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El año 2019 echaba el cierre con el gobierno chino notificando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la aparición de un nuevo virus tras detectar decenas de casos de neumonía de etiología desconocida. Era 31 diciembre. A este lado del planeta se seguía con preocupación, pero con distancia. Un día después, Año Nuevo, la OMS solicitiba más información sobre lo que estaba sucediendo en Wuhan. Ese mismo día, cerraba el mercado de esta ciudad para acometer medidas de desinfección ambiental.
Todavía tendrían que pasar algo más de dos meses para que aquel mismo organismo, la OMS, lo decretase oficiamente como pandemia. Era 11 de marzo, solo un mes después de que hubiesen nombrado oficialmente al nuevo brote de coronavirus como covid-19.
Este organismo internacional se mostraba «profundamente preocupado» por la rápida propagación del virus, exigía la aplicación de «medidas urgentes y agresivas, y denunciaba la «alarmante inacción» de algunos gobiernos para frenar la crisis. En aquellos momentos se contabilizaban 118.000 casos en todo el mundo y 114 estaban afectados –aunque solo cuatro concentraban el 90% de los casos–. Tres días después, el Gobierno español decretaba el estado de alarma. Italia lo había hecho el 31 de enero, Francia esperaría hasta el 24 de marzo. Reino Unido, país sin constitución escrita, se sumaría un día después mediante la aprobación de la conocida como «ley del coronavirus» que le otorga la potestad al Gobierno para adoptar «medidas extraordinarias». En el caso de Alemania, todo fue más lento y con negociaciones constantes entre Berlín y los presidentes de los Bundesländer (regiones). Por entonces en el mundo ya se contabilizaban 716.031 personas contagiadas y 33.811 fallecidas. Con las cifras al alza en más de medio mundo, paradógicamente China empezaba a levantar las restricciones que, entre otras, habían tenido en un severo confinamiento a más de 50 millones de ciudadanos.
Aunque el salto al otro lado del océnao tardó un poco más en llegar, para el 13 de abril Estados Unidos se convertía en el país con mayor número de muertes por coronavirus. El presidente de este país, Donald Trump, que posteriormente sería positivo por covid-19, ha sido permanentemente criticado por no tomarse en serio la pandemia. De él quedarán aquella ocurrencia, recogida por la cadena NBC, en la que sugería tratar el coronavirus con «una inyección» de «desinfectante» o aplicando «luz solar» en el cuerpo humano para poder así vencer a la enfermedad.
En cambio, otros países, como Australia, Japón o Israel serían puestos como ejemplo a la hora de enfrentarse a la pandemia. Casualidad o acierto, durante la primera ola, la incidencia fue menor. Por ejemplo, en el caso del país oceánico, se cerraron fronteras inmediatamente con China. Buenos datos hasta mayo que ahora parece que, en algunos casos, se están dando la vuelta.
Tras un verano atípico, con una reducción drástica de la movilidad y los planes vacacionales, el otoño cumplió los pronósticos de los expertos. La segunda ola volvió a golpear con fiereza en distintos países. A finales de octubre, solo en Europa se concentraron el 46% de casos de todo el mundo y volvía a estar ahí la amenaza de un segundo colapso hospitalario masivo. Francia, Alemania o Bélgica, entre otros, asistían a un escenario preocupante y desolador que obligó a reforzar aún más las medidas de contención del virus. Porque mientras sigue al alza, en China, donde empezó todo, la situación parece contenida un año después.
Con el fin de evitar cualquier relajamiento, la OMS evita hablar de «nueva normalidad» y ya advierte de que no se puede descartar la aparición de una tercera ola antes de que se globalice la ansiada vacuna. De momento, solo Reino Unido ha empezado a aplicarla a toda su población, aunque se prevé esté en prácticamente en toda Europa en los primeros meses de 2021.
En julio la UE dio luz verde a un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros, un golpe de firmeza y proactividad que se echó de menos en los primeros meses del año y de la pandemia. El 10 de marzo, la Eurocámara se propuso examinar la situación y evaluar la coordinación de las medidas nacionales para contener el virus y mitigar sus efectos. Una fecha que, para muchos, llegaba tarde. Pero, desde entonces, se empezó a trabajar en la respuesta económica y la disponibilidad de equipamiento médico en todos los estados miembros. No obstante, esos primeros meses, norte y sur del continente volvieron a enfrentarse paralizando los llamados 'coronabonos' y fondos de rescate.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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