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De pie, por la izquierda, Pablo Cabral, Miguel Fanjul y Froilán Viña. Debajo, Dimas Barbón y Héctor Garaot, en la jornada sobre cánceres de cabeza y cuello de la Asociación contra el Cáncer. CAROLINA SANTOS
«Al principio me costó aceptar el agujero en el cuello, pero hay que vivir»

«Al principio me costó aceptar el agujero en el cuello, pero hay que vivir»

Pacientes laringectomizados piden apoyo psicológico previo y orientación sobre cómo abordar su recuperación

E. RODRÍGUEZ

Domingo, 3 de febrero 2019, 14:58

Cáncer de laringe. Había que extirpar el órgano donde se encuentran las cuerdas vocales, perder la voz y aprender a hablar con el esófago. El diagnóstico supuso un mazazo para Dimas Barbón, gijonés de 63 años. «Me dio un bajón importante y estuve indeciso entre si operarme o no. Me afectaba el aspecto físico, el agujero en el cuello... Porque, en principio, me lo iban a sellar con cirugía, quimioterapia y radioterapia. Pero si me administraban quimioterapia, al tener un by-pass, podía perder la pierna. Me decía: 'que dure lo que tenga que durar'. Pero enseguida decidí pensar en positivo y aceptar la intervención porque hay que vivir».

En marzo se cumplirán dos años de su paso por el quirófano, a la que siguieron una treintena de sesiones de radioterapia. Dimas quiso aportar su testimonio a otros enfermos y familiares en la jornada que esta semana organizó la Asociación Española contra el Cáncer en Gijón sobre los cánceres de cabeza y cuello (fosas nasales, senos paranasales, cavidad oral, faringe, laringe y glándulas salivares), con 300 casos en Asturias por año. Los principales factores de riesgo: el alcohol y el tabaco. Es más frecuente en hombres y la edad media está en los sesenta años.

Cambios hasta en el carácter

No oculta los efectos. Los primeros, los físicos. Los cambios en la imagen personal, aprender a hablar desde el esófago y las secuelas de la radioterapia, porque «el olfato y el olor disminuyen». Pero hay más repercusiones: laborales, sociales y afectivas. «Era transportista, tenía que llamar a clientes y estaba limitado por el habla. Me jubilaron». Cuando sale a tomar algo, le molesta el ruido por lo que le cuesta expresarse. «La verdad es que echas de menos la clase de persona que eras. Reconozco que ahora me enfado más, que discuto y eso también repercute en la pareja. Es una vida con limitaciones, sí, pero no son importantes. Puedes pasear, comer... Hay que aceptar. No nos podemos dar por vencidos. Eso sí, echo mucho de menos bañarme en el mar».

Comparte con Pablo Cabral, de 58 años, las carencias que encuentra en el proceso de recuperación. Pablo -que trabajaba de camarero- lamenta la falta de «apoyo psicológico antes de la intervención para saber de antemano qué camino va a tener uno que seguir». En este sentido, la psicóloga de la delegación asturiana de la Asociación contra el Cáncer, Rocío Toledo, sostiene que, «según los estudios, una cuarta parte de los pacientes acaba por desarrollar problemas psicológicos en alguna de las fases del proceso. Es un aspecto que inicialmente no priorizan. Porque lo primero es salvar la vida y después adaptarse a los cambios funcionales (volver a hablar bien, comer, nutrirse...) y lo mismo les ocurre a sus familiares. La salud mental queda de lado y en ella influye mucho el entorno familiar. Que le cuiden, que le ayuden y le orienten...». Precisamente, orientación es otra de las demandas de los pacientes. Sostienen que, al abandonar el hospital, se encuentran «muy perdidos». «Sales y no sabes ni limpiar la cánula», algo a lo que les enseñan en la Asociación contra el Cáncer, donde imparten talleres sobre disfagia (tragar) y primeros auxilios. Pero, por encima de todo, son optimistas. Froilán Viña, de 51 años y que trabajaba como soldador, sigue con las clases de logopedia. «No tengo ningún complejo. Además, ahora los móviles permiten traducir los mensajes a voz y son de gran ayuda». Sí echa de menos cantar. La misma pasión tiene Héctor Garaot, comercial de 66 años de Trevías, quien asegura sentirse fuerte. Y Miguel Fanjul -el único no laringectomizado, sufrió un carcinoma debajo de la lengua- no pierde el humor, pese a los problemas para «comer porque se me queda la comida debajo de la lengua y entonces no puedo hablar».

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