 de septiembre 2024, 02:00

Era el año 1957, cuando Luis Pérez Ardura, (Luarca, 1938), por aquel entonces un chaval de 19 años, escapando de los estragos que había dejado la Guerra Civil y buscando un futuro mejor para su familia, se atrevió a probar suerte en Venezuela, un país que, en aquel momento, era una de las mayores promesas de Latinoamérica, con una economía próspera y, sobre todo, abierta siempre a la inmigración. Luis sólo se llevó consigo una maleta, y aunque tenía miedo a lo desconocido, fue recibido en el puerto de La Guaira, después de varios días de viaje en barco, con los brazos abiertos. En Caracas hizo su vida, conoció a María Conde (Maruja), su esposa, una gallega natural de Ourense, que también había ido a Venezuela a probar suerte. El amor los cruzó fuera de España y fue en Caracas donde formaron una familia de tres hijos, y ahora cinco nietos. Después de sesenta y cuatro años, y de toda una vida construida en ese país latinoamericano, en 2019, y a sus ochenta y un años, Luis tomó la decisión de regresar a Asturias, junto con Maruja. Se instalaron en Pola de Siero, donde ahora residen con su hija mayor, María Esperanza. Para él, «la Asturias que dejé no se parece en nada a la de ahora. Evidentemente en 60 años cambia todo», comenta el luarqués, que añade que «hay cosas que cambian para bien y otras no tanto. Por ejemplo, antes no había el sistema de salud pública y gratuita que hay ahora. Cuando yo regresé me impresionó ver hospitales como el HUCA, lo bien que funcionan y la calidad de médicos que tenemos en Asturias. Pero también, los pueblos se están quedando cada vez más vacíos, ya no tienen la vida que tenían antes», recuerda, con nostalgia, Luis Pérez.

Para María de los Ángeles Marqués (La Felguera, 1957) y su marido, José Moriano (natural de Sevilla), quienes retornaron en marzo de 1979 después de haberse conocido en Alemania, y de haber vivido allí durante más de quince años, la historia fue muy diferente. Especialmente para ella, la vida en Alemania «fue muy difícil. Yo nunca me adapté, y eso que me fui con mis padres a los seis años en 1963. Pero en el colegio se burlaban de mí por ser extranjera. Lo pasé muy mal y sufrí mucho», relata Gely, al tiempo que aclara que «lo único bueno que me pasó fue conocer a mi marido, que llegó a Alemania en 1969 y nos casamos cuando yo apenas tenía 17 años. Formamos una familia y decidimos regresar a mi querida Asturias. Cuando volví quedé muy impactada porque había de todo, y precisamente mis padres habían decidido emigrar porque no había para comer», destaca.

Sin embargo, para su marido, conocido por todos como Pepe, Alemania no fue una mala experiencia. «Yo trabajé muchos años allí y siempre encontré gente que me tendiera la mano. Lo más difícil es el idioma», y añade que «decidimos regresar a Asturias por los hijos. Yo no quería que sufrieran como sufrió la madre, y al final, uno por los hijos siempre hace lo mejor», afirma. Indica a continuación que «vivimos en Gijón desde que volvimos en 1979, y no lo cambiamos por nada, la gente aquí es muy amable».

«Asturias es una tierra bendita. Aunque mi mujer es la asturiana y yo soy de Sevilla, nunca nos planteamos vivir allí. El tiempo que hay aquí en Asturias, sobre todo en verano, los paisajes, la comida y la gente son otra cosa. No hay nada mejor», asegura José Moriano.

Otra de las historias de retornados la protagoniza Manuel Jesús Asenjo Amieva (Cabrales, 1953), quien emigró a Venezuela a los 19 años, buscando oportunidades y una mejor calidad de vida, en un país que, como él mismo cuenta, «en aquél momento prometía mucho».

Manuel se siente cabraliego, aunque afirma que también se siente venezolano. «Soy de aquí, pero cuando vives tantos años en otro país terminas también sintiéndote parte de su cultura», señala el asturiano retornado.

Manuel, que ahora tiene 70 años, regresó a Asturias con cincuenta años, hace veinte, en 2004. «Me fui con mucho pesar porque en Venezuela, las cosas se empezaron a torcer. El panorama político empezó a empeorar y la calidad de vida de la gente también», explica Asenjo, que añade que «la gota que colmó el vaso fue cuando en Venezuela dejaron de pagarnos la pensión, que era de unos 1.450 euros mensuales. En ese momento supe que tenía que regresarme», resume.

Lo que Manuel más valora de Asturias es «la tranquilidad con la que se vive aquí, la gastronomía. Soy de la tierra del queso. Asturias es una tierra de gracia», comenta Manuel Asenjo.

«Vinimos a jubilarnos aquí»

Lorena Baragaña (Navia, 1943), emigró a París muy joven en 1969, se casó con un francés y formó allí su familia donde vivieron durante unos largos cincuenta años. Retornó a Asturias hace tan sólo cinco años junto a su marido. Para ella, el cambio ha sido de 180 grados. «Retornamos a Asturias con la idea de jubilarnos aquí, de vivir nuestros últimos años. Sobra decir que ya nada es como antes. La gente es encantadora, mucho más sociable que en París, pero ahora todo es muy moderno, todo el mundo quiere vivir en la ciudad y las zonas rurales se están quedando vacías», dice Baragaña, que apunta «es una pena».

Lorena asegura que «Asturias es el sitio ideal para jubilarse. Hay tranquilidad y se vive bien y ver tanto verde es una gran suerte», concluye la naviega.

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