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Asistentes al funeral esperaron la llegada del coche fúnebre a la entrada del templo.
Trashorras, el gran ausente en el funeral de su madre

Trashorras, el gran ausente en el funeral de su madre

Decenas de personas acompañaron a la familia de Agripina Trashorras Gómez durante el sepelio oficiado esta mañana en la iglesia avilesina de Cristo Rey, a cuya entrada se vivieron momentos de tensión

isabel gómez

Miércoles, 9 de diciembre 2015, 12:59

No, él no vino. Expresiones similares se repitieron una y otra vez esta mañana en torno a la iglesia de Cristo Rey de Versalles, en Avilés, donde este mediodía se ofició el funeral por Agripina Trashorras Gómez, madre de José Emilio Suárez Trashorras, sobre el que pesa la mayor pena dictada hasta el momento en España (34.715 años de cárcel) por suministrar los explosivos que se utilizaron en los atentados del 11-M. Su asistencia era una posibilidad después de que el mes pasado recibiera su primer permiso penitenciario para visitar a su madre, que padecía una grave enfermedad irreversible que el lunes acabó con su vida. Tenía 65 años.

Minutos antes de las doce de esta mañana, decenas de familiares, amigos y vecinos de la familia esperaban a las puertas de la iglesia la llegada del féretro y del esposo e hija de la fallecida, a la que todo el mundo conocía como Conchita. Muchos se preguntaban si José Emilio Suárez Trashorras asistiría al sepelio y cuál sería el dispositivo policial necesario llegado el caso.

Las incertidumbres se despejaron cuando el coche fúnebre paró frente a la iglesia y, tras él, el taxi en el viajaba la familia directa de Agripina, entre los que se encontraban su viudo y su hija. Cuando bajaron del vehículo, se vivieron algunos momentos de tensión con los periodistas que se encontraban en la zona ante la posible asistencia del exminero.

Iniciada la ceremonia, el párroco hizo de la esperanza el motivo central de la homilía: Mantener la esperanza no es tan fácil, porque la vida se empeña, una y otra vez, en poner a prueba nuestros mejores deseos y esperanzas, dijo. Y añadió: La vida es muy hermosa, pero hay sinsabores y desengaños. Estas dificultades, señaló, conducen a menudo al más feroz individualismo y no hay nada que se parezca más a la muerte que esta soledad en que se encierra quien ha desesperado. Tras el funeral, el cuerpo de Conchita fue sepultado en el panteón familiar del cementerio de Trasmonte, en Las Regueras.

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