R. MUÑIZ
Martes, 6 de junio 2017, 02:14
El cuerpo de José Gambino, espeleólogo vizcaíno de 37 años, ha quedado en la torca de Arañaga, cueva de su provincia natal donde se cree que fue sepultado el jueves por un derrumbe subterráneo. Medio centenar de profesionales trataron de rescatarlo pero el domingo tuvieron que desistir ante el peligro de la operación. «Estamos tristes y muy frustrados», reconocía ayer Sergio Tuñón, ingeniero de la Brigada Central de Salvamento de Minero, cuerpo dependiente del Principado, Hunosa, y otras empresas del sector. Los asturianos fueron reclamados por el Gobierno vasco, en calidad de asesores, tras constatar que el terreno era inestable y necesitaban gente experimentada para diseñar un sistema de sostenimiento.
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«Debimos quedar a unos cinco o seis metros de la víctima, pero el avance no era seguro», señala ahora en las jornadas de después, las de peor digestión. «Has vuelto, pero tu mente sigue allí, pensando si podías haber cambiado algo, si hubiera sido mejor no dormir nada», se reconcome.
No hay reproche posible y el primero en hacerlo saber ha sido el hermano de la víctima, Javier. En una red social expresó: «Estoy triste por no poder recuperar el cuerpo de mi hermano. Pero no se me ocurre lugar más adecuado para que reposen sus restos». Ante el fastidio de otros espeleólogos por la suspensión del operativo, replicó: «Como hermano de José te entiendo. Pero arriesgar las vidas de sus compañeros tiene que tener un límite. Creo que es lo que tocaba. He visto estos días a docenas de compañeros dispuestos a todo para sacar sus restos. Me quedo con ese sentimiento de camaradería. Nada de fracaso».
Desde el primer momento familia, autoridades «y nosotros teníamos claro que lo ocurrido con la víctima era una fatalidad, pero lo que pasara después sería fruto de las decisiones que se tomaran», recuerda Tuñón. Lleva cinco años en la brigada y reconoce que aquí su equipo se enfrentó a «una situación muy distinta a la que estamos acostumbrados».
La llamada de auxilio la recibieron el viernes, reclamando la asesoría de un ingeniero de minas. «Nosotros lo que solemos hacer es intervención, pero incluso para asesorar, necesito la opinión de la brigada», indicó. Por ese motivo se desplazaron al lugar tres brigadas, un conductor, Maudilio Suárez como mando y el propio Tuñón de director técnico. «El coche iba cargado de herramientas para hacer todo lo necesario, pero cuando llegamos encontramos un escenario muy complicado», refiere.
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Un escenario diferente
El equipo está habituado a intervenir en minas, túneles, y galerías, «estructuras todas artificiales, donde tenemos un cierto conocimiento del diseño y de la ejecución». Es una geometría con puntos de referencia que desaparecían en la torca. «Aquí vas donde la naturaleza te lo permite, era un caos cuyo acceso se encontraba en muy malas condiciones».
Una inspección bastó para comprobarlo. «Accedías en vertical durante unos quince metros, por una chimenea mínima, tenías en el lateral un giro de cinco metros, repelabas otros diez, seguías unos desarrollos descendentes, después había un pasillo y al final un ramplón de ocho metros. Nos quedamos en la mitad; al otro lado estaba la víctima», detalla.
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En la primera reunión los asturianos propusieron una labor minera de rescate, esto es, aplicar sus técnicas para estajar, estabilizar el terreno, y avanzar solo sobre seguro. «Estaba muy peligroso, entrar allí era jugártela». Finalmente las autoridades optaron por aplicar soluciones propias de la espeleología, pero solicitando siempre a la brigada que asesorara sobre su mejor colocación. «Nosotros reconocimos desde el primer momento que no teníamos soluciones mágicas, que nuestro trabajo está muy analizado, regulado, supervisado y medido; yo tengo que ser capaz de precisarle a cualquiera cuántas toneladas aguanta cada pieza», señala el ingeniero. En esas condiciones «podíamos ir a una operación de rescate de varias semanas».
El macizo no dio una segunda oportunidad. En la noche del sábado, tras una voladura, los agentes de la Ertzaina ordenaron desalojar. La cueva seguía moviéndose y no quiso colaborar. Tras escuchar la opinión de todos los técnicos, las autoridades ordenaron suspender definitivamente el rescate por su peligro. «Ahora te queda la amargura; en esto somos muy críticos», señala el asturiano. Dice que para salir de ello necesita identificar ese «error del que aprender para no cometerlo la próxima vez». Según pasa las horas, el profesional se percata de que esa veta quizás esté en los hermanos hechos en la tragedia. «Nos trataron muy bien y me vuelvo con teléfonos de ertazainas y espeleólogos; si colaboramos quizás logremos que esto no se repita».
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