Sheila Vaca
Viernes, 21 de agosto 2015, 00:31
Una canoa, un remo, un chaleco salvavidas y un par de bocatas. No hace falta más para pasar una jornada divertida practicando deporte y en un entorno privilegiado. Bueno, eso y un río: el Sella. El descenso es algo que no pasa de moda y que tampoco entiende de edades. Por eso mismo, son decenas de personas las que cada día se animan a realizar la actividad. Porque está bien ser Walter Bouzán por un día, a nuestra manera claro está. La competitividad en este caso se queda en pareja, familia o con los amigos. Y si es en verano para hacerlo, mejor, que no hace falta enfundarse en un traje de neopreno sino más bien en protección solar.
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De Asturias, Madrid, Santander, Palencia, Toledo, Alicante o de la Conchinchina, todos coinciden en que bajar el Sella es una experiencia que hay que vivir al menos una vez en la vida. Sí, las primeras paladas siempre son tímidas y a veces tienes que pelearte con las piedras porque hay poca agua, pero a medida que sumas kilómetros te vas soltando y hasta 'aparcas' la piragua para repostar y tomarte unas sidras en cualquiera de los chiringuitos que se encuentran a lo largo del cauce. Los hay incluso que van preparados de casa y llevan la nevera entera. Es cuestión de gustos.
Pero lo que sin duda marca esta actividad es la diversión. Esa está garantizada. Cuando cruzas la meta estás agotado, pero con una sensación de satisfacción enorme. Porque lo has conseguido y, con las mismas, dices: 'El año que viene repetimos'.
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