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R. MUÑIZ
OVIEDO.
Sábado, 4 de noviembre 2017, 01:12
Ana Suárez tenía 18 meses cuando murió en los brazos de Cecilia, su madre, que trataba de reanimarla haciéndole el boca a boca. Fue el 14 de marzo de 2013. Óscar, el padre, iba al volante, intentando alcanzar un centro de salud que la salvara. ... La autopsia determinó que murió asfixiada. En el bronquio 30 tenía un grano de maíz, de unos ocho milímetros de diámetro, suficiente para acabar con ella y convertir la desgracia en una causa penal por supuesta negligencia médica. Los padres habían pasado los cinco días anteriores peregrinando entre facultativos explicando, dicen, siempre la misma historia.
«Estábamos en la cama, jugando, con los dos críos, cuando Anina se fue al salón y cogió una bolsa de palomitas, en la que quedaron los granos sin explotar. La oí toser y me la encontré con la boquina y las manos manchadas», evocó Cecilia Fernández, ayer, en la primera jornada del juicio. Ahí comenzó una búsqueda desesperada de ayuda. Vivían en Tormaleo (Ibias). Su primer recurso era el médico de familia. «Lo encontramos en su casa, bajó con los zapatos sin abrochar», detalló ella. El galeno confirmó que la niña podía tener un grano atravesado, sufría hipoventilación, y la derivó al Hospital de Cangas del Narcea. Allí la hicieron tres radiografías. Según las padres, A. S., el pediatra, dijo que procedería practicar era una broncoscopia. «Nos tranquilizó mucho, dijo que un día antes se la habían hecho a un niño, por tragarse un cacahuete, que era sencillísimo», aseguran. En su versión, el facultativo les dio a elegir entre dejar a la cría en observación en el propio centro o en el HUCA, el único capaz de practicar la citada prueba. Optaron por Oviedo.
El pediatra declaró ayer y negó ese relato: «No mencioné en ningún momento la palabra broncoscopia». Según dijo, la sospecha de que la cría tuviera un grano era baja, lo que procedía era dejarla en observación y habrían sido los padres «los que dijeron que preferían Oviedo porque tenían allí a un familiar». Para el traslado pidió una ambulancia convencional.
Un matiz. El testigo es pareja de la acusada, E. V., especialista de cirugía pediátrica con más de diez años de experiencia y que fue quien en el HUCA, tras la observación y radiografías, descartó la broncoscopia, exploración que habría permitido extraer el grano. Los padres reclaman que sea condenada a cuatro años de cárcel; la fiscal respalda la tesis, aunque rebaja la pena a un año y seis meses. La acusada mantiene su inocencia.
Recordando las horas en el hospital ovetense, Óscar fue categórico: «Es un despropósito lo que pasó. Llegué y mi mujer me dijo que no le hicieron caso. A todo médico le repetimos que se había tragado una palomita, a cada uno le preguntaba '¿eso tiene posibilidades de moverse?' y todo el mundo me decía que no, 'qué va hombre, eso cómo se va a mover de ahí'. Y eso fue lo que la mató, que se movió», lamentó. Aseguran que las placas en Oviedo se hicieron sin buscar la implicación de la cría, que nadie vigiló por la noche la evolución de la paciente. «Nos dijeron que le diéramos de desayunar, como quien dice dale de comer a un perro; no nos hicieron caso», refirió el padre. Y les dieron el alta.
E. V. defendió que «la sospecha de tener alojado un cuerpo extraño era muy baja, y en esas circunstancias no está indicada la broncoscopia». Tomó su decisión «de acuerdo a los protocolos». «Extremé las precauciones, la tuve en observación, le hice las pruebas», y todo apuntaba a que no había grano. O, para ser más exactos, «en medicina nunca podemos decir ni nunca ni siempre, nos movemos por posibilidades». La paciente seguía hipoventilando, sí, pero lo relacionó con un catarro. De tener un grano de maíz «debía haber hecho fiebre, las radiografías habrían mostrado síntomas». La broncoscopia es «la prueba más invasiva que hay», con un 2% de fallecidos, dijo, algo que también sopesó. Ha repasado la historia y concluye que «es todo muy raro».
Su pareja abundó que el de Anina fue «un caso atípico, de mala suerte; la niña mejoró su situación llegando a ser incluso normal». Luego, murió. Fue hace cuatro años y los padres se mostraron ayer devastados. «Te vuelves arisca, desconfiada, paranoica», dijo ella. «Eso, uno tiene que vivirlo para saberlo», sollozó él.
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