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Francisco Javier Rodríguez, ante su casa de Hervedeiras, calcinada por las llamas.
«Vivimos un auténtico infierno»

«Vivimos un auténtico infierno»

Vecinos de El Franco, sobrecogidos por la devastación del fuego, esperan la extinción de los focos

Isabel Gómez

Lunes, 21 de diciembre 2015, 01:00

«Lo que se vivió esta noche fue un auténtico infierno». Sin poder ocultar las lágrimas ante la casa que ha perdido en el núcleo franquino de Hervedeiras, Francisco Javier Rodríguez describía así ayer la situación vivida a causa de un incendio que alcanzó hasta 17 kilómetros de longitud y que ha devastado una extensa superficie y decenas de bienes ante la mirada impotente de los vecinos.

Rodríguez ha experimentado ese sentimiento en toda su crudeza. Atento desde primeras horas de la tarde a la evolución de un fuego que se originó en el vecino concejo de Boal, colaboró con sus vecinos en la extinción de un conato declarado a pocos metros de su casa y, de pronto, a su espalda, vio prender el tejado de la vivienda en la que residía junto a su madre y dos hermanos: «Y una vez que prendió fuego, quemó como si fuera gasoil. No dio tiempo a nada. Era un fuego altísimo y estaba por todas partes», relató mientras intentaba contener la emoción ante un edificio que ha quedado reducido a cenizas. De hecho, esta familia solo pudo salvar la nave anexa donde guardan el ganado.

El miedo, la angustia y el recuento de pérdidas no es exclusivo de esta familia. Al menos otras seis viviendas, no todas habitadas, han quedado calcinadas en los concejos de El Franco y Boal. Además, se han perdido cuadras, pajares, aperos, maquinaria agrícola y rollos de silo, dejando un reguero de daños difíciles de cuantificar.

«Esto era un polvorín»

Bien lo sabe Fernando González, quien ayer enfriaba los restos de una vivienda que estaba rehabilitando en el cercano núcleo de La Peruyeira para transformarla en un apartamento rural. A pesar de que ha visto como la ilusión y las horas de trabajo dedicadas a este proyecto han sido pasto de las llamas, «comparado con lo que les pasó a los vecinos, lo mío no es nada», apuntó. Asimismo, señaló que la situación pudo haber sido mucho peor, ya que en la vivienda almacenaba material de construcción: «Esto era un polvorín». Por eso, en medio de la desgracia, celebra que el fuego no alcanzase un pajar cercano. Sí destruyó, en cambio, la madera y el tractor de un vecino, dejando una profunda marca negra en un núcleo que se movilizó para sofocar las llamas que lo rodearon.

González vivió la angustia que provocó el fuego en la comarca noroccidental por partida doble. Si tenía propiedades en plena ruta de la lengua de fuego que atravesó el concejo franquino, tiene a su vez su vivienda en Viavélez, donde las llamas han dejado una huella difícil de borrar. La casa familiar, que finalmente no resultó afectada, se localiza en las inmediaciones del palacio de Jardón, que sí registró algunos daños.

«Jamás vi algo así»

El impacto del fuego en Viavélez suscitó ayer el interés de muchos vecinos y amantes de este enclave marinero, como Juan Manuel García y Ana García. Afincados en La Caridad, cuentan cómo vieron la evolución de las llamas a lo largo de la tarde del sábado. Sobre las nueve de la noche, cuando el fuego cercaba la capital del concejo, decidieron marchar a Navia, a casa de unos familiares. No ocultan el miedo que sentían: «Veíamos las llamas desde las ventanas y lo peor era el humo. Costaba respirar», contaban en la mañana de ayer, todavía sobrecogidos. A esto, Juan García añadió: «Tengo 48 años y vi varios incendios, pero ninguno de esta manera, jamás». Y describió: «El espectáculo era bastante dramático. Los rescoldos corrían por medio de la calle».

Por eso decidieron marcharse a Navia, desde donde veían las llamas del incendio de Villayón, que también ha perdió fuerza a lo largo del día de ayer. Pero la disminución de las llamas, favorecida por la bajada de las temperaturas y el amplio dispositivo desplegado en el noroccidente para la extinción del fuego, no ocultó el humo, que durante todo el día cargó el ambiente y oscureció el sol que bañaba la comarca.

Manguera sin agua

No esperó a que amaneciera Elva Martínez. Con el incendio a la puerta de su casa, esta vecina de Miudes debió salir a la carrera con su marido y su madre. «Vinieron mis hijos a ayudarnos, pero de la manguera casi no salía agua. No había caudal». Con el temor de que las llamas quemaran su casa -«estábamos cercados»-, fueron desalojados alrededor de las siete de la tarde. «Nos enviaban a Navia, pero acabamos parando en el polígono industrial de Jarrio». Desde allí, una vez instalada la madre en casa de un familiar, en plena madrugada decidieron volver a casa. «No quemó, pero faltó poco. Esto ha sido horrible».

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