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PACHÉ MERAYO / ÁLVARO CABALLERO
Jueves, 6 de agosto 2015, 00:23
Al primer monarca del Reino que fue Asturias, el sin par don Pelayo, se le presume levantando su espada ante el asedio de los miles de musulmanes que ansiaron Covadonga. Sin embargo, en su recuerdo esculpido el aguerrido guerrero aparece habitualmente con el acero envainado. Así luce en Gijón, en la plaza del Marqués, donde lo que enarbola es la Cruz de la Victoria. En Cangas de Onís, donde también corona pedestal, hace el gesto de desenfundar, pero éste se queda petrificado. En Covadonga, más cerca de la batalla que le hizo leyenda, sí sostiene el arma fuera del cinto, pero no la luce amenazante, sino que la deja reposar sobre la peana que le alza. La cuestión es que la actitud tranquila de estos don pelayos de recuerdo asturiano ha permitido que personaje y espada lleven unidos desde siempre. No ocurre lo mismo en León, donde su estatua reta a la ley de la gravedad con la espada en lo alto y ya son cuatro las veces, en dos años, que el monarca ha quedado desarmado.
Y no solo se desploma el hierro. Con él cae también la mano que lo sostiene. Hasta hace solo una jornada, andaba la pieza leonesa totalmente manca. De hecho acaban de ser repuestos extremidad y espada. En la operación intervinieron los bomberos, pero también las brigadas de Patrimonio del Ayuntamiento de la ciudad vecina. Entre todos devolvieron a la escultura el arma con el que defiende la Puerta Castillo. Así se conoce en León a la entrada a la vieja zona amurallada. Ahora, ya espada en mano, el rey vuelve a vigilar el viejo enclave de la ciudad.
Los trabajos de reposición se completaron a primera hora de la mañana del martes, gracias a la intervención de un camión del parque de bomberos que auxilió a los operarios de las brigadas de patrimonio, procedentes de la escuela de artes y oficios del Ayuntamiento. Se acababa así con varios meses de escultura amputada, después de que «mano y espada se desplomaran a consecuencia de una fragmentación ocasionada por la existencia de una veta arcillosa que presentaba la piedra con la que fue confeccionada la obra», según informaron desde el Consistorio.
«Es posible que se ocasionara por las vibraciones transmitidas por la espada a la mano y, por tanto, a la veta arcillosa, ya que a la vista de la fecha del desprendimiento, 8 de julio de 2014, se descarta que se haya producido por el efecto del frío». La mano se ha modelado in situ sobre la propia escultura» a partir del «modelo original, con mortero de restauración coloreado con pigmentos minerales. Un plan que ha permitido «fijar la espada a la empuñadura» por medio de la soldadura de «un vástago de acero inoxidable de aproximadamente 1,2 centímetros de diámetro y 40 centímetros de longitud que se ha introducido en una pequeña acanaladura taladrada con anterioridad en el antebrazo, hasta alcanzar una zona de mayor sección», además de «un cable de acero que une ahora la empuñadura de la espada al conjunto».
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