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ROSANA SUÁREZ
CADAVEDO.
Jueves, 31 de diciembre 2020, 01:28
«La operación para tratar de salvar el hórreo va a ser muy complicada», reconocía ayer el alcalde de Valdés, Óscar Pérez, tras producirse un argayo en la parte occidental del acantilado del campo de La Regalina, en Cadavedo, a causa ... de las fuertes lluvias de los últimos días. Un desprendimiento que ha dejado a ese emblema del concejo al borde del precipicio, en una zona inestable. Corre peligro el hórreo. No se sabe cuánto aguantará ahí, pero acceder a la zona es «imposible» en las actuales circunstancias.
El Ayuntamiento ya se ha puesto en marcha para intentar que no se pierda este icono valdesano. Tanto el terreno como el hórreo próximo a la ermita son propiedad de la Sociedad Popular La Regalina, que ha dado el visto bueno a que el Ayuntamiento intervenga con los recursos municipales.
El argayo hizo que cayese a la playa la estructura del tablao sobre el que llevan a cabo los bailes folclóricos y tradicionales durante la romería del último domingo de agosto, quedando además el hórreo al borde del acantilado.
Tanto los técnicos municipales como el personal de la Consejería de Cultura y Patrimonio centraron ayer sus esfuerzos en buscar una fórmula para trasladar este Bien de Interés Cultural (BIC) y situarlo sobre terreno firme. Sin embargo, habrá que esperar unos días a que el terreno seque y la meteorología permita actuar sin empeorar la situación.
«No hay posibilidad de meter maquinaria pesada ni operarios porque podría caer todo abajo», explicaba a última hora de ayer el alcalde valdesano. Asegura que la Corporación no está dispuesto «a que se caiga por el acantilado un icono del concejo sin invertir esfuerzos». Pero ahora es «imposible». Hay que esperar.
El presidente de la Sociedad Popular La Regalina, Marcos Fernández, apuntaba ayer a la vista de lo sucedido que «hay que actuar para evitar que los temporales provocasen más daños».
No es la primera vez que ocurre algo similar. El pasado año, también en diciembre, la parte del acantilado oriental se derrumbó cayendo de nuevo en el arenal. Tan solo unos meses antes, en la primavera de 2019, el geólogo de la Universidad de Oviedo Carlos López había realizado un informe en el que concluía que no se observaba ningún fenómeno de inestabilidad general «ni con la suficiente entidad como para comprometer la estabilidad de la actual plataforma de baile a muy corto plazo».
No obstante, para aportar una mayor estabilidad al terreno, proponía la construcción de una zanja de drenaje que desviase hacia otra zona las aguas que circulen tanto en superficie como en la parte más superficial del terreno. Además, debido a la erosión del mar, aconsejaba que las vallas del perímetro del campo se metiesen hacia dentro.
Tras producirse el desprendimiento en diciembre del año pasado, López advirtió entonces de que «pintaba mal» y del riesgo que corría la plataforma de baile, no la capilla que «aún cuenta con un margen muy amplio como para temer que el templo pueda correr la misma suerte».
El desprendimiento, visible desde la playa, tendría su origen en una degradación de la roca. «Está muy alterada, muy arenizada en este sector, por eso se inestabiliza tanto», apuntaba el experto. Las lluvias durante muchos días seguidos dieron la puntilla.
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