DAVID S. FUENTE
Jueves, 24 de diciembre 2015, 00:13
Desde el pasado sábado, Felipe Pérez vive con el alma en vilo. Desde el pasado sábado, este vecino de la localidad franquina de San Juan de Prendonés no quita ojo al humo que sigue saliendo del interior de su pajar, señal de que el fuego que se inició en él de forma fortuita -al entrar una chispa por uno de los huecos de ventilación- continúa activo. «Cada poco tengo que salir a vigilar», se resigna el ganadero. Asegura que es lo único que puede hacer: «No puedo mover la paja que aún queda sin quemar porque salen llamas y tengo miedo a que el fuego se propague. Además, si echo agua, con el oxígeno que tiene, se reactiva».
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Con la preocupación en el cuerpo, aún no ha tenido tiempo para cuantificar los daños ocasionados por el fuego que acabó con unas 20 balas de hierba, plásticos, cuerdas y varias estacas de madera. Al menos, «pudimos sacar la maquinaria que teníamos allí guardada» antes de que ardiese todo el pajar. Aún recuerda lo rápido que se extendió el fuego, avivado por el fuerte viento que soplaba aquella noche. «Era como si nevara, pero en rojo», compara para tratar de explicar la angustia vivida por su familia durante esas largas horas. Su prioridad era que las llamas no llegaran a alcanzar la vivienda familiar, por eso se esforzaron en enfriar la zona utilizando el agua de las cubas. Al final, lo consiguieron. «Que se quemase el pajar es lo mínimo que nos pudo pasar», reconoce.
Pérdidas de 6.000 euros
Otra de las víctimas de los incendios del pasado fin de semana en el Occidente de la región es Fernando Rúa, ganadero de 60 años. Las llamas acabaron con un establo de su propiedad en Ludeiros (El Fanco). «Yo estaba viendo venir las chispas cuando un vecino me avisó que de tenía la cuadra ardiendo». El fuego se propagó rápidamente por toda la estructura. «Por suerte, el ganado lo tenía fuera pastando», recuerda Rúa, que prefiere no pensar en qué hubiera ocurrido si el incendio llega a desatarse de noche. Pese a sufrir unos daños valorados en 6.000 euros, gracias a sus vecinos, «que me ayudaron a quitar el escombro y a limpiar», ha podido volver a meter al ganado en la cuadra. Eso sí, de momento, sigue sin techo.
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