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R. MUÑIZ
Miércoles, 10 de mayo 2017, 02:54
La doctora en Geología María José Domínguez y el investigador Pablo Valenzuela llevan desde 2014 buceando en hemerotecas, recorriendo la región y recopilando fotografías. Todo para crear la primera base de datos de argayos de Asturias, con miles de episodios catalogados. Su objetivo está a punto de cristalizar en una tesis que verá la luz en julio. «Mediante estadísticas y bases de datos podemos predecir las condiciones temporales que favorecen la generación de argayos», explica Valenzuela. El pronóstico es aproximado, claro. «Empezamos a saber cuánto tiene que llover y durante cuánto tiempo para favorecer la generación de argayos», matiza.
Profesora y estudiante hicieron ayer un avance de la investigación, en forma de conferencia en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea), donde desvelaron cuál es el primer argayo catalogado en la región. Ocurrió al final de la batalla de Covadonga y la recoge la crónica del rey Alfonso III. Según el texto, cuando las tropas de Al-Ándalus estaban de retirada, cerca de Liébana la ladera se revolvió y expulsó al río a 63.000 hombres. «Allí los sepultó a todos, el tal monte», recoge el texto histórico. «En el 2014, cerca de Liébana, en Sebrango, un argayo de similares características obligó a desalojar el pueblo», recordó Valenzuela.
«Son fuerzas de la naturaleza, que también se han registrado en la cueva de Tito Bustillo, y como se producen por algo omnipresente como es la gravedad, seguirán existiendo allá donde esté un desnivel», ilustró Domínguez. «No los podemos eliminar, pero el conocimiento nos permite mitigar los daños ocasionados por ellos», abundó.
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