Turistas descansando en un alojamiento rural de Villaviciosa.

Tres décadas de turismo en el pueblo

El turismo rural, una «locura» que se fraguó hace treinta años en el Principado, afronta el futuro con el reto de diversificar la oferta de estos territorios y potenciar las actividades de ocio en la naturaleza

Isabel Gómez

Jueves, 21 de enero 2016, 18:45

Asturias participa este año en la Feria Internacional de Turismo (FITUR) con el objetivo de dar a conocer a algunos y recordar a todos que en el Principado dio sus primeros pasos uno de los negocios que mayor crecimiento ha tenido en los últimos años: el turismo rural. Y es que fue en un pequeño concejo, Taramundi, donde se creó el primer hotel rural de España. Fue una apuesta (quizá arriesgada, quizá algo desesperada) para recuperar un territorio que languidecía por la crisis y la emigración de los jóvenes. En el verano de 1986, muchos lo tildaron de locura, pero la implicación de la población ante lo que despuntaba como una oportunidad única, hizo florecer y consolidarse La Rectoral, un proyecto que, en palabras de su gerente, Jesús Mier, ha evolucionado hasta ser una referencia mundial y que se estudia en universidades, escuelas de turismo y en congresos.

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El proyecto estuvo capitaneado por el Ayuntamiento y el Principado (que lleva a FITUR nuevos catálogos en los que recoge que este hotel de cuatro estrellas es la piedra fundacional del turismo rural español) y contó con el asesoramiento del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. No obstante, Mier recalca que el éxito del proyecto es que la gente comprendió e invirtió hasta dotar al concejo y a la comarca más occidental de Asturias de alojamientos, restaurantes y equipamientos culturales y de ocio casi impensables hasta el momento en una zona rural de Asturias.

Las cosas han cambiado mucho de entonces. Lo confirman las cifras de alojamientos rurales. Asturias tiene, según los datos del Sistema de Información Turística (SITA) correspondientes al último cuatrimestre de 2015, más de 18.300 plazas, una auténtica barbaridad, en palabras del presidente de la Federación Asturiana de Turismo Rural, Adriano Berdasco, que también admite que durante un tiempo nos tomaron por locos. Pero la locura se convirtió en genialidad y hoy el turismo rural aglutina el 21% del total de plazas hoteleras de la región, que está en el podio de las comunidades con mayor oferta de camas en entornos rurales.

El incremento de plazas fue sobresaliente durante los años de pujanza de la construcción, una época que nos perjudicó mucho, porque no había ningún control sobre la oferta, las prestaciones y, ni siquiera, sobre la atención a los turistas. Y eso, no solo podía llegar a ser una amenaza para los estándares de calidad del turismo rural asturiano, sino que atentaba contra lo que para Berdasco es la filosofía de este negocio: El turismo rural no puede ser un negocio de gente que vive en la ciudad; es un plus para que el medio rural no muera. Eso se evitó en Taramundi, donde la historia se escribe antes y después de La Rectoral, afirma Mier.

Posicionada ya en cuanto alojamientos rurales, Asturias afronta nuevos debates. Berdasco tiene claro que no se debe subvencionar la creación de nuevas camas, sino ayudar a las empresas que ya hay y apostar por la diversificación: Hay mucha gente en los pueblos que no hace cosas porque esto es estacional. No somos hoteles de ciudad , no todos los días tenemos gente, no lo tenemos tan fácil. La administración tiene que ayudar de algún modo, sostiene, y deja caer la posibilidad de estudiar algún tipo de bonificación fiscal. Además, con un negocio en el Parque Natural de Somiedo, también invita a afrontar debates como la regulación de actividades en espacios protegidos.

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Accesos regulados

Esa es una de las principales reivindicaciones de los empresarios de turismo activo, que tiene 150 firmas en Asturias. Julio Bobes, presidente de la Asociación de Turismo Activo y Albergues (Ataya) sostiene que la actividad sigue siendo emergente y precisa, sobre todo, una regulación que se sustente en estudios de capacidad de los diferentes espacios naturales. Si hay cupos de visitantes en la Reserva Natural de Muniellos, por ejemplo, ¿por qué no en la ruta del Cares o el río Sella? Y es que, a su juicio, la masificación reduce atractivo al paisaje y deteriora la calidad del producto.

Bobes, vicepresidente del Cluster de Turismo Rural que el Principado presenta en esta edición de FITUR, demanda también mayor promoción: Está muy mal vendido. Ya se apostó por los alojamientos y la gastronomía; ahora es el momento del turismo activo, que va a completar la oferta de turismo rural. Y advierte de que el turista de hoy elige destino por las actividades que le ofertan, como las rutas en bicicleta o las carreras de montaña, en claro repunte: Hasta ahora solo se han promocionado las estaciones de esquí y el Camino de Santiago, lamenta, al tiempo que pide a la administración mecanismos para luchar contra el intrusismo y reducir el 21% del IVA al que están obligadas las empresas de turismo activo.

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A partir de ahí, la senda para otros 30 años de éxito pasa para el conjunto del sector por la formación y una cuidada atención al cliente. El resto, apuntan, lo dan el paisaje, los recursos naturales, la gastronomía y la gente de los pueblos, volcada con un intercambio de costumbres y experiencias que se ha convertido en un reclamo en sí mismo. Y es que, en palabras del gerente de La Rectoral, lo que tenemos que hacer es enseñar a la gente lo que tenemos y lo que sabemos hacer porque el hecho del desplazamiento ya es una experiencia.

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