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Solo en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) se activan cada día entre dos y tres códigos ictus, se atienden 250 hemorragias cerebrales al ... año y se realizan en torno a 240 trombectomías. Esas cifras son la punta del iceberg de una enfermedad que presenta, en Asturias, una de las prevalencias más elevadas del país. Si la media nacional se sitúa en los 237 casos por 100.000 habitantes, aquí son 371. Casi el doble.
En 2019, último ejercicio del que existe un recuento oficial -recogido por el Instituto Nacional de Estadística-, se produjeron 3.800 ictus en la región. Hoy por hoy, constituye la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres. Y es, además, el principal desencadenante de discapacidad en los adultos. «Su incidencia es muy alta y cada vez se produce con más frecuencia», constata la neuróloga Elena López-Cancio.
De ahí que la Unidad de Ictus del HUCA, de la que forma parte la doctora López-Cancio, haya decidido organizar unas jornadas científicas sobre esta enfermedad que se produce bien por la interrupción súbita del flujo sanguíneo en el cerebro (isquemia cerebral) o bien por la rotura de una arteria (hemorragia cerebral). Una iniciativa que se desarrollará hoy y mañana en el salón de actos del HUCA, bajo el título 'El ictus: una epidemia que no entiende de vacunas'.
Nombre «muy pandémico» con el que se pretende poner el foco sobre una enfermedad que, sin restarle importancia al coronavirus, «tiene mucha incidencia y muchas consecuencias para los pacientes». Aproximadamente, la mitad de los pacientes que sufren un ictus quedan con secuelas «importantes» de por vida, desde limitaciones en la movilidad a problemas para comunicarse o incluso tragar.
«A más edad, mayor riesgo, aunque vemos cada vez más ictus a partir de los 40 o 45 años», explica López-Cancio, que, con la organización de estas jornadas, busca una visión global de la enfermedad que refleje la mirada de todos los que intervienen en su abordaje. Como los médicos de Atención Primaria, Enfermería o el personal de Emergencia Sanitaria, «fundamental en el código ictus», procedimiento que se activa cuando se detectan síntomas característicos de la enfermedad. Como los trabajadores sociales o el servicio de rehabilitación, que están ahí para ayudar en el día después. Y como no, se escuchará a los pacientes.
La trombectomía ha sido «una revolución» en el tratamiento de los ictus. Esta cirugía se emplea para extraer de una vena o arteria el coágulo que obstruye la circulación de la sangre, desencadenando lo que en lenguaje médico se conoce como isquemia. «Se puede conseguir que un paciente, con una lesión severa en una parte del cerebro, logre una recuperación completa», apunta Elena López-Cancio.
Pero, aunque en el 90% de las intervenciones se consigue resolver la oclusión, no siempre se alcanza el objetivo de evitar o minimizar las secuelas. Se debe, por tanto, avanzar en la investigación de nuevos tratamientos.
Como ya lo está haciendo el grupo de investigación que coordina la doctora López-Cancio. «Estamos participando en un ensayo clínico de terapias neuroprotectoras para reducir la cicatriz o lesión que queda en el cerebro tras un ictus», explica esta neuróloga asturiana.
El grupo realiza su trabajo científico en el HUCA desde hace dos años -a través del Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA)- y ha pasado a formar parte de la red nacional de investigación sobre el ictus. Elena López-Cancio considera que hay mucho por hacer.
No solo en tratamientos o terapias. También en el campo de la rehabilitación: «Existe rehabilitación motora o del habla, pero tenemos un déficit, aquí y en toda España, de rehabilitación cognitiva, que permitiría la estimulación de pacientes que presentan pérdida de memoria, falta de concentración o problemas para hacer algunas tareas tras sufrir un ictus».
El ictus está asociado, según apunta esta especialista, a la obesidad, la mala alimentación y el sedentarismo, pero existen factores de riesgo que pueden favorecer o desencadenar este colapso cerebrovascular, por ejemplo, padecer cardiopatías, hipertensión, diabetes o colesterol, dolencias con gran prevalencia también en Asturias. En cuanto a la edad, es más habitual a partir de los 65 años, aunque en la Unidad de Ictus del HUCA «hemos atendido pacientes desde 28 a 98 años». ¿Y por qué causa una mayor mortalidad en las mujeres? Pues porque «nosotras tenemos una mayor esperanza de vida».
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A. C. Busto / N. A. Erausquin
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