RAMÓN MUÑIZ
Lunes, 16 de enero 2017, 01:44
2015 comenzó como un buen año para los conductores imprudentes. Cierto es que la autovía 'Y', la más utilizada de la región, advierte de hasta doce controles de velocidad mediante radar fijo entre Gijón, Oviedo y Avilés, pero en aquel mes de enero todos estuvieron desactivados. De hecho, hasta el día 10 no hubo en toda la región un solo cajetín con el instrumental dispuesto para disparar las fotos. Todos los excesos de velocidad cometidos ante los anunciados puntos de control pasaron sin multa alguna.
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La Dirección General de Tráfico (DGT) tiene menos radares de los que sus carteles indican. La institución reconoce que «el número total de cabinas disponibles en las vías donde la DGT es competente en materia de regulación, vigilancia y control del tráfico es de 634, y el número de cinemómetros fijos es de 366». Es decir, en los mejores momentos, cuando tiene todo el instrumental homologado y dispuesto, el 42% de los cajetines del país se le quedan vacíos. Su función es actuar como 'radares fantasma', intimidando con un control de velocidad que no tiene lugar.
El reparto de las cámaras rota por las cabinas «en función de la planificación establecida por la DGT». Los cambios no responden a «un algoritmo fijo», advierte el organismo, que asegura organizar el baile teniendo en cuenta, «entre otros, el índice de riesgo del tramo, la accidentalidad, la velocidad, la intensidad media diaria, o el tipo de vía». Un matiz. El organismo sostiene que no existe un número fijo de instrumentos para cada regiones, que lentes puestas un mes en Asturias pueden mudar a otra provincia la semana siguiente.
La base de datos oficial de multas divulgada por 'El Confidencial' detalla cómo afecta al Principado esa rotación. Pongamos por ejemplo 2015, el año en el que la red de cabinas fijas puso más multas, 72.520, a razón de 200 al día. El récord duplica al anterior y, a pesar de ello, nueve de las 23 cabinas pasaron todo el año apagadas. Hasta el 10 de enero, como queda dicho, no se activó el primer radar, el de la A-66, tras la subida de Soto de Ribera. Mayo fue el mes en el que hubo un mayor despliegue, con once cajetines operativos, lo que supone que el otro 52% de las cabinas quedaron como 'radares fantasma'.
A simple vista, el calendario de apagones y activaciones no parece responder a lógica matemática alguna. Por cierto, que los registros sitúan como la cabina más productiva a la situada en la A-8, en sentido Cantabria, una vez superado Gijón; cuando trabaja impone multas a un ritmo de 9.685 euros el día, unos 800 más que la instalación de la entrada a la villa desde la 'Y'.
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El sistema «es un fraude, una infracción que comete la propia DGT». Lo denuncia Juan Carlos Toribio, exguarda civil de Tráfico durante tres décadas y hoy coordinador nacional de la Unión Internacional de Defensa del Motorista. Sus palabras remiten a la instrucción técnica del Ministerio de Fomento que regula la señalización vertical; el documento ordena «imponer las menores restricciones posibles a la circulación, eliminando las señales requeridas para definir determinadas circunstancias de la carretera o determinadas restricciones en su uso en cuanto cesen de existir esas condiciones o restricciones». El Reglamento General de Circulación refuerza el mismo principio; ordena «la inmediada retirada y, en su caso, la sustitución por las que sean adecuadas de las señales antirreglamentariamente instaladas, de las que hayan perdido su objeto». Toribio lo tiene claro: «Hay que retirar las señales que no cumplan su misión, la Administración no puede mentir anunciando controles que no existen, porque si no generan un hábito, el de desobedecer».
«No somos partidarios de esta política, pero tampoco creemos que incumpla la norma de tráfico que exige que lo que anuncies sea una realidad», templa Mario Arnaldo, presidente de Automovilistas Europeos Asociados. A su juicio, la obligación de señalizar los radares, aunque estén huecos, «procede de la normativa sobre el uso de las videocámaras, que impone advertir de su posible presencia».
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«Esto es una discusión bizantina, el fantasma no es el radar, es la propia reivindicación», tercia Raimundo García, el asturiano que preside la Asociación Española de Accidentología Vial. «Si quitamos la señal porque, en ese momento, no hay radar lo siguiente será retirar las que advierten de hielo cuando estemos en verano», ironiza.
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