Al pie del inicio de la ruta de las Xanas, al comienzo de la Senda del Oso, en una vega estrecha pero feraz, la del río Trubia, se asienta Villanueva, la capital de Santo Adriano. Es el único concejo que ha crecido ... en población desde 2015. No es que sean muchos más. A 1 de enero de 2019 eran 288 habitantes, 25 más que en la misma fecha de 2015. Pero es un crecimiento del 9%.
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La alcaldesa, Elvira Menéndez, morciniega de nacimiento pero de Villanueva de toda la vida, desde que se casó hace 39 años, reúne para EL COMERCIO a un grupo de los últimos vecinos incorporados a Santo Adriano. Son ingleses, franceses, un alicantino, un madrileño y su hijo... Y todos tienen algo en común. Creen en el medio rural y en Asturias.
Quien más tiempo lleva en Asturias es Pierre Bouttonet, quien se trajo a su familia hace seis años, con idea de rehabilitar lo que hoy es Casa Folgueras, una propuesta de turismo rural con una interesante oferta de actividades, desde la que gestiona también una agencia de viajes de naturaleza, Yuhina.fr, mientras que su esposa, Marie Duquesnay, es un ejemplo de lo que se puede hacer en el medio rural si la cobertura de internet es correcta: gestiona desde Santo Adriano una empresa internacional de servicios informáticos de la que es propietaria junto a un socio. Vive una semana en París cada dos meses, y las otro ocho en Santo Adriano con Pierre y los hijos de ambos, Martin, de 16 años, y Lila, de 14, «de los que los vecinos dicen que son ya asturianos».
Pierre explica que se vinieron a Santo Adriano «no por casualidad», pues Asturias «tiene mucho que ofrecer. Es una montaña muy humanizada, con mucho que ofrecer a nivel cultural, de tradiciones, de actividades, de conservación y de valores humanos. Además, tenemos osos pardos que se pueden ver por la ventana a 25 minutos de una ciudad de 219.000 habitantes. Por mi trabajo he viajado por toda Europa y no hay muchas zonas como esta para vivir y para recibir turismo de calidad».
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Porque es, en opinión de Bottounet, eso, una «cuestión de calidad, no de cantidad. De conservar lo que tenemos de naturaleza, ganadería y de actividades tradicionales». A su lado, su cuñado, Borja Llorente, que por amor a la sobrina de Pierre y Marie, la bailarina, Manon Duquesnay, y «para no encontrarme en Madrid con mil euros de gastos mensuales antes de salir de la cama» se vino en junio pasado para montar en el centro de empresas de El Sabil su «sala de cuerpo y mente Sabil, Sasa, que es una escuela de danza, movimientos, estiramientos, yoga». Mientras él va adaptando su vida y la de su hijo Adán, de cinco años, a Santo Adriano, Manon vive a saltos entre Villanueva y Copenhague, donde «está haciendo un master en coreografía y danza». Son nuevos rurales que aprovechan las opciones y la colaboración entre ellos para vivir bien en un «entorno amigable».
Eso es también lo que buscó el alicantino Sergio Martínez, un lugar «para disfrutar de la montaña y la naturaleza». Recorrió toda Asturias y donde más a gusto se encontró fue en Santo Adriano, donde vive desde febrero pasado, justo antes de la pandemia: «Trabajo en el bar del Hotel de la Reconquista, en Oviedo, y vivo aquí porque me gusta la gente y el lugar. Aquí, la gente tiene más humanidad. Recibes lo que das, y eso me hace sentir bien. Vine buscando la calidad de vida, y el origen». No es mal sitio para eso Santo Adriano, con dos espectaculares muestras de arte paleolítico en la Cueva del Conde y el Abrigo de Santo Adriano, cuyas visitas gestionaba hasta hace poco la asociación La Ponte, igual que las de las minas de Castañedo del Monte o la iglesia prerrománica de Tuñón.
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Más asentados ya en Santo Adriano que Sergio o Borja están los ingleses Elena, de Manchester, y Nikolas, «del sur de Inglaterra», que llevan gestionando una pequeña huerta «agroecológica desde hace dos años y medio» y que complementan sus ingresos con «platos precocinados» que venden (o vendían, hasta que la pandemia lo paró casi todo) en un puesto de comida por los mercados callejeros de Asturias. La situación solo ha ralentizado sus intenciones, pero ya están pensando en la organización de un mercado específico en Villanueva, una pequeña capital que, siquiera de forma testimonial, marca el camino de lo que puede ser, a otra escala, la recuperación de la zona rural asturiana.
Lo subraya la agente de desarrollo local, Cristina López: «En El Sabil este año se han creado cuatro empresas nuevas, de una audiovisual a una de elaboración de cervezas e hidromiel, Zángana, además de la Sala Sabil de Borja. Y el año que viene, una sala de teatro. El caso es innovar y moverse». Y Santo Adriano está en ello.
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